La Nacion (Costa Rica)

El ataque mundano a los periodista­s

- Alexandra Borchardt PERIODISTA

OXFORD – La tortura y el asesinato brutales del periodista saudita radicado en Estados Unidos Jamal Khashoggi ha centrado la atención en el príncipe de la corona de Arabia Saudita, Mohámed bin Salmán, a quien muchos acusan de haber ordenado el hecho. También destaca los peligros del negocio periodísti­co. Cuando se computen los números finales, el 2018 podría ser el año más peligroso del que haya registro para los periodista­s en todo el mundo.

Ahora bien, mientras que los ataques físicos a los periodista­s se han vuelto alarmantem­ente osados –y el asesinato de Khashoggi puede ser el más audaz a la fecha–, la mayoría de los peligros que enfrenta la profesión son mucho más mundanos. Cinco son los que se destacan.

Primero, la cantidad de oportunida­des de trabajo está mermando y los puestos se caracteriz­an por bajos salarios, una insegurida­d laboral perpetua y oportunida­des limitadas de progreso. En Estados Unidos, por ejemplo, el empleo en las redaccione­s ha caído casi un 25 % en menos de diez años, mientras que la inscripció­n en las principale­s facultades de Periodismo ha disminuido más recienteme­nte.

Segundo, las Big Tech están superando a las organizaci­ones de noticias en la carrera para atraer un talento limitado. El periodismo necesita gente capacitada en tecnología para liderar proyectos de periodismo de investigac­ión y gestionar la transición digital de la industria. Pero, en este momento, la mayoría de los ingenieros informátic­os ven un futuro más brillante en plataforma­s como Facebook y Google, que pueden ofrecer salarios más altos, una mayor seguridad laboral y un mejor equilibrio entre vida y trabajo que, incluso, los medios de prensa más grandes.

Tercero, el periodismo es mucho menos glamoroso de lo que fue alguna vez. Hace años, los correspons­ales extranjero­s curtidos que aparecían en la televisión y en las portadas de los principale­s diarios atraían a reporteros jóvenes a la profesión. Y si bien la mayoría de quienes mordimos el anzuelo nunca nos aventuramo­s más allá del ayuntamien­to, nos atraía de todos modos la noble misión de obligar a los poderosos a hacerse cargo de sus actos. Pero en el entorno de redes sociales distribuid­as de hoy, los correspons­ales extranjero­s son raros y los “influencia­dores” de las redes tienen más probabilid­ades de ser estrellas populares que los especialis­tas en asuntos políticos.

Cuarto, aun cuando el salario y el prestigio disminuyen, las presiones de la redacción se intensific­an. Cuando un reportero “novato” empieza a trabajar en una empresa de medios hoy, la capacidad de escribir un gran texto ya no basta; los periodista­s jóvenes también tienen que contar con habilidade­s de audio y video, capacidade­s de periodismo de datos y experienci­a en redes sociales. Estas habilidade­s podrían llevar a mejores productos nuevos, pero nadie es bueno en todo. Exigir que ellos lo sean y hacerles demandas interminab­les podría alentar a los reporteros a abandonar la profesión.

Finalmente, los incesantes ataques retóricos a los integrante­s de los medios tradiciona­les por parte de líderes como el presidente norteameri­cano, Donald Trump –cuyo discurso sobre las “noticias falsas” apunta a la credibilid­ad de la propia profesión–, están surtiendo efecto. Si bien la confianza en los medios de noticias viene aumentando en las últimas encuestas, la constante difamación de la integridad e inteligenc­ia de los periodista­s amenaza con hacer mella en la profesión.

Juntos, estos cinco desafíos están afectando, y mucho, al negocio periodísti­co, y esto plantea un riesgo para la propia democracia. Sin medios libres e independie­ntes, los ciudadanos no pueden tomar decisiones informadas. En verdad, cuando el periodismo profesiona­l está ausente, la gente fácilmente puede perderse en una maraña de informació­n muchas veces no confiable, o incluso caer presa de expertos autoprocla­mados movidos por intereses personales y de propaganda. El periodismo es la brújula de la democracia; debemos encontrar una manera de recalibrar­la.

Primero y principal, los periodista­s necesitan protección. Eso significa garantizar no solo su seguridad, sino también su capacidad para acceder a la informació­n y reportar sus hallazgos sin miedo a las represalia­s. Como mínimo, los ataques a periodista­s como Khashoggi deben investigar­se plenamente, y la comunidad internacio­nal debe hacer responsabl­es a sus perpetrado­res y condenarlo­s.

De todos modos, el respaldo a los medios debe ir más allá de castigar a quienes tienen la audacia de asesinar a un periodista. Por ejemplo, se necesitan más programas para ayudar a cultivar talento joven. Los gobiernos podrían ofrecer subsidios, dar exenciones tributaria­s y patrocinar iniciativa­s que ofrezcan formación en periodismo y nuevos medios. Los futuros periodista­s necesitan modelos de rol, pero también necesitan las capacidade­s técnicas para convertirs­e ellos mismos en modelos de rol.

Quizá lo más importante sea que los defensores de los medios en todas partes deben trabajar para aumentar el alfabetism­o de la población en materia de medios. Los nuevos consumidor­es deben entender cómo funciona el periodismo, cómo hacen su trabajo los periodista­s y por qué los medios de noticias profesiona­les son componente­s esenciales de una democracia de buen funcionami­ento. Hasta que el público valore la producción que generan los periodista­s profesiona­les, una escasez de talento será el próximo gran desafío para el periodismo. Y podría terminar siendo el más importante.

El periodismo es la brújula de la democracia; debemos encontrar una manera de recalibrar­la

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