Estudio descarta que vacuna contra sarampión suba riesgo de autismo
››Tampoco ‘activa’ el virus en niños susceptibles ni lo ‘libera’ después
La vacuna contra sarampión, rubéola y paperas (SRP) no aumenta el riesgo de autismo, tampoco “activa” el autismo en niños susceptibles y no está asociada con “encapsular” un autismo que pueda liberarse años después de la vacunación.
Así de categóricas son las conclusiones del estudio científico que, hasta la fecha, se ha hecho con mayor número de personas a las que se dio seguimiento por más tiempo.
Investigadores del Instituto Nacional de Salud en Dinamarca y de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, estudiaron a 657.461 daneses que nacieron entre 1999 y el 2010 y los siguieron año tras año hasta el 2013.
Los resultados de los análisis se publicaron este martes, en la revista
“Los padres y madres no deben saltarse la vacunación por miedo al autismo. Los peligros de no vacunar incluyen la reaparición del sarampión, algo que ya estamos viendo”, comentó Anders Hviid, coordinador de la investigación.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores tomaron los registros de población de Dinamarca y los cruzaron con los de vacunación, diagnósticos de autismo, historia familiar de esta condición y factores de riesgo.
Durante los 14 años evaluados, 6.517 niños fueron diagnosticados con algún trastorno del espectro autista (TEA), dentro de los cuales el más común era el autismo, pero también estaba el asperger o el autismo atípico.
Si se suman los años de seguimiento que se le dieron a cada persona son, en total, 5.025.754 (más de cinco millones) “años persona”, una medida que se utiliza en Epidemiología para ver el impacto de una enfermedad. Esos 6.517 casos representan un impacto de 129,7 casos por cada 100.000 años de personas.
Cuando se compararon las posibilidades de autismo entre los no vacunados y los vacunados, más bien se vio que el 5% de los menores que no habían sido inoculados tenían un riesgo de este trastorno un 17% mayor que quienes sí habían sido vacunados.
Tampoco se mostró un riesgo mayor de TEA para quienes tenían un hermano con algún trastorno de este tipo.
Cuando se analizó si la vacunación tenía algún peso sobre los factores de riesgo para el desarrollo de autismo, se vio que esta inyección tampoco influía.
Dentro de los factores de riesgo estaba la edad de la madre y del padre, fumado durante el embarazo, nacimiento prematuro, bajo peso al nacer, menor circunferencia de cintura y se verificó si hubo una calificación baja en la prueba Apgar (examen rápido que se realiza al primer y quinto minuto después del nacimiento, que ayuda al médico a saber si el bebé necesita ayuda inmediata).
En febrero de 1998, un documento sin ningún sustento científico, publicado en la revista médica sugería un vínculo entre
la vacuna SRP y el autismo.
Andrew Wakefield, médico británico, afirmaba que 12 menores sufrieron ese padecimiento tras ser vacunados contra sarampión, rubéola y paperas. Según él, el llamado “timerosal”, una sustancia conservante (con base en mercurio), era la que causaba estos padecimientos.
Esto hizo que miles de padres de familia dejaran de vacunar a sus hijos por miedo a estas secuelas. El sarampión comenzó a resurgir con brotes, primero en Inglaterra y luego en otros países europeos.
Sin embargo, investigaciones posteriores revelaron que tres de los niños participantes en ese primer análisis nunca tuvieron algún tipo de autismo, y que otros cinco de los analizados ya tenían retrasos en su desarrollo cognitivo antes de vacunarse.
Dichos análisis posteriores también subrayaron incongruencias y datos falsos en los expedientes de los pacientes “para hacerlos calzar con la hipótesis de Wakefield”.
Además, “la mayoría de los niños participantes fue reclutada por campañas antivacunas”, cita un reporte publicado, en el 2011, en la revista
En el 2010, la revista
se retractó del estudio y Wakefield perdió su licencia médica.. No obstante, el daño a la salud pública ya estaba hecho.