La Nacion (Costa Rica)

Niños dejan de creer en Santa Claus a los ocho años

→1.200 adultos de todo el mundo participar­on de un estudio de Navidad →Análisis reveló que el descubrimi­ento se da, usualmente, por descuido de padres

- Irene Rodríguez S. irodriguez@nacion.com

¿A qué edad dejó de creer usted en Santa Claus? ¿Cómo se sintió cuando se enteró de que se trataba de un personaje ficticio? Estas son precisamen­te las preguntas que un grupo de psicólogos de la Universida­d de Exeter, en Reino Unido, quisieron contestar a través de una encuesta.

Para ello, se dieron a la tarea de obtener las respuestas de 1.200 adultos de todo el orbe.

Al analizar los resultados, pudieron notar que el promedio de las personas dejaba de creer en Colacho o San Nicolás a los ocho años; sin embargo, el 34% aceptó que desearía, de algún modo, seguir creyendo en su existencia.

Enterarse de la verdad representó desilusión para muchas personas.

El 32% dijo sentirse decepciona­do, mientras que el 15% se sintió traicionad­o por sus padres. A esto se le debe sumar un 30% que dijo sentirse burlado por los adultos en general.

“Me ha impresiona­do leer de tantas personas que dijeron sentirse seriamente afectadas y con problemas para confiar en adultos cuando descubrier­on que Santa no era real”, afirmó en un comunicado de prensa Chris Boyle, coordinado­r del estudio.

Muchos descubrier­on el engaño por “accidente”, pero otros fueron armando el rompecabez­as al crecer, dijo.

Lo paradójico es que más de la mitad de los encuestado­s comentó que a pesar de esa desilusión, después de saber la verdad, siguieron “jugando” con el mito y le hicieron creer a sus padres que aún creían en la figura de Santa Claus.

Además, al hacerse adultos, siete de cada diez aceptó que también le inculcaron la idea a sus hijos y el 31% hasta se atreve a confirmarl­es la existencia del personaje a los niños aún y cuando estos llegaban a cuestionar­los.

Quizá una razón por la cual esta “tradición” sobrevive generación tras generación es que muchos padres utilizan la figura de este hombre como método de castigo-recompensa con sus hijos. Sin embargo, la encuesta dejó claro que no necesariam­ente esta idea es efectiva para modificar comportami­entos.

En ese sentido el 34% de los participan­tes contó que se portaban mejor si eso implicaba que Colacho les trajera regalos en Navidad, mientras que un 47% confesó que esa promesa no los hizo modificar en ninguna forma su conducta.

¿Hay que decirles la verdad? Las opiniones son variadas, pues hay psicólogos que recomienda­n ser francos desde el principio y otros opinan que el tema debe abordarse con total sinceridad en el momento en que los niños ya empiezan a lanzar preguntas. Es mejor que sea así y no que se enteren por terceros.

Las anécdotas. El estudio pidió a los participan­tes relatar historias relacionad­as con sus vivencias en torno a “Santa” y cómo llegaron a conocer la verdad.

Por ejemplo, uno de los encuestado­s relató que a los diez años descubrió a sus padres comiéndose las galletas y tomándose la leche que le habían dejado a San Nicolás y sus renos.

Otro comentó que, a los 11 años había visto cómo su padre se caía mientras llevaba todos los obsequios hacia el árbol de Navidad, mientras que una mujer contó que a los siete años halló los regalos ya envueltos y con etiquetas que decían “Polo Norte”... solamente que los vio un 20 de diciembre en el cuarto de sus papás.

Entre las anécdotas también está el caso de una encuestada que a los nueve años descubrió que la caligrafía de “Papá Noel” era muy similar a la de su papá.

Y otra, a los ocho años, logró encontrar, en el armario de su madre, todas las cartas que ella supuestame­nte había enviado directamen­te al “Polo Norte”.

Uno de los participan­tes relató que, cuando estaba por cumplir los nueve años, al abrir los regalos notó que tenían las marcas de los precios y en ellos se leía que habían sido comprados en una tienda local.

No obstante, no todos “los accidentes” fueron cometidos por los progenitor­es de los menores; en algunos casos, los papás no tuvieron más remedio que hablar con sinceridad.

Por ejemplo, una mujer dijo que ella comenzó a sospechar a los siete años, cuando vio a uno de sus maestros disfrazado como Santa y una mamá se vio obligada a decirle a su hija de cinco años la verdad porque la chiquita tenía miedo de que un extraño ingresara a su casa.

Otros adultos contaron que en ellos prevaleció la lógica.

Se recibieron respuestas como “Santa es muy gordo para entrar por una chimenea”, “los renos no pueden volar”, “es imposible viajar tan rápido a tantos lugares”, “los niños pobres no conocen a Santa” y “la chimenea tenía fuego y Santa se habría lastimado al bajar”.

De todas las respuestas, la calificada como la más ingeniosa fue la de un hombre que, a sus nueve años, decidió ir a dejar una carta para “Santa Claus” al correo, sin contárselo a sus papás. Como era esperable, nunca llegó a recibir los regalos de aquella lista.

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AP En el mundo hay escuelas para enseñar a los alumnos a personific­ar a Santa Claus. Esta en Nueva York.
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EDAD: 7 AÑOS“Halló los regalos ya envueltos y con etiquetas que decían ‘Polo Norte’... Solamente que los vio un 20 de diciembre en el cuarto de sus papás”. EDAD: 8 AÑOS“Logró encontrar, en el armario de su madre, todas las cartas que ella supuestame­nte había enviado directamen­te al ‘Polo Norte’”. EDAD: 9 AÑOS“Al abrir los regalos notó que tenían las marcas de los precios y en ellos se leía que habían sido comprados en una tienda local”.

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