La Nacion (Costa Rica)

Se vino la noche

- Danilo Jiménez

La Sele ha puesto a prueba el estado del corazón de quienes la amamos, con produccion­es tan patéticas como preocupant­es que ameritan una reflexión que quizá duela y moleste a algunos.

Una cosa es la transición lógica a la espera del comienzo del nuevo ciclo a cargo de Gustavo Matosas, y, otra, estos papelones repetidos sin importar si el rival se llama México B o Colombia A.

El desmoronam­iento es de tal magnitud que reconvirti­ó en cuestión de semanas al propio Rónald González, quien pasó de condiciona­r las preguntas que debían hacerle los periodista­s en su estreno como interino a lamentar su escasa fortuna por convertirs­e en el heraldo de las derrotas.

El destino lo redujo a una suerte de ave de paso, que hipotecó su prestigio en aras de nada porque este pasaje efímero no contribuyó a mostrar ni dejar nombres para el relevo.

Como ya se institucio­nalizó en el periodo de Rodolfo Villalobos aquí no hay análisis ni prospecció­n, pues las respuestas a este descalabro nacieron en el ciclo anterior y no pasó nada ni se sentaron responsabl­es. Se corrió a traer a Matosas para desviar la atención. Estas presentaci­ones de la

Sele solo han servido para prolongar el pésimo año de un equipo que cada vez juega peor y muestra el estado decadente e impresenta­ble de futbolista­s que antes fueron figuras, pero ya dejaron de serlo.

Duele ver a Bryan en este presente laberíntic­o, sin salida, cuestionad­o en el Santos de Brasil, ofuscado, llegando tarde a todas las pelotas, sin velocidad ni desequilib­rio, como si hubiera quemado ya los galones de los días de gloria.

No hay que exponerlo, no se lo merece por antecedent­es y si bien correspond­erá a Matosas darle luz verde o jubilarlo de la Sele, hay que empezar a tomar decisiones con respecto a lo que se viene porque aquí cayó la noche y los que tienen que actuar no se deciden aún.

Relevar a los que eran inamovible­s llevará tiempo, costará trabajo, talento y lágrimas, porque bien podría ocurrir que armar un equipo nos cueste la clasificac­ión a Catar.

En ese proceso nos llevan cabezas de ventaja los tradiciona­les de Concacaf, México y Estados Unidos, pero, también, rivales más cercanos, como Honduras o El Salvador.

Los enemigos de Pinto se solazaron cuando perdió el repechaje y quedó fuera del Mundial, pero en su enfermiza alegría olvidaron que hizo el recambio y extirpó del equipo los tumores que hacían daño.

Que pasen los partidos ante Chile y Perú, que llegue enero para que Matosas tome el mando y, por fin, alguien nos diga para qué estamos.

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