La Nacion (Costa Rica)

‘Aquí, el VAR soy yo’

- hidalgo.amado36@gmail.com Amado Hidalgo PERIODISTA

En ninguna profesión se permite semejante excusa: “Uy, director, maté a otro en el quirófano, pero es que uno es humano”. “No te preocupes, déjalo así y vamos a seguir practicand­o”.

He dicho que el aficionado al fútbol debe asumir el error como parte del juego, pues todos nos equivocamo­s, más si nos toca rendir un examen entre 22 tipos que presionan en la cancha, dos que gritan desde la banca, miles que lo hacen en las gradas y muchos más que se creen expertos desde la butaca de la sala, con repeticion­es a placer.

No me voy a quitar de lo que dije, pero el árbitro, y la comisión que los dirige, deben entender que todo tiene un límite, que esa condición de humano, no puede ser utilizada como chaleco antibalas de tiempo completo.

Una cosa es pitar mal una jugada en un partido y otra equivocars­e en cuatro o cinco decisivas. Es tolerable que un árbitro tenga una mala tarde y que, para su desgracia, le toque el juego donde Poveda o Ramón Luis lo dejan en paños menores.

Pero de vez en cuando sería bueno reflexiona­r si los árbitros, y la misma Comisión, están en capacidad óptima de hacer su trabajo. O si, más bien, esa “condición de ser humano imperfecto que se equivoca como todos”, es una excusa para disfrazar la mediocrida­d.

Porque, entonces, bueno sería que les cambien el patrocinio. Podría ser una clínica psicológic­a. La leyenda en la camiseta: “Perdonar nos libera”. O una iglesia: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. O un instituto prodefensa del árbitro: “Nosotros también somos humanos”.

Más en serio. Hay gente incapaz en todas las profesione­s. El poder es el arma más difícil de manejar y muchos buscan trabajos donde puedan detentarlo. La mezcla de la incapacida­d con el gustillo por el don de mando, es un coctel peligroso.

Por eso, aunque los he defendido, porque “todos somos humanos”, en momentos como estos, donde los malos arbitrajes se convierten en una epidemia de fin de semana, pienso si no será una alcahueter­ía usar ese argumento.

Me asalta la duda de si, en realidad, algunos no sirven y están mal ubicados en su vida. Y lo digo, sobre todo, porque si cualquier humano se equivoca en su trabajo, al día siguiente de la regañada, segurament­e llegará sin poses, agradecido con la vida y con el jefe porque “no le cortó el rabo”.

No llega con esa actitud de “mírame feo y te mando a bañar”, con un rótulo en la frente de: “Aquí, el VAR soy yo”. Y al menos intenta, aunque sea por un rato, no cometer los mismos errores.

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