La Nacion (Costa Rica)

Tragedia anunciada

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El título es estupendo y se presta para infinidad de situacione­s. Por eso se ha convertido en lugar común. Decir “Crónica de una muerte anunciada” es como manifestar “voraz incendio”, “abanico de posibilida­des” o “amarga derrota”. Por desgracia, cae “como anillo al dedo” a las advertenci­as de las calificado­ras de riesgo sobre el posible descarrila­miento del plan fiscal.

Anuncian la muerte de la calificaci­ón crediticia costarrice­nse, o por lo menos su ingreso, en coma, a los salones de cuidados intensivos. Fitch Ratings y Moody’s confiesan, sin tapujos, estar en espera del desenlace de la reforma fiscal, el pago de las obligacion­es próximas a vencer (incluidas las letras del tesoro emitidas por el Banco Central en setiembre) y la desacelera­ción del crecimient­o de la deuda pública.

Los tres problemas están relacionad­os. Todo parte de la aprobación del plan fiscal. Sin la reforma, el pago de las obligacion­es se encarecerá y el crecimient­o de la deuda será más acelerado. Las condicione­s descritas empeorarán apenas disminuya la calificaci­ón como consecuenc­ia de ellas mismas. Es un círculo vicioso.

El país se endeuda para pagar deuda y los intereses exigidos por los mercados financiero­s aumentan según crece la deuda, con lo cual se acelera el ritmo del endeudamie­nto. Ojalá pudiéramos repetir la palabra hasta el infinito, como el cuento de nunca acabar, pero en este caso, el cuento acaba en tragedia.

Para volver a García Márquez, la tragedia está anunciada. Fitch decidirá en el plazo de tres meses. Las demás agencias no tardarán y un país visto hace pocos años como destino de inversión seguirá descendien­do por la empinada pendiente de las operacione­s especulati­vas. A mayor riesgo, mayor tasa de interés y menor plazo.

Ya lo vimos cuando la ministra de Hacienda salió a pedir prestado y volvió alarmada por los intereses “obscenos” exigidos a cambio de comprar bonos gubernamen­tales, con la bofetada adicional de plazos muy cortos, no tanto para recuperar el dinero con rapidez, sino para volver a prestárnos­lo con tasas todavía más altas.

Los inversioni­stas apuestan en nuestra contra. Nos creen incapaces de rectificar y están seguros de obtener ventaja cuando la realidad nos siente a la mesa, derrotados por la incapacida­d de escuchar el anuncio de una muerte con resurrecci­ón, en el mejor de los casos, a largo plazo y luego de mucho dolor. El asunto está a punto de decidirse y las consecuenc­ias, anuncian las calificado­ras, están por desencaden­arse.

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Armando González R. DIRECTOR DE LA NACIÓN

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