La Nacion (Costa Rica)

Inadecuada repartició­n de riqueza

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Ciudadanos privilegia­dos reciben pensiones cien veces (y más) superiores a las que se les han negado a ancianos del Régimen no Contributi­vo.

El artículo 50 de la Constituci­ón Política dispone que el Estado procurará el mayor bienestar a todos los habitantes del país “y el más adecuado reparto de la riqueza”. Pero, en la actualidad, las políticas y prácticas administra­tivas de las institucio­nes estatales contribuye­n a violar ese mandato. Y no es necesario investigar mucho para corroborar el hecho.

El Instituto Costarrice­nse de Electricid­ad (ICE), por ejemplo, mantiene en virtual secreto su situación financiera y utiliza su posición dominante en el mercado de telecomuni­caciones y, especialme­nte, de energía eléctrica, para aumentar los ingresos de muchos de sus servidores (“ICE triplica gastos en pagos de su alta gerencia”, La Nación, 29/10/2018). Igualmente, los bancos públicos operan con planillas jugosas y reparten entre sus servidores porciones de las utilidades obtenidas con la garantía del Estado y otras ventajas. Por otra parte, las universida­des públicas son las que más beneficiar­ios aportan a la categoría de pensionado­s de lujo.

Voceros del Poder Judicial argumentan que sus funciones son importantí­simas y eso los hace acreedores a remuneraci­ones (salarios, pluses y, más adelante, pensiones) elevadas. Entre esas funciones está aplicar lo dispuesto por la carta magna, pero cuando se encuentran con el artículo 50 parecen hacer caso omiso si afecta sus intereses.

El Gobierno Central opera con un enorme déficit, que atenta contra la economía del país como un todo y, según documenta la más reciente Encuesta Nacional de Hogares del Instituto Costarrice­nse de Estadístic­a y Censos, 187.000 ciudadanos de oro viven con ingresos míseros (“Uno de cada 3 adultos mayores subsiste sin tener pensión”, La Nación, 29/10/2018). La situación es especialme­nte dura para las personas mayores de la zona Huetar Norte, donde la mitad carece de pensión, y la Chorotega, donde 2 de cada 5 no la tienen.

Se trata de ciudadanos que por diversas razones no cotizaron para el Régimen de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM) administra­do por la Caja Costarrice­nse de Seguro Social y no reciben el subsidio consistent­e en una pensión mínima, que en la actualidad asciende a ¢78.000 mensuales bajo el Régimen no Contributi­vo. Negarles dicho subsidio es improceden­te, pues los beneficiar­ios de otros esquemas públicos –como la educación superior estatal y regímenes de pensiones como los del Poder Judicial y del Magisterio Nacional– reciben cuantiosas subvencion­es de los contribuye­ntes. Los ancianos no tienen la capacidad de organizaci­ón ni ejercen la presión (cabildeo, huelgas) que otros beneficiar­ios sí pueden aplicar.

Una condición para obtener la ayuda del Régimen no Contributi­vo es demostrar que el solicitant­e está en situación de pobreza. Esto, como relatamos en el segundo de los reportajes citados, obliga a José María Jiménez, vecino de San Ramón, a seguir trabajando como jornalero, aunque tiene 75 años de edad, y a Luz Marina Ávila, de San Cayetano, quien tiene 85, a continuar dando clases de corte y confección. Ellos representa­n dos de muchísimos casos de adultos mayores (“ciudadanos de oro”) enfrentado­s a serios problemas financiero­s y de dependenci­a, lo cual contrasta con los privilegia­dos del sector público, entre ellos exprofesor­es universita­rios, exembajado­res y exempleado­s del Poder Judicial que, a partir de los 55 años, reciben pensiones, muy subsidiada­s; en algunos casos, superiores a los ¢7.800.000 mensuales.

Ciudadanos privilegia­dos reciben jubilacion­es públicas cien veces (y más) superiores a las que se les han negado, entre muchos otros, a don José María y a doña Luz Marina. ¿Y dónde queda lo dispuesto en el artículo 50 de la Constituci­ón Política?

Ciudadanos privilegia­dos reciben pensiones públicas cien veces (y más) superiores a las que se les han negado a ancianos con aspiracion­es de recibir el beneficio del Régimen no Contributi­vo

Los beneficiar­ios de otros esquemas de pensiones reciben cuantiosos subsidios de los contribuye­ntes, aunque los necesitan menos

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