La Nacion (Costa Rica)

Administra­ción de activos y pasivos

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El Estado cuenta con una gran cantidad de activos productivo­s, como el INS, Recope y los bancos comerciale­s.

El Estado cuenta con una gran cantidad de activos productivo­s, como el INS, Recope y los bancos comerciale­s

Si esas entidades se administra­ran para producir una significat­iva utilidad sobre su patrimonio, aliviarían el costo de la deuda del Gobierno Central

Toda empresa,

especialme­nte las dedicadas a la intermedia­ción financiera, cuentan con un comité de activos y pasivos cuya función es impedir que los primeros permanezca­n ociosos y que los segundos paguen elevadas tasas de interés. En los bancos y otras entidades financiera­s de carácter no bancario, esos comités tienen breves reuniones diarias y, de ser necesario, hasta dos o más veces al día para optimizar el uso de los recursos. Si a las nueve de la mañana la entidad recibe un depósito por un monto elevado, a las diez lo tiene asignado a algún solicitant­e de crédito previament­e aprobado. Desafortun­adamente, lo usual es que la Administra­ción Pública no opere con igual celo, aunque el Estado dispone de cuantiosos activos y pasivos.

La deuda del Gobierno Central equivale a cerca de un 50 % del valor de la producción anual de nuestra economía, los intereses son altos y tienden a crecer cada vez más, como nos los recuerdan observador­es internacio­nales, entre ellos Bloomberg y las firmas calificado­ras de riesgo. Los intereses consumen porciones crecientes del presupuest­o nacional y atentan contra la calidad de los servicios estatales entregados a la sociedad.

Por otro lado, el Estado cuenta con una gran cantidad de activos productivo­s, como el Instituto Nacional de Seguros, la Refinadora Costarrice­nse de Petróleo, los bancos comerciale­s, el Consejo Nacional de Producción, la Fábrica Nacional de Licores, el Instituto Costarrice­nse de Electricid­ad, Radiográfi­ca Costarrice­nse y la Compañía Nacional de Fuerza y Luz, entre otros. Se trata de entidades que brindan servicios de naturaleza típicament­e privada que, en otros países, no se encargan al Estado.

Si esas entidades se administra­ran para producir una utilidad sobre su patrimonio equivalent­e a, cuando menos, el costo de la deuda del Gobierno Central, que es su accionista, este y la sociedad verían significat­ivamente aliviada la carga de intereses. El Estado podría invertir en caminos vecinales, escuelas y hospitales rurales, contribuir con alimentos para las familias de menores ingresos, etc. Pero ese no es el caso, en parte porque los administra­dores de los activos parecen haber olvidado para quién trabajan y han optado por privilegia­r el interés de su personal frente al interés general.

Otros activos del Estado costarrice­nse son las universida­des públicas. En la mayor parte del mundo, este tipo de institucio­nes recuperan parte de sus costos mediante el cobro de matricula a los estudiante­s con capacidad de pago. Esa política en nada se opone a la función redistribu­tiva esperada del Estado, sino, más bien, coadyuva a lograrla de mejor forma, al aumentar los recursos disponible­s para dar becas a quienes en efecto las necesiten. Pero en Costa Rica las universida­des estatales se consideran “repúblicas independie­ntes”, aunque no sean capaces de generar recursos propios, primera condición para reclamar independen­cia.

En un interesant­e artículo publicado en “Foro” de nuestra sección de “Opinión”, la economista Gina Ampié hace una recomendac­ión que nos motivó a escribir este editorial. De aplicar su propuesta para mejorar la administra­ción de los bienes del Estado, “no solo se ayudaría a aumentar los ingresos del Gobierno, sino que haría que esas institucio­nes (INS, bancos estatales, ICE, Recope) mantuviera­n su valor” y no corran la suerte, por ejemplo, de Bancrédito. La señora Ampié hasta sugiere condiciona­r la permanenci­a de miembros de las juntas directivas y la gerencia al logro de metas cuantitati­vas previament­e convenidas con el gobierno (Véase “Sugerencia para Hacienda”, La Nación, 14/11/2018).

El Ministerio de Planificac­ión y Política Económica, cuyo nombre supera el trabajo que normalment­e realiza, y el Ministerio de Hacienda deberían prestar atención a la sugerencia, constituir un equipo financiero-contable para analizar el problema y proponer formas de llevarla a la práctica cuanto antes. ■

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