La Nacion (Costa Rica)

Políticas suicidas

- agonzalez@nacion.com

El Departamen­to del Interior de los Estados Unidos está a punto de permitir la extracción de gas y petróleo en el enorme e impoluto refugio silvestre del Ártico, en Alaska. Promete proteger la vida salvaje, pero no hay forma de cumplir la palabra empeñada. Mucho podría hacer para impedir la perturbaci­ón inmediata del ambiente, pero, si el objetivo es proporcion­ar combustibl­es baratos a la industria y el transporte, el daño es inevitable.

A la luz de las conclusion­es del Panel Interguber­namental de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, ni siquiera se puede creer en perjuicios a largo plazo. El peligro de los gases de efecto invernader­o es mucho más inmediato.

Mientras los Estados Unidos procuran contaminar a precios módicos, Brasil promete maximizar las ganancias del “aprovecham­iento” de tierras vitales para la fijación del carbono. El presidente Jair Bolsonaro eliminará las contradicc­iones entre conservaci­onismo y desarrollo con un solo golpe de genio: fusionará los ministerio­s de Ambiente y Agricultur­a.

Fin de la discusión. Amplísimas extensione­s de la Amazonia estarán a disposició­n del progreso hacia los daños irreversib­les previstos por la comisión interguber­namental de científico­s, según cuyo criterio superar 1,5 °C de incremento en la temperatur­a del planeta aumenta el riesgo de cambios profundos o irreversib­les, como la pérdida de algunos ecosistema­s, en las próximas décadas.

Según los científico­s, las emisiones de carbono deberán caer en un 45 % de aquí al 2030 para limitar el calentamie­nto a 1,5 °C, y el mundo necesita alcanzar la carbono-neutralida­d en el 2050. En otras palabras, la humanidad deberá encontrar la forma de no emitir más carbono del que se retira de la atmósfera.

No puede ser más evidente la contradicc­ión entre esos objetivos y las nuevas políticas gubernamen­tales de Brasil y los Estados Unidos. Para encontrar sentido a las decisiones políticas de los gigantes ubicados en los extremos del hemisferio, solo hay dos vías: la negación de la ciencia o una criminal indiferenc­ia a la suerte de las generacion­es futuras, incluyendo buena parte de los ya nacidos, que de alguien son hijos y nietos.

Los expertos de la ONU claman por una rápida transición, cuya magnitud no tiene precedente­s, para reducir los gases de efecto invernader­o. No lo piden con optimismo, porque mandan en sus laboratori­os, no en el Palácio do Planalto ni en la Casa Blanca. ¡Dios nos agarre confesados!

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Armando González R.

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