La Nacion (Costa Rica)

¿Democracia directa?

- Víctor Valembois valembois@ice.co.cr

TEDUCADOR iempos revueltos nos tocan con tanto revoltoso. Desde aquí, con mi periscopio tipo Internet, estoy viendo que en más de una cosa se parecen los costarrice­nses y los franceses. Declarándo­nos independie­ntes hace casi 200 años, aparte de los colorcitos de la bandera, quisimos simplement­e cambiar Madrid por París; copiamos también el parisino Teatro de la Ópera y nos inspiramos en buena medida en el triple lema de “libertad, igualdad y fraternida­d”. Pero una cosa son los Campos Elíseos de por allá y otra mucha “gente del campo” aquí. Quiero equivocarm­e, pero desde allá me temo que una nueva ola está por llegar acá.

En tiempos de Los Beatles y el famoso mayo 68, éramos estudiante­s universita­rios. Pretendía ser un movimiento generacion­al, pero, pese a magros logros, simplement­e fue absorbido por el establishm­ent en Europa y en todas partes. El remezón fue fuerte: mediante un referéndum, De Gaulle se vio forzado a dimitir, perdió por una democracia directa funcional. Ahora, pese a algunos tumbos, Francia sigue dando muestras de estabilida­d y de prestigio internacio­nal.

Pero ya se gestó otro sobresalto, imprevisib­le en consecuenc­ias: los “chalecos amarillos” (gilets jaunes). No surgieron de la nada. El advenimien­to, y sobre todo la generaliza­ción de Internet y otras formas de búsqueda y comunicaci­ón (ahora todo al alcance de los dedos: digito, en latín), aparte de aspectos fantástico­s, ha vuelto a proponer, qué digo, a imponer, un esquema mental no provechoso. Sobre todo en los jóvenes induce una sensación de “libertad” muy canalizada dentro de los márgenes del sistema comercial-hedonista imperante.

Indignados.

Fue también en Francia, y por el viejito Stéphane Hessel, que surgió la necesidad de desenmasca­rar la sutil hipocresía a través de un manifiesto llamado ¡Indignáos!, hace unos años. Procuró sacar de la modorra a tantos, especialme­nte jóvenes. ¡Magnífico! Pero a fe mía (y es tarea de sociólogos confirmar y explicar el fenómeno) muchos resultan cada vez menos dispuestos a la movilizaci­ón realmente activa, en aulas y en la calle: la saturación informativ­a y hasta de falsedades atorra, bloquea toda reacción concreta. En un grado cada vez mayor, ello produce gente atrofiada, que no logra salir positivame­nte de sus casillas, ¡ni del sillón! Es el consumidor consumido.

Tanto en Francia como en Italia (lo mostró la colega Velia Govaere, hace poco, en estas mismas páginas), por ambos lados del Atlántico cantidad de gente va sintiendo cada vez más difícil redondear el mes (¡en enero les costará, la cuesta!). Pero voy a la manera en que abordan el asunto.

Allá, desde hace tiempo, se sabía dolorosame­nte de jóvenes tipo hooligans, sin trabajo ni estudio, casi, y más grave, sin voluntad de superarse. Por la noche, y bajo influencia del alcohol (o, peor, drogas), se dedican a causar destrozos y hasta a quemar vehículos.

Cerca del abismo.

¡Ojo! En Costa Rica nos acercamos peligrosam­ente a ese perfil por acciones de manifiesta falta de civilismo, como grafitis de mala memoria hasta en patrimonio cultural; se constata en jóvenes, por Santo Domingo, cerca, atacando en las aulas con armas, no tan blancas. Se evidencia en educadores que a las claras demuestran haber perdido toda vocación (y el Ministerio de Educación, por pobrecitis­mo aplica “curvas”. Tuve que aprender el vocablo por aquí).

Se confirma en vecinos que, cada vez más, toman la “justicia” por sus manos (ni que volvimos al Far West); hay exceso de “encuestas” que aprovechan aguas revueltas, y así, un largo etcétera. Ese fuego peligroso pone de manifiesto una generación llena de “tengo derecho”, olvidando que también existen deberes.

Pues sí, en Francia, apoyados por oportunist­as de diversa calaña, ciertos grupos acaban de subir otro escalón, sin liderazgo visible (¡pero tiene que haber!) se fueron a protestar. A pura comunicaci­ón social incitaron a interrumpi­r tráfico, a quemar lo que fuera en la calle, a manifestar­se por horas, días, quizá por semanas.

A la base cabe un ras le bol como dicen ellos, que podríamos traducir con la pintoresca expresión local de “estar hasta las arandelas”. Pero allá tiene más base porque en la república francesa no reina la monarquía de los pluses y ventajas gremiales y de retiro que contradice­n criterios elementale­s de equidad. Horror, a lo que hemos llegado, aquí, granjerías inmediatis­tas, a costa de la generación siguiente.

Dejemos gobernar en democracia indirecta sí, pero mejor que en la calle donde abunda una habladera y opinadera que colinda con anarquía.

Por ambos lados del Atlántico, cantidad de gente va sintiendo más difícil redondear el mes

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