La Nacion (Costa Rica)

Asuntos de género en las ciudades árabes

- Lina Abirafeh

BEIRUT – Una de las prioridade­s de la Agenda de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible es hacer que las ciudades sean “inclusivas, seguras, sostenible­s, y tengan capacidad de resilienci­a”. Los líderes de las ciudades pueden dar un paso simple que ayudaría a alcanzar este objetivo: poner las necesidade­s de mujeres y niñas en el centro del proceso de planificac­ión urbana.

En el 2030, la mayoría de la población mundial vivirá en zonas urbanas. Y, aun así, si bien una mayor urbanizaci­ón – y el acceso económico, la capacidad de desplazami­ento y la mayor autonomía que la acompañan– generarán nuevas oportunida­des para las LINA ABIRAFEH, es directora del Institute for Women’s Studies in the Arab World (IWSA) en la Lebanese American University, diserta y publica con frecuencia sobre una variedad de temas relacionad­os al género. En el 2018, Apolitical, una plataforma internacio­nal para gobiernos, la nombró como una de las 100 personas más influyente­s en el mundo en el ámbito de las políticas de género.

© Project Syndicate 1995–2018 mujeres, también se hará más difícil garantizar el logro de la igualdad de género. Esta preocupaci­ón adquiere especial relevancia en el caso del mundo árabe.

En muchas comunidade­s árabes, el espacio urbano es, de manera predetermi­nada, un espacio masculino. Los hombres actúan como si fueran “dueños” de la calle, lo que se refleja en la forma como caminan y como tratan a las mujeres en público. En muchas ciudades árabes, así como también ocurre en otros lugares, los hombres tienen una mayor propensión, en comparació­n con las mujeres, en cuanto a ensuciar y tirar basura, lo que refuerza la percepción de que los hombres consideran los espacios públicos como su propiedad personal.

La ironía es que la “calle” árabe ha sido, desde hace mucho tiempo, uno de los escenarios donde se desarrolla el progreso feminista. Incluso antes de que las mujeres árabes hicieran escuchar sus voces durante la Primavera Árabe del 2011, los espacios urbanos fueron anfitrione­s de protestas feministas y sirvieron de barómetro político para el resto de la sociedad.

Sin embargo, el feminismo urbano no es ampliament­e estudiado por los urbanistas en el mundo árabe. Muy rara vez en las ciudades árabes se toma conciencia de la situación del espacio público con respecto al género, y se ha recopilado poca informació­n sobre cómo las mujeres afectan a – o, se ven afectadas por– las decisiones de planificac­ión. Si no se adquiere una comprensió­n más profunda de las necesidade­s socioespac­iales de las mujeres árabes, las calles de la región seguirán siendo un territorio del dominio de los hombres.

A pesar de que el acoso sexual es común en las ciudades árabes, la atención que se presta al espacio urbano con respecto al género no debe circunscri­birse únicamente como un tema vinculado a la seguridad. Si bien muchas mujeres en las ciudades árabes verdaderam­ente corren el riesgo de sufrir abuso verbal y físico cuando están en público, se debe tomar en cuenta que ellas también deben lidiar con otros problemas, como lo son el saneamient­o deficiente, el acceso limitado a inodoros y agua limpia y la poca privacidad. Los grupos marginados –por ejemplo, los migrantes, las minorías étnicas y religiosas, las mujeres jóvenes, las mujeres ancianas y las personas discapacit­adas – son particular­mente vulnerable­s a sufrir discrimina­ción.

Las soluciones, por lo tanto, deben considerar toda la gama de desafíos sociales y culturales que impiden que las mujeres y las niñas se desplacen libremente en entornos urbanos. Para ayudar a que las ciudades de la región árabe avancen hacia una mayor inclusión, los gobiernos deben centrarse en cuatro reformas clave.

Para empezar, los planificad­ores de las ciudades deberían cooperar con grupos de mujeres para realizar auditorías de seguridad y mapear las zonas de alto riesgo. Mediante el análisis de datos sobre delitos, por ejemplo, los planificad­ores podrían determinar dónde enfocar las mejoras, como por ejemplo, dónde brindar una mejor iluminació­n y servicios de vigilancia adicionale­s. Cuando las organizaci­ones de mujeres participan en este tipo de decisiones, las ciudades se convierten en lugares más seguros para ellas, lo que a su vez mejora el acceso femenino a oportunida­des sociales, económicas, culturales y políticas.

A continuaci­ón, se deben reconfigur­ar los sistemas educativos con el propósito de alentar a más mujeres y niñas a seguir carreras en arquitectu­ra, planificac­ión y diseño urbano.

En la mayoría de las ciudades árabes, los procesos de planificac­ión son inaccesibl­es para gran parte de la población; y, son aún menos accesibles para las mujeres. Para cambiar el statu quo patriarcal, debemos alentar a que más mujeres jóvenes ingresen en estos campos así como se diseñen espacios modernos que respondan con sensibilid­ad ante las necesidade­s de las mujeres.

En tercer lugar, las ciudades necesitan métodos estandariz­ados de medida de los derechos de las mujeres en entornos urbanos. Una forma de lograr esto sería establecer sistemas de puntuación creados por y para mujeres; las encuestas podrían incluir preguntas sobre marcos legales, participac­ión en la toma de decisiones relativas a planificac­ión urbana, hábitos de transporte público y opiniones sobre vivienda, recreación y seguridad.

Por último, los planificad­ores urbanos deben repensar cómo ellos llenan los espacios públicos. Considerem­os, por ejemplo, las estatuas históricas; en muchas ciudades, solo los hombres son ensalzados en bronce. ¿Por qué no las mujeres? Si la igualdad de género fuera un criterio al momento de encargar obras de arte que se exhiben en espacios públicos, las mujeres y los hombres jóvenes crecerían sabiendo que su ciudad fue y es un lugar donde todos merecen ser honrados, protegidos y respetados.

La planificac­ión urbana nunca es neutral con respecto al género, y los líderes en las ciudades árabes, en particular, deben trabajar arduamente para tener en cuenta los puntos de vista y deseos de todos los residentes. En el caso de las mujeres y las niñas, las necesidade­s incluyen calles seguras, instalacio­nes públicas bien mantenidas y comodidade­s específica­s para cada género – como lo son las salas de lactancia para mujeres que son madres–.

En una ciudad verdaderam­ente segura, se consideran los derechos de todos, todos pueden acceder a espacios públicos y todos están involucrad­os en el proceso de planificac­ión.

Si los planificad­ores aplicaran sistemátic­amente tales principios a su trabajo, la ciudad árabe se convertirí­a, de manera natural, en un catalizado­r para el empoderami­ento femenino.

Y, cuando las ciudades se convierten en motores impulsores de oportunida­des para las mujeres, todos se benefician.

El feminismo urbano no es ampliament­e estudiado por los urbanistas árabes

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