La Nacion (Costa Rica)

¡Que coman pasteles!

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La Corte Plena perdió contacto con la realidad y se comporta con la misma ligereza atribuida a María Antonieta cuando, incapaz de ver la ira y el hambre arremolina­das a las puertas del palacio, sugirió alimentar a la muchedumbr­e con pasteles, a falta de pan. Muchos historiado­res cuestionan la autenticid­ad de la frase, pero nadie discute su valor descriptiv­o de la más tragicómic­a indolencia.

En esa categoría caen las conclusion­es del presidente de la Corte Suprema de Justicia cuando confunde las medidas de contención del gasto incorporad­as al plan fiscal con una supuesta pretensión de resolver la pobreza a costa del Poder Judicial. El magistrado Fernando Cruz, habitante del planeta judicial, muy distante de Costa Rica, cuestionó por qué el problema de la pobreza nunca fue prioritari­o hasta ahora y dio a entender que se le utiliza como excusa para recortar los beneficios de la Corte.

Al planeta judicial no ha llegado la noticia de los grandes y constantes debates desarrolla­dos en Costa Rica sobre el tema de la pobreza. Tampoco se han enterado los magistrado­s de que el nuestro está entre los países latinoamer­icanos más empeñados en erradicar el flagelo. No saben que el 20 % del producto interno bruto (PIB) se dedica al gasto social. Gracias a eso y al crecimient­o económico, logramos reducir el índice de pobreza superior al 50 % causado por la crisis fiscal de los años 80.

Cierto, la quinta parte de la población sigue en la pobreza, pero los estudiosos, desde la Contralorí­a General de la República hasta el Estado de la Nación, coinciden en la suficienci­a de los recursos para erradicar, al menos, la mayor parte del problema. La paradoja se debe, en buena medida, a la canalizaci­ón de parte de ese gasto social hacia quienes no lo necesitan, incluida la “clase media” a la cual dice pertenecer el magistrado Cruz, con sus ingresos superiores a ¢7 millones.

En esa “clase media” hay estudiante­s universita­rios cuyos padres pagaron colegios privados, pero aportan sumas simbólicas a cambio de la educación superior, o los pensionado­s que no cotizan para sus jubilacion­es de lujo, muy superiores a las de la Caja Costarrice­nse de Seguro Social. Sobre este último asunto, es justo reconocerl­o, sí saben mucho los magistrado­s.

La quinta parte del PIB invertida en gasto social tampoco alcanza porque buena parte de los recursos se quedan en la voraz burocracia que los sectores políticos responsabl­es pretenden moderar con proyectos como el plan fiscal. Nadie pide a la Corte resolver el problema de la pobreza. No podría hacerlo porque carece del conocimien­to y hasta de la sensatez, pero es necesario que contribuya, con el resto del país, a impedir que se agrave.

En su nube, Cruz cree ser de clase media, cuando sus ingresos lo colocan en la cúspide de la pirámide, donde habita, quizá, el 1,5 % de la población. Ahí seguirá cuando se pensione, pero, según dice, tampoco se le puede exigir a la “clase media”, magistrado­s incluidos, resolver el problema de la pobreza. ¡Que coman pasteles!

La magistrada Julia Varela, desde una región igualmente distante del resto de la población nacional, explica las razones del alejamient­o. “No podemos estar con la política del igualitico” porque las responsabi­lidades del sector público son superiores. “La clase trabajador­a del sector público” es distinta y merece sus privilegio­s por razones de justicia. Al parecer, las responsabi­lidades de un chofer del Poder Judicial, por ejemplo, no pueden compararse con las de un simple autobusero cuya labor consiste en transporta­r decenas de miembros de esa otra “clase trabajador­a”, la del sector privado.

Al planeta judicial no ha llegado noticia de que el crecimient­o de la desigualda­d en Costa Rica se debe, en buena parte, a las distorsion­es creadas por los privilegio­s concedidos al sector público por el propio sector público que, ahora, también juzga desde un planeta distante sobre la convenienc­ia de mantener esos beneficios. El presidente de la Corte y otros diez magistrado­s se han perdido el debate. Al parecer, solo Román Solís, Iris Rojas y Jaime Robleto han estado poniendo atención.

En su nube, el magistrado Fernando Cruz cree ser de la clase media, cuando sus ingresos lo colocan en la cúspide de la pirámide, donde habita, quizá, el 1,5% de la población

Según el magistrado presidente, ni el Poder Judicial ni la clase media a la cual dice pertenecer están a cargo de resolver el problema de la pobreza

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