Recolectores de café trabajan en paz gracias a Cen-Cinái
Los hijos de los recolectores de café de la finca de Lidia Matamoros, en San Rafael de Naranjo, empiezan sus días con una ilusión particular.
En vez de quedarse en el cafetal, mientras sus padres trabajan de 6 a. m. a 4:30 p. m., ellos pasan el tiempo entretenidos, alimentados y atendidos en el Cen-Cinái de la zona.
Un total de 35 niños de 28 familias reciben este beneficio durante la temporada de cogidas de café, de diciembre a febrero. Ellos son transportados desde la finca al Centro en una buseta, pagada por la dueña de la propiedad.
De esta forma, evitan exponerse a los peligros del cafetal. Además del cuido y la alimentación, los beneficiarios pueden acceder a servicios de psicología, nutrición, terapia de lenguaje y terapia física, indica un comunicado del Cen Cinái.
“Me siento agradecida porque los cuidan mucho a los chiquillos ahí. Ellos comen, juegan, les han regalado ropa, ellos dicen que se sienten muy bien, y yo me siento muy tranquila”, afirmó Deylin Zamora, madre recolectora.
Por su parte, Luis González, un padre beneficiario, manifestó que, para él, “ha sido una buena idea”. “Nos están ayudando mucho, pues tienen todas las atenciones. A mí me encanta el proyecto. Les doy las gracias a las personas que lo hacen posible”.
“Una de las preocupaciones que hemos tenido siempre son los niños en el cafetal. Hace años hemos tratando de ver cómo hacemos para que los niños no vayan al cafetal, teníamos tres años de estar con un proyecto de hacer unas casitas para que los niños se quedaran ahí. En eso, se nos dio la oportunidad y contactamos a la gente del Cen-Cinái”, relató el administrador de la finca, Alexis Acuña.
Según Mariana Chinchilla, encargada del Cinái Naranjo, la idea es expandir el proyecto a otros cafetales de la zona en años venideros.
Esta solución para los menores se suma a otras estrategias de alianzas público-privadas que ya operan en varias localidades cafetaleras del país.
Por ejemplo, las Casas de la Alegría funcionan desde hace cuatro años. Se ubican dentro de fincas y son construidas por sus propietarios con fondos de cooperación internacional o con donaciones específicas.
Mediante subsidios, el Estado financia el costo de la atención diaria y de servicios médicos, da seguimiento periódico a las condiciones de las casas, y ofrece capacitación a las personas que cocinan y cuidan a los menores, entre otras acciones.