‘A mi hija el corazón la traicionó con ese sujeto’
Solidaria. Angélica Fallas intentaba ayudar a salir de las drogas al hombre que se convirtió en su victimario
“ÉL (ABARCA) LE HIZO LAVADO DE CEREBRO TERRIBLE, LA LLEVÓ A LA MUERTE Y ELLA NO SE DIO CUENTA DEL RIESGO EN EL QUE ESTABA (...). ELLA NUNCA TUVO MIEDO NI NADA (...), SE ECHÓ LA RESPONSABILIDAD DE AYUDARLE ENCIMA.
’’ Ana Ruth Romero
Madre de víctima
PÉREZ ZELEDÓN. “Mi hija conoció a ese sujeto cuando él estaba comiendo basura detrás de un supermercado de aquí, de Pérez Zeledón. A ella le impactó ver que era un muchacho joven, le preguntó que si estaba con hambre, lo montó al cajón del carro y se lo llevó a comer, así fue como comenzó a hablar con él”.
De esa forma recuerda Ana Ruth Romero Quirós, de 55 años, el primer contacto que tuvo su hija, Angélica Esperanza, con el sospechoso del crimen.
El cuerpo de la hija fue ubicado el 26 de octubre dentro de un apartamento ubicado en Villa Nueva de Pérez Zeledón, pero las autoridades judiciales presumen que murió unos días antes.
Wálter Espinoza Espinoza, director del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), afirmó tres días después del descubrimiento del crimen que Fallas murió por “asfixia de naturaleza homicida”.
Acercamiento solidario. Fue en febrero anterior cuando Angélica Fallas Romero conoció al hombre de apellidos Abarca Duarte.
Ella se le acercó empeñada en ayudarlo para que dejara las calles y las drogas. En al menos dos ocasiones lo llevó a un centro médico para que comenzara un tratamiento que le permitiera rehacer su vida.
Poco después, él se convirtió en su compañero sentimental.
Para doña Ana, lo que hizo Angélica es solo un reflejo del buen corazón que tenía, dispuesto a ayudar en todo momento y a mover sus contactos a favor de los más necesitados.
“A mi hija el corazón la traicionó (...), ella nunca tuvo miedo ni nada y cuando ese muchacho le contó que fue criado en el Hogar Ama (para niños en riesgo), se familiarizó más con la situación porque ella ayudaba ahí, por lo que se echó encima toda la responsabilidad de él.
“Luego de una reunión con personas del colegio técnico profesional de acá, quienes estaban preocupados por él, le consiguieron ropa y donaciones, pero él se escapó a San José y allá se metió en un problema, y a los 15 días apareció de nuevo pidiendo ayuda”, explicó la madre de Angélica a La Nación, el jueves pasado.
Doña Ruth y su esposo siempre desconfiaron de Abarca, ya que no veían ningún cambio, pese a toda la ayuda que recibía.
Por esa desconfianza es que doña Ana cree que su hija nunca reconoció que tenía una relación sentimental, y no les dijo que dejaba la casa para vivir con él en un apartamento.
En los primeros días de octubre, los parientes descubrieron que ella (de 29 años) y el hombre (24) compartían techo. Decidieron mantenerse en contacto con su nieto para velar porque todo transcurriera en calma.
“Mi hija siempre lo quiso ayudar. Un domingo lo encontró en la calle y lo trajo aquí, le pregunté que por qué lo había traído y ella me dijo que porque él estaba mal, que lo llevaría al hospital al día siguiente, pero como le dije que no se podía quedar aquí, se lo llevó al centro médico luego de que el muchacho se bañó y comió.
“Cuando salió de ahí había que llevarlo al IAFA (Instituto de Alcoholismo y Farmacodependencia), pero le dije a mi esposo que se lo llevara él, que no fuera Angélica. A ella no le gustó mucho que al final lo dejara donde la familia de él. A los días volvió a llamarla”, recordó doña Ana Ruth.
Los padres de Angélica tam-
poco se enteraron de que ella había acudido a instancias judiciales para solicitar medidas de protección contra Abarca. El hecho los sorprendió.
De acuerdo con los datos que han recopilado luego de la muerte, el problema ocurrió en julio, cuando al parecer Abarca estaba ebrio, empujó a Angélica y la golpeó. Sin embargo, ella nunca contó nada.
Tiempo después, ella misma pidió que levantaran la medida, aunque esa solicitud no se había concretado para el día en que ocurrió el asesinato según informó la Fiscalía Adjunta de Género el 29 de octubre.
Para doña Ana Ruth, la única explicación de lo ocurrido es que Abarca se aprovechó del buen corazón de su hija y la manipulaba.
“Lo que siento en mi corazón es que él le hizo lavado de cerebro terrible, la llevó a la muerte y ella no se dio cuenta del riesgo en el que estaba”, aseguró.
Abarca estaba inscrito en la planilla de As Puma Generaleña, equipo de la Liga de Ascenso. Actualmente, descuenta seis meses de prisión preventiva, mientras es investigado por el delito de feminicidio, informó el Ministerio Público.
Presentimiento fatal. El viernes 26 de octubre, doña Ana Ruth se despertó para hacer desayuno, pero antes revisó su celular y vio que la última conexión de su hija al sistema de mensajería WhatsApp fue dos días antes, cuando conversaron por esa vía.
De inmediato, según cuenta, sintió un dolor en el pecho y una carga “terrible”, por lo que le dijo a su esposo, Víctor Rodolfo Fallas Rojas (60 años), que le habían matado a su hija menor. Por supuesto, él no lo creyó.
Ese mismo día en la tarde, un amigo de la familia llegó de visita y doña Ana le pidió llorando que fuera a buscar a Angélica.
El allegado llegó al apartamento de la pareja; todo estaba cerrado, pero ahí estaba el carro de Angélica.
La zozobra de doña Ana Ruth no se detuvo. Horas más tarde, fue don Víctor quien llegó a la casa donde vivía su hija y al no ver movimiento llamó a la Policía. Cuando el encargado de los apartamentos les abrió la puerta encontraron el cuerpo.
“Ella siempre me escribía y me llamaba; el miércoles hablamos por última vez, el jueves no supe de ella, pero creía que algo pasaba con el teléfono, porque no era normal que ella no se comunicara. El viernes amanecí con esa carga terrible y por la tarde nos enteramos de lo sucedido”, rememoró doña Ana en el corredor de su casa, desde donde se ve el pick-up negro que utilizaba Angélica.
Recuerdos diarios. La familia Fallas Romero no se repone de lo sucedido, ya que además de perder a Angélica afrontan también la partida del hijo de ella, de 9 años, luego de que su padre se lo llevara a vivir con él a Grecia, en Alajuela. El hombre, de apellido Víquez , y Angélica estaban divorciados desde hacía cuatro años, pero como iba a trabajar cada cuatro semanas a Pérez Zeledón , compartía con el niño.
El menor se crió cerca de los abuelos en Yucatán de Pérez Zeledón, estaba a solo tres kilómetros. Ahora los separan 182 km. “Mi nieto se ha enterado de pocas cosas, pudimos sostener la situación para hacerle el menor daño posible, pero el papá dijo que ahora él se iba a encargar de criar a su hijo. Es responsable y tiene estabilidad, pero de alguna forma, aunque no perdimos a mi nieto, ya no lo tenemos como antes”, lamentó.