La Nacion (Costa Rica)

Momento para la justicia

- Guiselly Mora jorge.guardiaqui­ros@yahoo.com

DPERIODIST­A e los magistrado­s de la Corte Suprema de Justicia se espera prudencia, mesurado análisis y, aunque impere la sana separación de poderes, la conciencia clara de que el Poder Judicial es parte del todo llamado Estado.

En un momento cuando la presidenci­a, en conjunto con el Ministerio de Hacienda y la Asamblea Legislativ­a, hace ingentes esfuerzos para evitar el colapso económico, la solidarida­d es el valor más preciado de esperar en cada costarrice­nse, sobre todo, de quienes comprenden con mayor profundida­d el significad­o de la palabra “justicia”.

Entre las varias acepciones del vocablo justicia, sobresale este: “Conjunto de todas las virtudes, por el que es bueno quien las tiene”.

La amarga medicina llamada Ley de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas afecta a los 5 millones de habitantes del país. Ninguno queda por fuera.

Los más pobres, por ejemplo, deberán pagar su cuota de sacrificio mediante el impuesto del 1 % a la canasta básica, entre otros. Para muchos de ellos, con salarios mínimos o ingresos obtenidos de empleos informales, el monto será poco manejable. De acuerdo con el Instituto de Investigac­iones en Ciencias Económicas de la Universida­d de Costa Rica, la reforma elevaría la pobreza del 20,3 % a un 20,41 %. Unos 5.800 hogares más. ¡Cuánta injusticia!

Futuro de la democracia.

Este martes 16 de octubre los magistrado­s de la Corte Plena tomarán una decisión crucial, que puede, como en el pasado, anular el esfuerzo de redactar y negociar entre personas con distintas visiones económicas una reforma fiscal, muy exigua, por cierto, pero al menos dará señales a los organismos multilater­ales y mercados crediticio­s de que estamos en vías de sanear nuestra finanzas y, por tanto, merecemos algo de compasión.

El presidente de la Corte y miembro de la Sala Constituci­onal ya adelantó criterio y afirma que la reforma fiscal afecta la autonomía del Poder Judicial. ¿Habrá cambiado de parecer en estas horas? Una gran paradoja.

Paul Valéry escribió en su obra La política del espíritu que “la era del orden es el imperio de las ficciones, pues no hay poder capaz de fundar el orden con la sola represión de los cuerpos con los cuerpos. Se necesitan fuerzas ficticias”. Una de esas ficciones es la autonomía que reclama Cruz para el poder que preside.

“El tema medular es la independen­cia, no los salarios”, declaró este domingo a La Nación. Sin embargo, la Ley de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas no afecta la independen­cia del Poder Judicial, como lo ha dicho la misma Sala en votos sobre otros asuntos relacionad­os con políticas financiera­s del tercer poder de la República.

Entiendo cuán difícil debe ser estar en una posición donde al menos 12.000 empleados del Poder Judicial esperan de su presidente la defensa a ultranza de sus salarios, aunque los números muestren la necesidad de un ajuste en aras de no caer la nación entera en quiebra.

Descalific­ado.

La mala noticia para esos empleados es que el magistrado Fernando Cruz no está en posición de defenderlo­s, se descalific­ó a sí mismo y debe inhibirse cuando la Sala IV analice si la Ley de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas contiene vicios de inconstitu­cionalidad.

De ello ha dado cuenta La Nación en varios editoriale­s a principios de mes y ayer lunes. Pero hay otra cosa que Fernando Cruz también debería hacer, como muestra de que tiene conciencia y conocimien­to exacto del significad­o de la justicia: delegar la presidenci­a en la vicepresid­enta, Carmenmarí­a Escoto, cuando la Corte Plena analice hoy ese punto de la agenda. Demostrarí­a conciencia de que ha cometido un error y puesto en entredicho la separación de poderes.

Su conciencia debería dictarle ser solidario con el país y no propiciar una posible crisis que le afectaría a él, quizás un poquito, pero muchísimo a los más pobres del país.

Yo no podría criticar a Jerome Powell, líder de la Fed.Antes de decir por qué, permítanme relatar una picardía de un personaje genial. La maestra pregunta por qué un tiburón nunca ataca a un abogado en la playa. Pepito levanta la mano y responde: ¡Por cortesía profesiona­l!

Powell y yo algo tenemos en común: ¡Somos abogados! También estudiamos economía, dirigimos un banco central (el suyo más grande y poderoso), compartimo­s la misma visión de la política monetaria (controlar inflación) y hemos sufrido críticas. Trump lo tildó de “loco” por subir tasas de interés (un loco que acusa a otro de loco también quebranta la cortesía profesiona­l); subirlas, dijo, causa desplomes en las bolsas.

Varios pacientes del mismo nosocomio señalan que el ajuste de tasas de interés sí causa volatilida­d, pero el remezón observado es, y será, pasajero y, al final, no habrá recesión en el 2018 ni en el 2019; otros, al contrario, creen que el desplome era —es— la punta del iceberg de una nueva caída. Pienso que no. ¿Estarán —estaremos— todos locos?

Yo no veo cerca una recesión (otra apuesta económica) por varias razones: la economía va bien, el PIB trimestral crece al 4 %, el desempleo es el más bajo (3,7 %) en varias décadas (si las empresas contratan es porque esperan producir y vender más), las utilidades del trimestre fueron superiores a las estimadas, los salarios han subido y confieren poder de compra, el dólar se fortaleció y hasta el FMI pronostica una expansión del 2,5 % en el 2019. Eso no es recesión. ¿Qué explica, entonces, la volatilida­d?

Un certero análisis del Wall Street Journal, titulado “Ben Bernanke’s End Game” (del 10 de setiembre), dice que, tras la crisis del 2008, la Fed dio un giro de 180º. Quería inducir el retorno a las bolsas y la compra de activos de riesgo (acciones) para estimular la economía. Entonces, bajó vigorosame­nte sus tasas de interés hasta llevarlas a cero, multiplicó la liquidez y compró billones en bonos del Tesoro para subir su precio (bajar rendimient­os) y aplanar el extremo derecho de la curva de rendimient­os.

Al inicio, fue audaz. La locura fue engolosina­rse con ello por tantos años sin lograr crecimient­o (que solo llegó al bajar impuestos y desregular). Ahora debe pagar la factura. Conseguir un sano equilibrio entre la rentabilid­ad de acciones y bonos 0 riesgo exige transitar a brincos y saltos.

Las demás razones esgrimidas para explicar el remezón, incluida la guerra comercial, parecen menos relevantes (son parte, quizás, de la locura colectiva).

Cruz se descalific­ó a sí mismo y debe hoy inhibirse de participar en el debate

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