San José a merced del cambio climático
Cada vez es más frecuente que las poblaciones vivan en conglomerados urbanos y no tanto en escenarios rurales. Es fácil entenderlo: más compañía o más socialización, la oferta de servicios es más amplia, más oportunidades de encontrar diversión o servicios bancarios, médicos o alimentarios, en fin, la tendencia es global.
El aprendizaje de los ciudadanos de vivir en entornos urbanos es constante y es un reto diario. Los municipios junto con el Gobierno Central deben ponerle más atención a la fase de adaptación al cambio climático que implica hacer ciudades resilientes para que el efecto de las variaciones atmosféricas no incida en el bienestar de los citadinos porque las ciudades se calientan de más.
¿Quién no busca la sombra de un árbol para estacionar su vehículo? O lo que es similar: caminar por aceras en donde dé un poco de sombra de los edificios cuando el sol está irradiando sus rayos ultravioleta.
Ya no se trata de asuntos estéticos de las ciudades o meramente arquitectónicos, ahora es cuestión de arborizar las ciudades para ayudar a bajar la temperatura promedio y hacer la vida mucho más agradable.
Patrick V. Verkooijen, de la Universidad de Tufts, en Boston, en su artículo “Vivir con el cambio climático” (La Nación, 13/11/18) menciona que en las grandes urbes, como Ahmedabad en la India, de 7 millones de habitantes, las entidades locales han establecido la obligación de pintar los techos con colores reflectantes para bajar la temperatura en esas “islas de calor”.
Modelos más sofisticados y ecológicos en Europa han permitido que en las azoteas de los edificios se siembren jardines o huertas para obtener un doble efecto: bajar la temperatura promedio y cosechar hortalizas o flores.
El profesor Verkooijen menciona en su escrito que en Melbourne, Australia, los planificadores urbanos se esfuerzan para duplicar la masa arbórea de la ciudad hacia el 2040 previniendo de esta forma las sofocaciones por calor y las muertes por las altas temperaturas. En Costa Rica no tenemos reportes de muerte de personas por hipertemperaturas, pero podría suceder.
Costa Rica. ¿Qué hemos hecho o estamos haciendo en nuestras ciudades? Nos hemos dado el lujo de hacer cosas como las siguientes: en el 2010 la sede del Instituto Tecnológico de Costa Rica, en Zapote, cortó todos los árboles ubicados enfrente del edificio merced a una redefinición de su fachada y la construcción de una rampa para personas con discapacidad; los árboles nunca fueron reemplazados. La Municipalidad de San José otorgó un permiso a una entidad del Estado para arrancar de raíz, en el 2015, frondosos árboles de llama del bosque en su parque, mal denominado La Merced, ya que su nombre es Braulio Carrillo, para que instalaran unas cajas de control en el subsuelo en el suroeste del parlos que. No hubo acciones para replantar árboles de la misma especie o de otra similar.
La misma Municipalidad había sembrado, hace ya varios años, una serie de árboles de laurel de la India en la acera este del Hospital San Juan de Dios, que daban una hermosa apariencia a ese centro médico y a la vez ayudaban con su sombra a transeúntes. Ignoro por qué fueron eliminados.
No solo se cortó el efecto de sombra o estético de estos árboles, sino que se desprotegió la infraestructura del hospital de la contaminación acústica proveniente de los miles de vehículos que pasan del Paseo Colón a la avenida segunda.
Desinterés. Estos ejemplos bastan para señalar que no hay ni deseo, ni interés de que San José sea una ciudad llena de árboles, a pesar del conocido eslogan del Municipio, de tener una capital “Limpia y verde”. En algunas aceras, uno puede ver lo que quedó de arbolitos que fueron destruidos por mero vandalismo y, aunque asomen brotes, su crecimiento es dificultoso.
Obviamente, el esfuerzo debe ser colectivo: municipalidades, comercio, casas particulares, entidades de Gobierno, organizaciones de base y personas en desear una ciudad más fresca, más ecológica, más agradable para sus habitantes. La adaptación a este fenómeno ambiental implica que nuestras ciudades sean, literalmente, más verdes.
No hay ni deseo ni interés de que la capital sea una ciudad llena de árboles