Día de los Difuntos transcurre entre la tradición y el negocio
Ayer, víspera del Día de los Fieles Difuntos, en los cementerios hubo más actividad de lo usual.
Seres queridos y obreros rompieron la habitual soledad de los camposantos para lavar, decorar o restaurar las bóvedas. Los cementerios General y de Obreros, entre otros, recibieron la visita de cientos de personas.
“A mi mamá no le gusta el tumulto. Por eso, prefiere venir antes a decorar”, dijo Rocío Jiménez, vecina de Hatillo, quien este miércoles visitó junto a su madre, Ester León, la tumba de Carlos Jiménez, papá y esposo fallecido en diciembre pasado.
Para León, última hermana viva de seis, es una tradición visitar las bóvedas de sus familiares cada noviembre. “Ahí se va deshaciendo la familia, y van quedando los jóvenes”, afirmó.
En el Cementerio General, Marielos Mora y su sobrino Miguel Ángel López raspaban la pintura vieja de la tumba del esposo de Mora, para luego pintarla de blanco.
Aunque Mora no acostumbra ir al cementerio para esta fecha, creyó necesario tener un gesto de agradecimiento con Luis Francisco Rímolo, quien murió hace 32 años. “Gracias a él, estoy bien económicamente. Bien que mal, es una pensión, una plata que tengo ahí segura”, contó Mora.
Lo que no hace ella es llevarle flores, pues afirma que no tiene sentido. “Una vez vi una serie de extraterrestres que hablaban con una persona y decían: ‘Son muy raros los humanos, les dan flores a las personas ya cuando están muertas’”, recordó Mora. Menos gente cada año. El panteonero Geovanny Coronado aseguró que este jueves subirá la asistencia a los cementerios, aunque la tradición pierde más fuerza cada año, según opinó.
Lo atribuye, en parte, a la tec-
nología: las familias le piden una foto de la bóveda renovada y la comparten por redes sociales, por lo que deja de ser necesario visitar el sitio.
Pese a eso, las labores de restauración en el camposanto siguen representando un buen ingreso para él.
En el Cementerio General señaló enchapados por los que cobró de ¢600.000 en adelante, y la tarde del miércoles se ganó ¢35.000 por chapear y echar tierra alrededor de una bóveda.
“Para uno (este trabajo) es entretenido y desestresante”, manifestó Harry Brenes, quien cortaba la hierba alrededor de una tumba antes de dirigirse a arreglar el jardín de los sepulcros de su papá y su esposa. Él tampoco es asiduo a dejarles flores. “Cuando uno vuelve a ver, ya se las han llevado”, aseveró.
Sin embargo, es indiscutible que las flores siguen siendo un elemento central del Día de los Difuntos.
“Trabajamos mucho en línea, un 90% de lo que vendemos es por teléfono o por Internet. Para esta fecha, viene, más que todo, gente mayor”, aseguró Kattia Chinchilla, de la floristería Colón, ubicada al frente del Cementerio de Obreros.
“Para el 2 de noviembre, se triplican las ventas presenciales”, agregó.
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