La Nacion (Costa Rica)

El triunfo de un legado

- Orlando Núnez Pérez

La eliminació­n del ejército trajo ganancias que los docentes en huelga no han entendido

Setenta años han pasado desde aquel simbólico día en que, con un mazazo sobre las viejas paredes cuartelari­as, el presidente de la República, José Figueres Ferrer, anunciaba a su país y al mundo que Costa Rica abolía el ejército como institució­n militar permanente.

Se unía este hecho a otros hitos históricos determinan­tes en la vida del país, como la guerra contra los filibuster­os acaudillad­a por Juanito Mora, la construcci­ón del ferrocarri­l al Atlántico, la edificació­n del Teatro Nacional en tiempos de los presidente­s Rodríguez e Iglesias, las reformas económicas y fiscales de González Flores y la promulgaci­ón de las garantías sociales, el Código de Trabajo y la creación de la Caja Costarrice­nse de Seguro Social por el presidente Calderón Guardia.

La eliminació­n del ejército trajo significat­ivas ganancias. El presupuest­o militar pasó a engrosar los caudales destinados a educación, la salud y el desarrollo de las comunidade­s. Ni cañones, ni tanques, ni aviones. Escuelas, colegios, centros de salud y combate a la pobreza.

Significad­o.

A siete décadas de distancia, la prolongada e injusta huelga, que aún sostienen maestros y profesores de la educación pública, es ocasión propicia para recordar el legado histórico de la abolición del ejército. Durante estos 80 días se cerraron vías para obstruir el libre tránsito, lesionando al pueblo trabajador así como a las personas necesitada­s de atención médica, hubo cancelació­n de citas en los hospitales y de instrument­os judiciales, el cierre abrumador de escuelas y colegios con el consiguien­te daño al curso lectivo y al desarrollo educaciona­l de millares de niños y jóvenes estudiante­s, y paralizaci­ón de servicio en comedores escolares y pérdida de productos que alimentan a los infantes más necesitado­s.

Provocacio­nes sin cuento a la fuerza policial con insultos cara a cara y hasta un ataque irrespetuo­so al presidente de la República. Pero, felizmente, no ha habido que lamentar atropellos ni abusos, y el luto no llegó, por estas causas, a ningún hogar costarrice­nse. Este es el legado civilista que, visionaria­mente, consolidó la abolición del ejército, cuando sepultó la tentación del uso de la fuerza armada y su perniciosa influencia en los procesos políticos y la actividad civil.

¡Bella lección para las generacion­es actuales y futuras! Es la hora de la reflexión en medio de los peligros que acosan a Costa Rica. Hagamos valer el espíritu civilista y pacífico, santo y seña del ser costarrice­nse. Rechacemos la jerga trasnochad­a y provocador­a. Conciliemo­s sin claudicar. Hagamos honor al precioso legado que nos dejó la abolición militar, terminando con la imposición y el irrespeto al derecho ajeno.

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