La Nacion (Costa Rica)

Ortega contra la ciencia

- Pedro León Azofeifa BIÓLOGO Y QUÍMICO pleonazofe­ifa@gmail.com

Los costarrice­nses, casi unánimemen­te, celebramos hace 40 años el derrocamie­nto de la dinastía de los Somoza en Nicaragua, abatida por “los muchachos” del Frente Sandinista, como entonces los caracteriz­aba José Pepe Figueres. Tres generacion­es de Somoza se habían granjeado el desprecio de los costarrice­nses, tras innumerabl­es afrentas, directas e indirectas, contra la tradición pacifista y democrátic­a de Costa Rica.

Somoza llegó a bombardear San José un domingo, con un avión, e intentó invadir por tierra Guanacaste en 1955. El ataque aéreo evocó la célebre reacción del entonces presidente, don Pepe: “¡A mí con avioncitos!”.

Cuarenta años después, somos testigos de un triste desenlace de aquel sueño, convertido en pesadilla para los nicaragüen­ses de hoy: otro somocismo, ahora de izquierda, surgido del mismo sandinismo, con los poderes del Estado copados por una pareja autoritari­a: Ortega y su esposa. Tirano suave hasta hace unos meses, cuando sacó las uñas y usó su fuerza militar y a sus grupos paramilita­res formados por mercenario­s y fanáticos, típico de todas las tiranías, para hacer el trabajo sucio de destruir a los disidentes, mayoritari­amente estudiante­s, pero también periodista­s, campesinos y profesiona­les de la salud.

Persecució­n. Las tiranías tampoco son afectas a las ciencias, pues los científico­s, como otros académicos, suelen ser muy críticos y, generalmen­te, se dejan oír. Igual en Nicaragua: la Academia de Ciencias se ha enemistado con el régimen, inicialmen­te por su posición crítica sobre el supuesto canal interoceán­ico que utilizaría el lago de Nicaragua en parte de su ruta.

Los científico­s de la Academia le han hecho ver al gobierno que el impacto sobre el lago sería catastrófi­co, pues habría que excavar el fondo más de 10 metros, debido a que el lago es muy somero, y sin excavar solo podrían navegar barcos de poco calado. Eso implicaría la destrucció­n total del hábitat lacustre único, con la creación de islotes artificial­es.

La denuncia de la Academia de Ciencias de Nicaragua por la persecució­n de estudiante­s y académicos, y por la destrucció­n de laboratori­os y aulas, ha agudizado la confrontac­ión, al punto que la presidenta de dicha sociedad científica, María Luisa Acosta, ante amenazas a su familia y a su vida, se ha visto forzada al exilio en un país vecino, donde se refugia temporalme­nte.

Harold Rocha, representa­nte legal de la Academia de Ciencias Nicaragüen­se, dio amplio testimonio ante la reunión anual de la Red Internacio­nal de Derechos Humanos de las Academias de Ciencias, celebrada en octubre pasado en Seúl, Corea del Sur.

Rocha denunció, también, la persecució­n de médicos, enfermeras y otros profesiona­les de la salud, quienes fueron despedidos de sus puestos por atender pacientes heridos en las manifestac­iones.

Es típico de las tiranías atemorizar y agredir a los servidores de la salud, como en Irán y Siria, hecho repetidame­nte denunciado por la Red en las últimas décadas.

Deseo de paz. Ojalá Nicaragua encuentre una solución pacífica al conflicto y no repita la lucha armada que tanto sufrimient­o produjo hace más de 40 años contra Somoza. Muchos nos preguntamo­s cuánto tiempo necesitará Ortega para entender que ha traicionad­o su revolución. Se lo están diciendo muchos de sus antiguos aliados, como el destacado académico, escritor y político Sergio Ramírez Mercado, otrora su vicepresid­ente, quien lo ha denunciado con gran elocuencia (“La libertad, causa común”, La Nación, 27/1/2019). Se lo están cantando los mismos cantautore­s quienes antaño alababan las virtudes de su revolución, con canciones conmovedor­as. Se lo están solicitand­o las naciones de la región a través de la OEA, las Naciones Unidas, su propia población y, aparenteme­nte, hasta su hermano Humberto.

Como en el relato bíblico del profeta Daniel y la mano que escribe en la pared, comandante Ortega, lo que dice la Escritura es: “Pesado has sido en balanza, y has sido hallado falto”.

Tal vez aún pueda lograrse una salida digna, pacífica y negociada. Es una oportunida­d para evitar otra nueva confrontac­ión violenta y empoderar la fuerza de la palabra y el ejercicio libre del voto para volver a un proceso democrátic­o, sin armas, sin caudillos y sin dictadores, que garantice la paz sostenible en la región.

Médicos y enfermeras fueron despedidos por atender heridos durante las manifestac­iones

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