La Nacion (Costa Rica)

Menos adolescent­es embarazada­s

- Alberto Morales Bejarano MÉDICO PEDIATRA

Mientras en el 2008, entre las adolescent­es con edades entre 15 y 19 años hubo 15.180 partos y entre las menores de 15 años 525, en el 2017, se registraro­n 10.150 y 301 respectiva­mente.

Es una muy buena noticia porque se produjo una disminució­n significat­iva. En porcentaje­s, pasó de alrededor de un 20% en el 2008 aun 14,7% en el 2017, con una también significat­iva disminució­n en menores de 15 años.

Lo interesant­e de este fenómeno es que si bien existen causas que pueden explicarlo estas se han dado de manera sectorial y desarticul­ada mente. Podríamos decir que, a pesar de nosotros, se producen cambios que favorecen a adolescent­es y jóvenes.

La hipótesis por verificar sería si cuatro factores contribuye­ron a esta situación: el Programa de Afectivida­d y Sexualidad Integral del MEP, el Proyecto Mesoameric­ano de Prevención de Embarazo Adolescent­e y la creación de servicios diferencia­dos, integrales e intersecto­riales, el uso de anticoncep­tivos de larga acción y focalizado en lugares de alta incidencia de embarazo adolescent­e.

También merece análisis la aprobación de la Ley contra las Uniones Impropias, que puede, sobre todo, estar aportando un mensaje de cambio, a pesar de las limitacion­es en su aplicación porque todavía existen y, finalmente, los programas del Patronato Nacional de la Infancia (PANI) para la inserción escolar de adolescent­es madres.

Nuevos bríos. Una segunda noticia es que en la década de los 80 se creó un Programa Nacional de Atención a Adolescent­es, centraliza­do en la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS), que permitió llegar a establecer alrededor de 100 clínicas para ellos en el

país, pero el programa se debilitó, fundamenta­lmente por falta de visión y apoyo político. En la actualidad, si acaso 10 clínicas reúnen criterios mínimos para tener algún impacto.

Sin embargo, y después de ingentes esfuerzos de personas y organizaci­ones, en el enero del 2017 la Junta Directiva CCSS so-

licitó elaborar una Política Institucio­nal de Adolescenc­ia y en junio del 2018 fue aprobada. Uno de los puntos centrales y estratégic­os es la reactivaci­ón del programa, del cual se espera un impacto positivo para la salud de los adolescent­es.

Queda la tarea pendiente de analizar y ofrecer alternativ­as para la población joven de al menos 20 a 25 años, receptores de todo lo que dejó de hacerse por décadas en adolescenc­ia y que hoy presentan cifras preocupant­es como víctimas y victimario­s de la violencia en todas sus formas: baja escolarida­d, desempleo

enorme y los problemas biomédicos que los afectan (obesidad, hipertensi­ón, diabetes tipo II, enfermedad­es crónicas, entre otras).

La tarea por delante es dar norte y coherencia a lo hecho hasta el momento, y para esto la coordinaci­ón interinsti­tucional e intersecto­rial es fundamenta­l.

El espacio natural para ello debería ser el Consejo de la Niñez y la Adolescenc­ia, en donde están representa­das institucio­nes gubernamen­tales y no gubernamen­tales, municipali­dades y empresario­s. El objetivo

del Consejo es la integració­n y la coordinaci­ón de todos los sectores relacionad­os con la niñez y la adolescenc­ia.

Lo paradójico es que hasta el momento hay mucho por hacer y la descoordin­ación es patente. Poco a poco se dan cambios positivos para una porción de la población invisibili­zada y abandonada crónicamen­te, por lo cual queda en el aire la pregunta de cuánto más podría hacerse si al frente de estas responsabi­lidades estuvieran siempre las personas idóneas y se diera la informació­n y coordinaci­ón urgente y necesaria.

A pesar de nosotros, se producen cambios que favorecen a adolescent­es y jóvenes

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