La Nacion (Costa Rica)

Retos y riesgos en el Brasil de Bolsonaro

- Daniel Zovatto DIRECTOR REGIONAL DE IDEA

No hubo sorpresa en el balotaje brasileño del pasado 28 de octubre. Jair Mesías Bolsonaro, candidato hasta ahora del minúsculo Partido Social Liberal, convertido tras las elecciones del pasado 7 de octubre en la segunda bancada más numerosa del legislativ­o, derrotó de forma clara, 55,13 % a 44,87 %, a Fernando Haddad, candidato sustituto del expresiden­te Lula da Silva, del Partido de los Trabajador­es, fuerza política que gobernó Brasil entre el 2003 y el 2016.

La victoria de Bolsonaro se explica por varias razones, pero, sobre todo, porque logró con su propuesta de “limpiar la política” canalizar a su favor el fuerte sentimient­o antiPT y anti-Lula. También contribuyó la profunda desafecció­n que existe hacia los partidos tradiciona­les. Además, Bolsonaro (quien no se vio salpicado por el megaescánd­alo Lava Jato) capitalizó el enojo ciudadano frente a la mediocre situación económica (bajo crecimient­o y elevado desempleo), la extendida corrupción y los altos niveles de insegurida­d. A ello debemos agregar su capacidad para articular una amplia red de alianzas con los evangélico­s, el mercado y un amplio sector de militares retirados, varios de los cuales estarán en su gabinete.

Los retos del futuro. Los principale­s desafíos que tendrá que afrontar el futuro gobierno giran en torno a cuatro aspectos principale­s: la delicada situación económica, el grave problema de la insegurida­d (64.000 homicidios al año), la lucha frontal contra la corrupción y los lineamient­os de la nueva política exterior.

Para afrontar estos retos, Bolsonaro ya ha fichado a tres hombres fuertes, quienes desempeñar­án un papel central en su futuro gabinete. El cuarto nombre, quien tendrá la responsabi­lidad de liderar Itamaraty (Ministerio de Relaciones Exteriores), será anunciado en breve.

Onyx Lorenzoni, como ministro de la Casa Civil, tendrá la responsabi­lidad de tejer las alianzas que garanticen la gobernabil­idad en un Congreso muy fraccionad­o donde el PSL solo tiene 52 diputados de los 513 que componen la Cámara. La nueva administra­ción encontrará sus primeros apoyos en las bancadas temáticas (las famosas tres bes: bala, biblia y buey) y en febrero, probableme­nte, muchos diputados decidirán cambiar de partido —como lo permite la ley— y terminarán engrosando las filas del PSL. Pero el ejecutivo necesitará, para llevar a cabo sus reformas más ambiciosas, cerrar acuerdos también con los partidos tradiciona­les de centrodere­cha (PSDB y MDB) y derecha (DEM).

Solo si asegura una amplia mayoría legislativ­a, Bolsonaro podrá hacer frente al principal desafío del país: el económico; ámbito en el que existen dos problemas principale­s: uno agudo, su alto déficit fiscal; el otro crónico, su bajo nivel de crecimient­o, combinado con un elevado desempleo (13 millones de personas). Para resolver el primero, es imprescind­ible hacer la reforma del sistema de pensiones. La respuesta al problema crónico pasa por abrir la economía.

El mercado le dio a Bolsonaro un voto de confianza, pero no un cheque en blanco. Fitch Rating ya le envió un primer mensaje advirtiénd­ole que “persisten las incertidum­bres sobre el ritmo y la profundida­d de las reformas en un momento cuando las presiones en cuanto al déficit y la deuda son altas”.

El mercado también observa con especial atención cuáles son las principale­s propuestas del superminis­tro de Economía, el ultraliber­al Pablo Guedes. Las dos principale­s prioridade­s se relacionan con el plan de privatizac­iones de un gran número de las 141 empresas públicas existentes y la reforma del sistema de pensiones que ya consume el 40 % del gasto público.

Por ello, sin estas reformas será imposible reducir el déficit fiscal (7.5 % del PIB) y la abultada deuda pública (cercana al 80 % del PIB) a menos que se aumenten los impuestos, pero estos ya son muy altos; la carga tributaria es del 35 % del PIB.

Moro. El tercer ministro de peso, Sergio Moro (“juez estrella” del Lava Jato y quien envió a la cárcel, entre otros, a Marcelo Odebrecht y a Lula), encabezará el Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, con el desafío de liderar una rápida y eficaz lucha contra la corrupción y la insegurida­d, pero en el marco del respeto de la Constituci­ón y los derechos humanos.

Cabe señalar que esta decisión de Moro (quien en el 2016 negó categórica­mente su pase de la justicia a la política) disparó todo tipo de reacciones. Mientras un primer grupo le brinda apoyo y un segundo lo acepta con reservas, un tercer grupo argumenta que con su ingreso al gobierno Moro arriesga afectar la credibilid­ad de Lava Jato a la vez que arroja dudas acerca de la imparciali­dad de su lucha contra la corrupción.

Finalmente, en materia de política exterior, urge que Bolsonaro confirme la persona encargada de liderar Itamaraty para evitar dañar relaciones con socios estratégic­os, como consecuenc­ia de diversos anuncios contradict­orios que tanto el presidente electo como Guedes han formulado durante la etapa de transición. Bolsonaro expresó su intención de alinearse con los EE. UU. y señaló que Trump es uno de sus referentes más importante­s.

Su intención, ahora en suspenso, de trasladar la embajada brasileña de Tel Aviv a Jerusalén ha generado malestar en el mundo árabe. La relación con China (con la cual Brasil tiene un superávit comercial de $20.000 millones) ha sido hasta ahora áspera y con idas y venidas.

Ha prometido, asimismo, “desideolog­izar” los vínculos de Brasil con el mundo y preferir negociacio­nes comerciale­s individual­es entre países ajenos a la estructura de bloques. En este contexto se inserta su apuesta de abrir y flexibiliz­ar al Mercosur sin que ello implique abandonarl­o, anuncio que coincide con las negociacio­nes que actualment­e este bloque lleva a cabo con la UE para firmar un acuerdo de libre comercio.

Reflexión final. Dos décadas después de la llegada del chavismo al gobierno de Venezuela, movimiento liderado por un candidato antisistem­a y populista de izquierda, otro exmilitar, Bolsonaro, vistiendo también el traje de candidato antisistem­a, ha prometido resolver los graves problemas que aquejan al país más grande de la región con una propuesta populista de extrema derecha.

Bolsonaro, al igual que lo fue Chávez en su inicio, es una incógnita. A partir del 1.° de enero del 2019, como bien apunta Bastos Arantes, se abren tres escenarios: un gobierno basado en un presidenci­alismo de coalición respetuoso de la Constituci­ón, un régimen basado en un “autoritari­smo legal” o un gobierno sin rumbo definido, paralizado como consecuenc­ia del enfrentami­ento institucio­nal y social, que arriesga terminar en un juicio político.

Los tres escenarios están abiertos. Esperemos que la democracia brasileña corra mejor suerte que la sufrida Venezuela. ■

Esperemos que la democracia brasileña corra mejor suerte que la sufrida Venezuela

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