Las elecciones, Trump y los sexos
Lo que sigue es una versión ampliada de unos comentarios radiofónicos que suelo hacer cada semana. Me parece esencial examinar los comicios de midterm en Estados Unidos. Lo que sucede en Estados Unidos estremece al resto del planeta.
Fueron planteados como un plebiscito sobre Donald Trump y se repitió el resultado electoral de noviembre del 2016. Grosso modo, los republicanos ganaron en las zonas “rurales” y los demócratas en las “urbanas”.
De ahí la disparidad en los mapas electorales. Las superficies rojas (republicanas) son mucho mayores que las azules (demócratas), aunque menos pobladas.
Los republicanos se impusieron entre los electores no universitarios y los demócratas entre los que terminaron sus cuatro años de college.
Las mujeres votaron más por los demócratas y los hombres, por los republicanos. En general, las minorías optaron por los demócratas, incluidos los vastos grupos que se identifican por sostener relaciones sexuales no convencionales.
En definitiva, ¿quién triunfó en las elecciones norteamericanas del 6 de noviembre pasado? Los republicanos y los demócratas dicen que ganaron. Quizás los dos tienen razón.
Razones. Los republicanos porque conservaron el Senado y aumentaron su ventaja. Los demócratas porque ganaron la Cámara de Representantes y obtuvieron otras gobernaciones.
En todo caso, no fue una barrida demócrata ni republicana. Trump consiguió el triunfo de 9 de los 11 candidatos que defendió públicamente y por los que hizo campaña –lo que no está nada mal–, pero de ahora en adelante tendrá que negociar con los demócratas de la Cámara toda medida que proponga. Naturalmente, le amargarán la vida.
En todo caso, sí hay un claro triunfador: la diversidad. La diversidad de una sociedad que cada día es más plural porque las electores y elegidos salen de los clósets y asumen públicamente identidades particulares.
Recuerdo haberle preguntado a Jaime Bayly por qué salió del clóset y su respuesta fue genial: “Había tanta gente que el calor era insoportable”. Su más reciente novela, Pecho
frío, es magnífica.
Diversidad. Por primera vez, hay más de 100 mujeres en el Congreso de un total de 435 representantes. Jamás hubo tantas. Fueron elegidas 9 gobernadoras de un total de 50 estados. Por primera vez, habrá una musulmana en el Congreso, a la que se suma una indígena.
Ha sido reelegida gobernadora de Oregón una señora bisexual, casada, que no oculta sus preferencias. Nació, por cierto, en Torrejón de Ardoz, comunidad de Madrid.
Simultáneamente, ha sido elegido Jared Polis gobernador de Colorado, empresario y filántropo de 43 años que es abiertamente gay. Es la primera vez que un caballero declaradamente homosexual alcanza esa posición.
Mientras, Tammy Baldwin se ha convertido en la primera senadora que no esconde su condición de lesbiana y aboga por la utilización de la palabra “matrimonio” para calificar la unión de dos personas del mismo sexo, mientras pide que se legalicen estos vínculos.
Recuerdo a un homófobo español, que admitía, desesperado, por la radio madrileña, que se casaran las personas del mismo sexo, “pero que no se puedan divorciar para que sepan lo que es el horror¨.
Demócratas. Todas estas
personas son demócratas. De alguna manera, el partido demócrata se ha convertido en el partido de la diversidad y de la tolerancia. Ahí caben todas las criaturas tradicionalmente segregadas –como dicen los demócratas– por “la falocracia blanca tradicional”.
Durante estas elecciones, los demócratas bombardearon a la prensa y a sus partidarios con abundante propaganda a favor de los afroamericanos, fueran hombres, mujeres o de cualquier preferencia, y en pro de los candidatos gais, lesbianas, transexuales, bisexuales o físicamente impedidos por alguna enfermedad crónica.
La idea era demostrar que el Partido Demócrata representa la diversidad de una sociedad de 325 millones de personas en la que existen numerosas identidades de género, etnia, raza, religión, lengua y origen, unidas bajo el común paraguas del carácter estadounidense.
Mientras esto sucedía, le excongresista republicana Ileana Ros-Lehtinen, tras servir 28 años en el Congreso, declaraba que no podía evitar cierto dolor porque su partido se había convertido en una organización de varones blancos.
Ella tiene un hijo, un excelente muchacho, al que ama profundamente, que nació hija. La libertad también permite esos cambios.
El Partido Demócrata pudo demostrar en los comicios que representa la diversidad