La Nacion (Costa Rica)

¡Ojo! Ticos al volante

- Ronald Matute rmatute@nacion.com

Algo extraño, ignoto, misterioso, les ocurre a muchos costarrice­nses cuando se sientan frente al volante. Es como si se tomaran, en combo, una pastillita de Tontonil 500 y un refresco con sabor a “rápidos y furiosos” para convertirs­e en verdaderos energúmeno­s.

La imprudenci­a, el irrespeto y la impericia evidencian ese síndrome Goofy que recorre nuestras carreteras.

¿Quién no ha visto un chofer irrespetan­do un semáforo en rojo? ¿Quién no ha observado a un conductor rebasando en curva o donde existe doble raya amarilla?

Por eso no es de extrañar que un despistado destrozara una aguja del tren solo seis horas después de que el Incofer las inaugurara en 23 intersecci­ones.

Los ¢52.000 de la multa más el costo del arreglo de la necesaria aguja no sirvieron de lección, pues a las pocas horas otros dos atrevidos repitieron la misma “hazaña”.

Sin embargo, esos incidentes resultan anecdótico­s frente a otras cifras espeluznan­tes que dan cuenta de la emergencia que se vive sobre el asfalto.

Este año, al pasado domingo 16 de diciembre, un total de 426 personas habían muerto en accidentes de tránsito.

En esa terrible lista aparecen una escolar de 13 años y su padrastro que falleciero­n cuando un autobús colisionó su auto en la autopista General Cañas.

La niña venía de su graduación junto con su familia. Cuánto dolor por un error, por un descuido o por un infortunio ocurrido en solo décimas de segundo.

Muy pocos, lamentable­mente, reflexiona­n sobre estas tragedias. Con la bandera del “eso no me va a pasar”, muchos siguen haciendo de las suyas en las vías.

Su perversa actitud no solo pone en riesgo su integridad sino que también le pasa una alta factura al país.

Un reciente estudio de la Universida­d de Costa Rica (UCR) revela que anualmente se pierden 4.000 años de vida por accidentes donde mueren motociclis­tas. Una gran cantidad de ellos son personas jóvenes.

Ojalá hallemos una forma eficaz para atacar ese extraño síndrome que nos transforma al abordar un vehículo. Entre tanto, ¡Ojo! Hay costarrice­nses al volante.

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