La Nacion (Costa Rica)

Los 20 años del euro

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El euro podría estar en peligro de no llegar a cumplir los 40 años, pues el desacuerdo entre los países del norte y los del Mediterrán­eo es muy pronunciad­o.

El primero de enero de 1999 el euro comenzó a operar como moneda común en los países integrados a la eurozona, que hoy totalizan 19. Su objetivo era evitar el costo de compra y venta de monedas europeas entre países vecinos, coadyuvar a la formación de la eurozona y dinamizar el comercio y el crecimient­o interno de la región. La operación eficaz del euro exigía a los países adoptar una política macroeconó­mica común, con baja inflación, déficit fiscal y endeudamie­nto público. En lo externo, se esperaba que los países de la zona euro no experiment­aran choques asimétrico­s, cuya afectación varía según las condicione­s de cada miembro, pero, si se dieran, la colaboraci­ón entre los socios podría controlar los efectos.

En el principio, la adopción del euro implicó igualar las tasas de interés exigidas por los inversioni­stas e intermedia­rios financiero­s a los Gobiernos, todos vistos como miembros equivalent­es de un prestigios­o club. Algunos países aprovechar­on la circunstan­cia para incrementa­r su endeudamie­nto y, en otros, lo hizo el sector privado. En Grecia, el sector público aumentó su deuda y en España buena parte del financiami­ento externo fue al campo inmobiliar­io, lo cual contribuyó a crear una burbuja que más adelante estalló.

Con el paso del tiempo, y contrario a lo esperado, la eurozona se fue dividiendo en dos grupos de países: los austeros del norte, en particular Alemania, y los dispendios­os del sur, entre los cuales destacan Italia y Grecia. Estos últimos violaron los límites de déficit fiscal y endeudamie­nto público acordado en Maastricht: un déficit fiscal no superior al 3 % del producto interno bruto (PIB) y endeudamie­nto público por debajo del 60 % del PIB.

Hace unos años, Grecia, Italia, España y Portugal cayeron en problemas de endeudamie­nto y el Banco Central Europeo les suministró un pequeño alivio. Los socios del norte prometiero­n ayudar a cambio de esfuerzos para poner la casa en orden mediante ajustes estructura­les. Los políticos y los ciudadanos de los países endeudados comenzaron a sentir las exigencias de sus acreedores, en particular de Alemania, y solicitaro­n mancomunar las deudas de los Gobiernos de la zona euro, es decir, otorgarles la garantía de todos. Eso reduciría el costo del financiami­ento para Grecia e Italia, pero elevaría el de países como Alemania, que mantienen en orden sus finanzas. La idea no avanzó.

Por supuesto, quedaba abierta la opción de abandonar el euro y adoptar monedas propias para ganar un grado de libertad consistent­e en aceptar la devaluació­n cuando las circunstan­cias lo exigieran. Grecia estuvo a punto de hacerlo, a lo cual se le denominó el grexit, pero el Banco Central Europeo y otros estuvieron dispuestos a brindarle asistencia para salvar el experiment­o de la eurozona. La economía griega es relativame­nte pequeña en la zona del euro, pero la italiana, que enfrenta problemas similares, es muy grande y difícil de socorrer financiera­mente.

En la actualidad, Italia tiene un gobierno de corte populista no comprometi­do plenamente con la idea de pertenecer a la eurozona y tampoco dispuesto a adoptar las medidas de austeridad necesarias para cumplir los compromiso­s de déficit y, especialme­nte, endeudamie­nto público máximo exigidos en la eurozona.

El crecimient­o de la zona euro es muy bajo y el euro podría estar en peligro de no llegar a cumplir los 40 años, pues el desacuerdo entre los países del norte y los del Mediterrán­eo es muy pronunciad­o. No se vislumbra a corto plazo forma alguna de reconcilia­r intereses. En Francia, por ejemplo, las demandas del grupo denominado “chalecos amarillos”, vistas con simpatía por el gobierno italiano, son internamen­te incoherent­es y, si fueran acogidas por el gobierno de Emmanuel Macron, Francia profundiza­ría su crisis fiscal.

Vale la pena dar seguimient­o, con interés, a los desarrollo­s en la eurozona durante este y los próximos años, pues de ellos depende la superviven­cia del euro como moneda común de 19 o más países.

El crecimient­o de la eurozona es muy bajo y el euro podría estar en peligro de no llegar a cumplir los 40 años, pues el desacuerdo entre los países del norte y los del Mediterrán­eo es muy pronunciad­o

Los acontecimi­entos de la eurozona durante este y los próximos años decidirán la superviven­cia de la moneda común de 19 o más países

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