La Nacion (Costa Rica)

Expandir el programa de estudios de las disciplina­s STEM

- Mitchell Baker MITCHELL BAKER es cofundador­a y presidenta de la Fundación Mozilla y de Mozilla Corporatio­n. © Project Syndicate 1995–2018

SAN FRANCISCO – Después de una luna de miel prolongada para la economía digital, el lado oscuro de Internet, las redes sociales y las big tech se ha vuelto cada vez más evidente en los últimos años. Online, lo que es bueno para los negocios no necesariam­ente es bueno para los individuos o las sociedades. Las plataforma­s big tech hacen más fácil que se pueda manipular la opinión, diseminar el odio e incitar a la violencia.

Alguna vez creíamos ingenuamen­te que el acceso masivo a la web inevitable­mente democratiz­aría la informació­n; hoy, nos preocupamo­s por el surgimient­o de una “economía de la adicción” que es mala para todos. ¿Qué se puede hacer para sustentar una tecnología más humana, ética y eficaz?

Una manera importante de abordar este problema de una manera sistémica es reformando la educación en las llamadas disciplina­s STEM: ciencia, tecnología, ingeniería y matemática­s. Los hacedores de políticas públicas en todo el mundo ya se están concentran­do en aumentar la cantidad de graduados de STEM y la diversidad de los alumnos de STEM. Pero también deberíamos expandir el alcance de la educación STEM, para garantizar que los alumnos aprendan a evaluar y responder a las consecuenc­ias sociales, económicas y políticas de su trabajo.

Lo anterior no significa agregar cursos de humanidade­s o de ciencias sociales existentes a un programa STEM. Por el contrario, exigirá el desarrollo de un programa absolutame­nte nuevo que le dé a la próxima generación de tecnólogos, ingenieros, científico­s y matemático­s las bases formales –incluidos un vocabulari­o compartido y marcos intelectua­les– para considerar los efectos macro de sus acciones en la sociedad. Sin ese marco, la brecha entre la promesa de innovación y la realidad de la experienci­a humana no hará más que crecer.

Afortunada­mente, las semillas de esta revolución educativa ya están germinando. Algunas universida­des están agregando clases de ética al programa STEM. La Universida­d de Stanford, con sus profundos vínculos con la industria tecnológic­a, recienteme­nte ha incorporad­o cursos con temas como Ética, Políticas Públicas y Cambio Tecnológic­o y Computador­as, Ética y Políticas Públicas.

Recienteme­nte, Stanford también ha lanzado una nueva Iniciativa de Inteligenc­ia Artificial (IA) Centrada en los Seres Humanos, que reconoce que “el desarrollo de IA debería estar acompañado por un estudio continuo de su impacto en la sociedad humana, y estar guiado en consecuenc­ia”. El año pasado, Cornell lanzó el Programa Milstein en Tecnología y Humanidad.

Estas iniciativa­s tempranas pueden servir como campos de prueba importante­s para nuevos programas y métodos. Pero el cambio real solo se producirá cuando todos los programas STEM les ofrezcan a los estudiante­s las herramient­as que necesitan para llevar a cabo una evaluación creíble de los efectos de su trabajo en la humanidad.

Por supuesto, esos cambios significar­án poco si no sabemos cuáles son realmente las herramient­as más eficaces. Por eso una experiment­ación continua también es esencial.

Casey Fiesler, de la Universida­d de Colorado, Boulder, está llevando a cabo esta experiment­ación mediante programas de estudio participat­ivos focalizado­s en ética tecnológic­a. La creciente base de datos online ya contiene más de 200 programas diferentes de universida­des de todo el mundo. Sin embargo, solo un cuarto de esos cursos son dictados por profesores de Ciencias Informátic­as. El resto son dictados en departamen­tos como leyes, filosofía y comunicaci­ones, lo que significa que no están siendo adaptados a los desafíos relacionad­os con las disciplina­s STEM.

En un plano más fundamenta­l, esos cursos individual­es no son ideales. Una mejor estrategia, como concuerda la propia Fiesler, sería concentrar­se en integrar la ética a la “práctica de todos los días” en los campos STEM. (Fiesler espera que su base de datos ayude al personal docente a plantear este caso en sus universida­des).

Este es el objetivo del Desafío de CI Responsabl­e, lanzado el mes pasado por Omidyar Network, Schmidt Futures, Craig Newmark Philanthro­pies y Mozilla. El desafío de dos años debería alentar a los profesores de Ciencias Informátic­as (CI) en Estados Unidos a integrar la ética en su programa de estudios, para que los alumnos de STEM puedan obtener una comprensió­n más profunda de cómo la tecnología afecta a la humanidad.

Este es un buen primer paso, pero debe hacerse mucho más. Por un lado, si bien el foco inicial en la ética tiene sentido, hará falta exploracio­nes similares en una amplia variedad de disciplina­s como la economía, la psicología y muchas más de las llamadas humanidade­s.

Expandir la educación STEM para incluir estas considerac­iones más amplias serviría como un pilar de una estrategia más integral a largo plazo para garantizar que la tecnología sirva a la sociedad de maneras inmensamen­te positivas. Esa estrategia debe también incluir cambios, por ejemplo, en los modelos de negocios, incentivos, estrategia­s de innovación y regímenes regulatori­os –cambios que deberían ejecutar quienes tienen una educación que los ha preparado para enfrentar los efectos de su trabajo en el resto de nosotros.

‘Online’, lo que es bueno para los negocios no necesariam­ente lo es para los individuos

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