La Nacion (Costa Rica)

Ese triunfo no es para tontos

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El triunfo de Saprissa sobre Tigres es de esos que empujan al tonto que llevamos dentro y se asoma a veces.

Cada quien le pone el sello particular. A la ligera, se me ocurren tres tipos fáciles de identifica­r. Primero aparecen los que pretenden elevar la victoria al plano de lo heroico. Después reaccionan quienes intentan reducirla a lo meramente fortuito, como salida de una bolsa de Picaritas. En medio quedamos —otro tipo de tontos— los que tardamos un rato en entender que eso es parte de la gracia del fútbol: los dimes y diretes de unos y otros. Para eso son los archirriva­les.

Una vez comprendid­o que el lapsus fanaticus es casi un derecho innato en cada amante del fútbol, tan solo permítame un consejo: si identifica en usted alguno de los tres tontos anteriorme­nte descritos, déjelo asomarse un rato, pero no le permita quedarse a vivir. Cuando se vaya, eche un vistazo a la victoria de Saprissa.

Tan lejos de la hazaña como de la simple chiripa, el 1 a 0 mezcla mucho de virtud morada, un penal perdonado, un poco de suerte y una dosis de yerro rival.

El Saprissa del Paté Centeno dejó para mejor día algunas páginas de “Fútbol para enamorados” (no pierda el tiempo buscándolo en la librería; se agotó el 14 de febrero). Adaptó el libreto: a mi entender, una virtud, no un defecto. En lugar de prohibir los pelotazos, recurrió a 34 de ellos. En lugar del “Harás presión alta” como mandamient­o, esperó al rival casi en el mediocampo. En lugar de renegar por el 68% de posesión de balón de Tigres, se abrazó feliz con lo conquistad­o en el 32% restante.

¿Acaso alguien cambiaría la victoria por tener más la pelota? Ni tonto que fuera.

El Centeno que —según me confesó alguna vez— habría preferido una eliminació­n prematura de la Sele en Brasil 2014 a cambio de un mejor fútbol, el de toque, esta vez parece cómodo por lo conseguido con 213 pases menos de los 500 por él idealizado­s. Y no está mal: con los años, todos vamos haciéndole remiendos al discurso.

Saprissa jugó a lo que tenía que jugar, excepto por esos riesgos en salida de los que ha salido librado por fortuna, los impecables achiques del arquero Aarón Cruz o la mala definición del rival.

Saprissa pudo perder; sería de tontos negarlo. También supo ganar; sería de tontos no reconocerl­o.

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