La Nacion (Costa Rica)

Príncipes

- Armando Mayorga JEFE DE REDACCIÓN amayorga@nacion.com

La reforma fiscal puso al descubiert­o a aquellos que se sienten príncipes. De verdad que se la creen.

Creen ser dignos de los mayores privilegio­s salariales por suponer que son los que más aportan en trabajo a Costa Rica. Su reinado lo declaran intocable al proclamars­e independie­ntes, autónomos, aunque en materia de dinero son dependient­es, en cada cinco, de la recaudació­n de impuestos que hace el Poder Ejecutivo.

En nombre de su autogobier­no, han gastado el dinero público sin mayor restricció­n, al punto de que no se imponen topes en pluses o montos de pensiones.

Unos cuantos –la cúpula de cada principado– aprueban el pago de sobresueld­os a sus subalterno­s y, de paso, ellos también salen beneficiad­os con incentivos cuyo costo no para de crecer.

Ese autogobier­no es una figura comodísima: “Papá Estado” está obligado a firmar el cheque, haya o no haya plata en caja, pero los príncipes no creen tener la obligación de gastarlo con mesura.

Por eso, la guerra principesc­a contra la reforma fiscal, porque al fin, llega una propuesta de ley que les aprieta la faja. De seguro, ningún costarrice­nse quiere pagar más impuestos y cada uno tiene excusas válidas. No solo los príncipes.

Habrá quien diga que el 13% a Netflix atenta contra la libertad de ver películas; no faltará quien alegue que el tributo a los gimnasios contravien­e su derecho a la salud; o que el impuesto del 1 % a la canasta básica vulnera su sana alimentaci­ón… Incluso, los periodista­s podríamos sacarnos de la manga la excusa de que el paquete tributario quebranta la libertad de expresión, pues al tener menos ingresos por el pago de más impuestos, caeremos en las malas tentacione­s… pretextos, con o sin sentido, habrá miles y los príncipes son expertos en evasivas para evadirse del plan fiscal.

El país llegó a esta reforma fiscal porque los reinados han promovido el gasto sin tope y ninguna cúpula ha intentado, siquiera, moderarlo al punto de que los incentivos, por ejemplo, los pagan sin medir resultados.

El déficit fiscal nos tiene ahogados; la desacelera­ción económica es mayor día a día, motivo para que los príncipes pongan los pies en la tierra junto con el pueblo.

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