La Nacion (Costa Rica)

La economía y la crisis climática

- José Antonio Ocampo

BOGOTÁ – La semana pasada ocurrieron dos hechos importante­s que inciden directamen­te en el debate internacio­nal sobre el cambio climático y el modo de enfrentarl­o. El primero fue la publicació­n de un informe del Grupo Interguber­namental de Expertos de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que expone con precisión lo que hay que hacer para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París sobre el clima (2015). El segundo fue el anuncio de que William Nordhaus, economista de la Universida­d Yale, recibirá el Premio Nobel de Economía de este año (compartido) por su trabajo para “integrar el cambio climático al análisis macroeconó­mico a largo plazo”.

El primer hecho debería ser un llamado de atención para la comunidad internacio­nal. El informe del IPCC exhorta a los gobiernos a tomar medidas urgentes para lograr una reducción considerab­le de las emisiones de gases de efecto invernader­o durante la próxima década. Advierte de que si se permite un aumento de la temperatur­a global media superior a 1,5 °C –o en el peor de los casos 2 °C– por encima de los niveles preindustr­iales, las consecuenc­ias pueden ser catastrófi­cas, y comenzarán a sentirse ya en el 2040.

Peor aún, el informe muestra que las “contribuci­ones determinad­as a escala nacional” (NDC), que los países firmantes del Acuerdo de París determinan en forma voluntaria, son muy insuficien­tes.

Incluso si se cumplen, la media de temperatur­as globales habrá aumentado más de 3 °C en el 2100, y seguirá subiendo después de eso. Es evidente que llegado el momento de revisar las NDC, las autoridade­s deberán aumentarla­s considerab­lemente.

Pero se necesitan acciones sustancial­es mucho antes del 2030. De lo contrario, el mundo sufrirá daños irreversib­les en la forma de aumento de nivel de los mares, pérdida de biodiversi­dad y deterioro de ecosistema­s terrestres y marinos, incluida la posible extinción de los arrecifes de coral de todo el mundo. Estos hechos tendrán un grave impacto sobre los suministro­s de agua y los estándares de vida y sanitarios de la

JOSÉ ANTONIO OCAMPO es integrante de la Junta Directiva del Banco de la República de Colombia, profesor en la Universida­d de Columbia y presidente del Comité de Políticas de Desarrollo del Consejo Económico y Social de la ONU. © Project Syndicate 1995–2018

población mundial. Y no hace falta decir que a mayor calentamie­nto, peores serán los efectos.

Que se haya elegido a Nordhaus para recibir el Premio Nobel es auspicioso. Pero, aun así, hay que señalar que su metodologí­a para estudiar el cambio climático tiende a ser bastante conservado­ra, es decir, gradualist­a.

Nordhaus se basa en el análisis económico tradiciona­l, que “descuenta” el valor actual del consumo futuro según la tasa de rendimient­o del capital (tipo de interés). Es decir, cien dólares dentro de medio siglo pueden valer quince dólares, diez o incluso menos hoy, según el tipo de interés usado. Pero toda iniciativa para combatir el cambio climático supone costos en el presente, que son necesariam­ente superiores a valores actuales. Eso lleva a recomendar que esos costos se vayan abonando lentamente.

El problema de esta metodologí­a es que es injusta para las generacion­es futuras (que no pueden incidir en las decisiones actuales) porque, por definición, calcula su bienestar a un valor descontado.

Si nos tomamos en serio la equidad intergener­acional, el principal factor que debemos tener en cuenta es el grado de mejora de las tecnología­s futuras respecto de las actuales. Es decir, la tasa de descuento socialment­e adecuada debería ser la tasa de cambio tecnológic­o, que es mucho menor que los tipos de interés del mercado.

Además, puede decirse que el análisis económico tradiciona­l es injusto no solo hacia las generacion­es futuras, sino también hacia los individuos: preguntémo­sle a un anciano que tenga una pensión inadecuada (o inexistent­e) si su bienestar actual vale menos que su consumo pasado.

Una metodologí­a mucho mejor la desarrolló Nicholas Stern, de la London School of Economics. En su ahora famoso informe sobre la economía del cambio climático, ya en el 2006 Stern pedía acelerar las acciones para combatirlo. En su opinión, el costo de un calentamie­nto global descontrol­ado superaría con creces el gasto de enfrentarl­o a tiempo.

Otra alternativ­a la desarrolló Martin Weitzman, de la Universida­d Harvard. Weitzman se basa en herramient­as analíticas similares a las que usa Nordhaus, pero su trabajo también tiene en cuenta los riesgos catastrófi­cos asociados con el cambio climático. En tal sentido, su metodologí­a es similar a la del IPCC y a la del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que concluyero­n que un calentamie­nto global superior a ciertos niveles tendrá efectos realmente desastroso­s.

En mi opinión, el Comité del Nobel tendría que haber reconocido no solo a Nordhaus, sino también a algunos de estos otros economista­s del cambio climático, en particular Stern. El hecho es que la humanidad no puede permitirse encarar esta cuestión gradualmen­te. El

Informe Stern, el más reciente del IPCC y el PNUMA coinciden en que es necesario incrementa­r sustancial­mente los esfuerzos actuales de reducción de las emisiones.

Lo anterior implica acelerar la transición global a tecnología­s de energía limpia (incluido el sector transporte), mejorar la eficiencia en la producción y el consumo de energía, revertir la deforestac­ión, mejorar el uso de la tierra y promover innovacion­es tecnológic­as que faciliten todos estos procesos.

El mensaje del informe del IPCC es claro. Todos los países deben incrementa­r sus metas de reducción de emisiones y reforzar sus compromiso­s conforme al Acuerdo de París. Y el país que es históricam­ente responsabl­e de la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernader­o –Estados Unidos– debe volver al Acuerdo y mostrar liderazgo en la cuestión una vez más. ■

El hecho es que la humanidad no puede permitirse encarar esta cuestión gradualmen­te

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