La Nacion (Costa Rica)

Cirugía a los 20 años

- Armando Mayorga amayorga@nacion.com

Hace 20 años, la creación del Consejo Nacional de Vialidad (Conavi) llevó a soñar con carreteras de primer mundo, financiada­s con un impuesto a los combustibl­es que generaría más de ¢100.000 millones al año.

Nacía como un órgano de desconcent­ración máxima del Ministerio de Obras Públicas y Transporte­s para mantener en perfecto estado las vías y construir obras por medio de contratos.

Dos décadas después, el Conavi ha cumplido a medias y a un altísimo costo.

Ejemplos. Hace casi un año, el 29 de marzo del 2018, el Conavi suspendió el cobro automático en los peajes de Cartago y Limón “por tres meses” mientras contrataba un nuevo proveedor. Esta es la hora que sigue el proceso de contrataci­ón y el congestion­amiento es cosa de todos los días. Hay pérdida de tiempo para los automovili­stas y mayor gasto en combustibl­e.

El Conavi se ha distinguid­o por ser un pésimo contratist­a. Su hito fue la trocha fronteriza 1856, donde la corrupción campeó en todas sus formas y el país perdió muchos de los ¢20.000 millones que destinó. Ni se diga de las pifias en el puente de “la platina”, donde los remiendos se llevaron millones en contratos con constructo­ras y en tiempo perdido en presas.

Pero la pifia mayor ha sido en la vía de 2 km de acceso al megapuerto de Moín, donde la conexión con la terminal se les “corrió” 80 metros, arreglo que costó $14 millones.

En la construcci­ón de la carretera a San Carlos, en obras hace 13 años, Conavi ha fallado en la rigurosida­d de la construcci­ón, al punto de tener que llegar a romper el contrato con Sánchez Carvajal porque ya el dinero se agotó y la obra quedó al 60 %.

En el asfaltado de los 17 km a Monteverde, lo mismo: Grupo Orosi agotó el tiempo del contrato y llegó solo al 22 %, pese a promesas de cuatro ministros de cumplir ese sueño.

Conavi, en sus propósitos de año nuevo, debe someterse a autorrevis­ión. Admitir que es pésimo contratist­a y evaluar por qué la pifia tanto con el dinero de los impuestos y de los millonario­s créditos.

20 años después, también, es necesario que los diputados revisen si el Consejo cumple sus propósitos y, si no, cortar de raíz lo que lo hace tan incapaz como contratist­a.

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