La Nacion (Costa Rica)

Corazones tibios

- Jaime Robleto duranayane­gui@gmail.com

La mujer no fue hecha para ser un juguete u objeto de los hombres

LABOGADO eí hace poco un artículo de la escritora española Rosa Montero y quedé perplejo porque se supone que Escandinav­ia es una de las regiones más igualitari­as y avanzadas del planeta. Sin embargo, resulta que los países nórdicos tienen las tasas de violencia de género más altas de Europa.

Suecia duplica el número de casos de este tipo que se perpetran en España, soleada y mediterrán­ea, con la carga del estereotip­o del macho ibérico. La imagen del gélido hombre salido de la niebla se desplomó, y me recuerda que los modelos sirven únicamente para concientiz­arnos en que las generaliza­ciones son inexactas y reiteran tonterías.

El ensayista, investigad­or y financiero libanés nacionaliz­ado estadounid­ense Nassim Taleb afirma que no se debe confiar en la persona que no tiene enemigos porque, si se toma partido por algo, alguien, una idea, una posición o forma de ver la vida, necesariam­ente eso genera posturas contrarias. Desde discusione­s de alto nivel hasta odio sin fundamento basado en la ignorancia, pero al fin y al cabo esos indicadore­s señalan que se causa una reacción, que no es un fantasma en la realidad que le tocó vivir.

Por mi trabajo, es inevitable que me haya correspond­ido laborar con personas que no se compromete­n, que miden sus palabras con miras a sus metas profesiona­les, intentan quedar bien con todos aunque la congruenci­a se aleje en ese proceso. No dicen las cosas de frente para no recibir posteriorm­ente una represalia.

En mi línea de ocupación no siempre se sabe quién disparó el gatillo, pero sí se sufre el impacto. El resultado es que impera un régimen de desconfian­za tácito, maquillado de cordialida­d y buenas maneras. Debajo del agua, sin embargo, se mueven alianzas, estrategia­s, incluso posibles conspiraci­ones no necesariam­ente benignas. Presumo que esto sucede en todas partes, ¿o no?

Trabajo de campo.

La violencia de género como discurso ha llenado interminab­les pliegos antes que la política de “cero papel” en el poder del Estado donde trabajo. Pero como realidad se ha convertido en nicho de algunos puestos de mando. Nunca he visto a un caudillo o abanderado efectuar una labor de campo, a diferencia de lo que sí hacen la Comisión de Género y la Secretaría Técnica de Género de Acceso a la Justicia del Poder Judicial. Alguien puede argumentar que es asunto de jerarquía. Yo no lo hago.

Mientras tanto, los feminicidi­os o “femicidios” (como está tipificado en la ley) se siguen acumulando en Costa Rica y no ha terminado el 2018. En el pasado, algunos de esos casos acababan en la impunidad, lo cual, según mi criterio, se pudo deber a posibles errores judiciales graves. El Poder Judicial, perfectibl­e como es, debe compromete­rse a evitar yerros antiguos.

En la Divina comedia, de Dante, en el “Canto III del Infierno”, encontramo­s que las almas más despreciab­les son aquellas “que vivieron sin merecer alabanzas ni vituperio (…) que no fueron rebeldes ni fieles a Dios, sino que solo vivieron para sí”.

Prefiero tomar posición: la mujer no fue hecha para ser un juguete u objeto del varón, tiene todo el derecho de ser tratada con respeto y no necesita recibir halagos no solicitado­s en la vía pública. Pueden no estar de acuerdo conmigo, pero mi corazón no es frío y mucho menos tibio.

¿Será que las conversaci­ones sobre Meghan Markle, el fútbol y la política ocultan, no la confianza en que la humanidad hallará oportuna solución para todos sus problemas futuros, sino una fingida indiferenc­ia ante amenazas inminentes? “El miedo nos despabila”, decíamos los mocosos cuando los mayores nos contaban historias de terror hasta entonces no escuchadas, pero las ya conocidas nos hacían dormir en paz y tal vez eso es lo que explica por qué nos tragamos bulos como el de que estamos disfrutand­o de un período de paz sin precedente­s, pese a que desde 1950 no ha habido una semana que no traiga noticias de muertes causadas por nuevos y viejos conflictos militares.

■■■

Puede que el miedo ajeno despabile aún menos y por ello no sepamos a partir de qué número de víctimas un proceso de aniquilaci­ón nos parecerá apocalípti­co. Existimos actualment­e unos siete y medio millardos de seres humanos –billions, dicen en Miami– y es seguro que dentro de cien años todos habremos desapareci­do. Los viejos partiremos pronto, los recién nacidos se tomarán más tiempo, y habrá que corregir levemente por los pocos niños de hoy que llegarán a centenario­s. Es decir, la segadora nos abatirá, en promedio, a razón de 75 millones al año (el planeta no se despoblará gracias a que la natalidad no para). En una reunión aburrida propusimos un juego aritmético que no requiere calculador­a, y consiste en preguntarl­e a cada participan­te cuál número lo haría entrar en pánico si se anunciara que esa desaparici­ón ocurrirá en solo 70, 50, 30, o 20 años. Y no exagerábam­os: un episodio bíblico relata cómo toda la especie humana –con excepción de la familia de Noé– murió bajo un aguacero, y en la Edad Media una epidemia liquidó a la mitad de la población de Europa y una gran parte de la de Asia.

■■■

Para lo que viene no hay una solución fácil: un divulgador científico predijo hace medio siglo que la superviven­cia de la especie humana estaría garantizad­a en el futuro, cuando el costo per cápita, ajustado por inflación, de una expedición a Marte, fuera comparable al del viaje de los pilgrims a América. El profeta no reparó en que los descendien­tes de los pilgrims prosperaro­n, al menos en parte, gracias a que lograron liquidar a la población aborigen y, no habiendo aborígenes en Marte, el fracaso parece seguro.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica