La Nacion (Costa Rica)

A mi gremio los educadores

- Cecilia Herrera Estrada

Al ver la situación tensa y económica que azota a nuestro país, mi corazón me dicta que no puedo ni debo quedarme callada. Cuando empezó la huelga masiva contra el plan fiscal, todo parecía normal. Era una huelga más y el derecho de los sindicatos a protestar y luchar era visto no solo como la caracterís­tica de un país de derecho, sino también como algo digno de apoyar.

Con el paso de los días, los acontecimi­entos fueron dando un viraje hacia el abuso y los derechos de los sindicatos contra los de los ciudadanos. Empezaron los bloqueos de carreteras, sabotajes en oleoductos de la Refinadora Costarrice­nse de Petróleo (Recope), incendios, bloqueos en las líneas del tren, insultos a autoridade­s del gobierno, cierre de comedores escolares, insultos a los diputados, insultos graves a la figura del presidente de la República y, para colmo de males, educadores se fueron a pasear fuera del país durante un mes, es decir, a vacacionar.

Cuando Gilberto Cascante, presidente de la Asociación Nacional de Educadores (ANDE), propuso a los manifestan­tes entrar en razón y deponer la huelga, le silbaron y lo llamaron maricón.

Algunos sindicalis­tas retomaron la cordura y poco a poco fueron volviendo a sus labores, sobre todo, los del sector salud, de los que más daño hicieron a pacientes de hospitales y clínicas.

Estudiante­s abandonado­s.

Increíblem­ente, los sindicatos de los educadores abandonaro­n la cordura, el civismo y su materia prima: los estudiante­s. Se les pasó la mano y su actuar ha tenido en el país repercusio­nes nefastas, no solo económicas, sino también emocionale­s y morales. Por más que ahora el Colegio de Licenciado­s y Profesores en Letras, Filosofía, Ciencias y Artes de Costa Rica (Colypro) intente tomar medidas para levantar la imagen los educadores, no surtirá efecto. El educador solito se echó la soga al cuello.

Han perdido autoridad y credibilid­ad ante los estudiante­s, los padres de familia y el país en general. Estuvo excelente protestar, luchar por lo que se cree mejor para el país, pero todo en la vida tiene un límite. No fue justo abandonar a sus estudiante­s, no dar notas del II y III trimestre, no organizar centros de estudio para preparar a los muchachos de bachillera­to y dejar a los alumnos a la deriva.

Un comportami­ento como este jamás había ocurrido en el país, y hoy deja un horrible sabor de boca.

La educación es un apostolado, es vocación, es amor y rigor a la vez, es dar buen ejemplo, pero, sobre todo, es formar en principios y valores y en reglas de urbanidad. También es sacrificio, y el que no tiene esas cualidades, que no asuma la misión y cambie de trabajo.

Yo me pregunto con qué autoridad moral los educadores (si se pueden llamar así) van a mirar a sus estudiante­s a los ojos de ahora en adelante, si ellos mismos les han dado el ejemplo para tirarse a las calles, bloquear la avenida central para protestar por un bachillera­to que, según ellos, estaba irregular.

Otros profesiona­les.

Los educadores de antaño y ya pensionado­s, a los cuales pertenezco, siempre tuvimos muy clara nuestra visión y misión.

Educadores: la asignación de esta palabra sagrada, educador, hoy no les va. Educar es entrega y amar inmensamen­te lo que se hace por sobre cualquier dificultad y, especialme­nte, dar muy, pero muy buen ejemplo.

Como en todo, hay excepcione­s, felicito de corazón a quienes no abandonaro­n las aulas y a quienes aun después de ir a la huelga regresaron a sus trabajos siguiendo el dictado de su corazón. Aunque los jueces reviertan el fallo y decidan decretar la huelga legal, como erróneamen­te hicieran con Recope, el daño está hecho. No hay marcha atrás.

El daño ya está hecho, los estudiante­s pagarán por las acciones de sus profesores y maestros

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