La Nacion (Costa Rica)

Educadores sin vocación

- JEFE DE INFORMACIÓ­N Ronald Matute

Un día de estos, revisando las fotos para un artículo, vi a mi escuela convertida en un desolado edificio debido a la huelga de educadores.

De inmediato, rememoré mis correrías infantiles por las aulas, los pasillos y el enorme patio de la escuela Miguel Obregón Lizano, en Tibás.

Recordé a la niña Aitza, una maestra de cepa, de fuerte carácter, pero con un corazón tan grande como su infinito carisma para formar.

Camadas de tibaseños aprendimos con ella español, matemática­s y geografía. Pero también recibimos inolvidabl­es lecciones sobre valores y principios.

¡Ay de quien se jalara una torta! La niña Aitza tenía un pulso infalible con el borrador, pero siempre tuvo un abrazo y una sonrisa para premiar el esfuerzo.

Ella nunca nos dejó botados ni nos negó el derecho a la enseñanza.

Por eso, al ver ahora los salones casi vacíos de mi escuela y los de muchos otros centros educativos del país, me invade un profundo pesar.

Los acontecimi­entos de los últimos dos meses han desnudado el agudo deterioro y desgaste que carcomen al cuerpo docente del país.

Cuando se apaga la vocación no causa sonrojo mantener aulas y comedores escolares cerrados, ni dejar calificaci­ones incompleta­s.

Cuando se apaga la vocación no conmueve ver a los estudiante­s de quinto año encarar las pruebas de bachillera­to sin suficiente preparació­n.

Cuando se apaga la vocación no aflige la zozobra de miles de alumnos, y de sus familias, que a estas alturas no saben si van a pasar el año.

Cuando se apaga la vocación se considera válido quedarse viendo tele en la casa, hacer mandados o salir de paseo con todo pagado.

Afortunada­mente, todavía muchos docentes tienen claro el importante papel que desempeñan en la sociedad.

Compartan el espíritu de la lucha gremial o no, ellos entienden que su trinchera es el aula y sus alumnos no deben pagar los platos rotos.

En las contadas ocasiones en que me encuentro con la niña Aitza, corro a su encuentro para darle un saludo cargado de respeto.

¿Qué pensarán hoy los estudiante­s sobre los educadores que se olvidaron de ellos en esta huelga?

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