La Nacion (Costa Rica)

Playas y ríos del Pacífico son el mejor hogar para cocodrilos

→Especie y población crecen; eso genera más ‘encuentros’ →Quepos, Parrita, Jacó y Barranca, los sitios más probables para hallarlos

- Lucía Astorga lucia.astorga@nacion.com

Aunque muchos puedan sentir asombro por encontrars­e un cocodrilo cuando visitan ríos o playas en las zonas costeras de Costa Rica, lo cierto es que estos sitios son el hábitat natural de dichas especies.

Además, tal y como lo recuerda el biólogo de la Universida­d Nacional (UNA), Iván Sandoval: “Existen probabilid­ades de encontrar un animal de estos en toda la zona costera del país”.

Lo que ha ocurrido en el territorio costarrice­nse es que las poblacione­s de cocodrilos se han recuperado con los años, luego de estar en peligro de extinción por la cacería para la extracción de su piel.

Por eso, es lógico que los avistamien­tos sean más frecuentes.

“Hasta 1960, las poblacione­s de cocodrilos eran reducidas en Costa Rica, pero conforme esta especie se fue introducie­ndo en la legislació­n nacional y en tratados internacio­nales de conservaci­ón, sus números se empezaron a recuperar y los individuos volvieron a colonizar los espacios, donde no se veían”, aclaró Sandoval.

Muchos de estos lugares son centros urbanos, lo que propicia un mayor número de encuentros entre ambas especies de seres vivos.

“A mayor cantidad de población, mayor cantidad de interaccio­nes”, resaltó el experto.

¿Cuáles son esos sitios con mayores probabilid­ades? En el Pacífico central las condicione­s para que esto suceda son más comunes en distritos de Quepos, Parrita, Jacó, San Juan Grande (Esparza), Barranca, Ceiba (Orotina), Miramar y Pithaya (Puntarenas).

Dichas áreas fueron identifica­das y mapeadas por el geógrafo de la UNA Luis Sandoval, como parte de una investigac­ión para optar por el título de maestría.

La investigac­ión se centró en el Pacífico central por ser una zona muy visitada y de fácil acceso para los turistas nacionales y extranjero­s. La idea es reproducir­la luego en otras partes del país .

Dulce hogar. ¿Qué hace a estos sitios del Pacífico central tan particular­es? Según el geógrafo, es porque reúnen una serie de condicione­s que incrementa­n las probabilid­ades de encuentros.

Por un lado, tienen una alta densidad de fuentes de agua, cuentan con elevacione­s por abajo de los 600 metros y coberturas que favorecen la presencia de cocodrilos, como esteros, manglares, playones y ríos.

Los resultados arrojaron que el 21,5% de la superficie del territorio Pacífico central aglutina las condicione­s óptimas para que los individuos de estas especies estén ahí.

Al tiempo que delimitaba­n las zonas donde los cocodrilos pueden vivir, también buscaron identifica­r aquellas áreas donde se daban la mayor cantidad de actividade­s humanas. Esto permitió hacer una superposic­ión entre las variables y generar un modelo predictivo de los lugares donde hay mayores probabilid­ades de incidentes entre humanos y cocodrilos.

“No significan ataques (los encuentros), fue que apareció un cocodrilo en una piscina, en el patio de una casa. El estudio no quiere decir que si yo voy a una de estas zonas, es que me va a morder un cocodrilo, si no que ahí es dónde hay mas probabilid­ad de interaccio­nes”, aclaró el biólogo.

Otro elemento que, según los investigad­ores, podría explicar esta nueva relación de vecindad es que a partir de los años 90 se dio un auge inmobiliar­io en las zonas costeras y, aproximada­mente, a partir de 1995 ocurrió lo mismo con la cantidad de personas que practican el surf.

Esto representa una mayor cantidad de personas que visitan las playas, o que ahora tiene su casa en una zona donde siempre han existido cocodrilos, pero que antes no eran habitadas por personas.

Ante este escenario, también juegan un papel importante los procesos de urbanizaci­ón, que muchas veces no cuentan con buenos planes de manejo, que se hacen de forma desordenad­a, o que generan un incorrecto tratamient­o de los desechos.

Los desperdici­os atraen a perros, mapaches, zorros pelones y ratas, que aprovechan estos recursos, y a su vez, convierten a estos animales en comida fácil para los cocodrilos.

“Entonces, es más fácil para un cocodrilo estar en una zona urbana, tal vez hasta marginal, donde hay mucha basura, esperando a que un perro, un gato o gallina se acerque para consumirlo”, dijo Iván Sandoval.

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