La Nacion (Costa Rica)

Receptació­n de carne

-

No estamos ante un caso puro y simple de receptació­n, sino ante el menospreci­o criminal de la salud y la vida.

hace nueve años haber encontrado la solución al robo de ganado. No se equivocó del todo, pero creó, sin proponérse­lo, un problema diferente, también perjudicia­l para el ganadero, pero grave en términos de salud pública. Las estadístic­as del Organismo de Investigac­ión Judicial (OIJ) lo demuestran.

La ley estableció un sistema de trazabilid­ad mediante guías de transporte del ganado. La documentac­ión certifica el nombre del propietari­o, el origen y destino de los animales, la identidad del transporti­sta y las marcas de propiedad impresas en los ejemplares transporta­dos. El sistema dificulta el robo de ganado en pie, de todas formas complejo dada la necesidad de utilizar camiones de mayor capacidad.

En consecuenc­ia, los delincuent­es optan por destazar el ganado en la finca y transporta­n la carne en bolsas, con el uso de vehículos livianos. No hay carga visible y tampoco documentac­ión, pero sí riesgos mayores por las circunstan­cias del destace a cielo abierto en los potreros.

Entre enero del 2017 y noviembre del año pasado, el OIJ recibió 1.053 denuncias de destace y 887 de robo de ganado en pie. Los casos de sacrificio de las reses en la finca superan a los de robo de animales vivos en un 19 %. Además, los propios ganaderos reconocen pérdidas muy superiores. Las denuncias apenas representa­n una fracción del total porque los propietari­os conceden pocas posibilida­des a la recuperaci­ón del ganado o a la captura de los cuatreros y, en lugar de invertir el día en tramitar la denuncia, guardan silencio.

La Encuesta Nacional Agropecuar­ia del 2017, elaborada por el Instituto Nacional de Estadístic­a y Censos (INEC), dio cuenta de la pérdida de 8.923 animales, pero, en el mismo año, el OIJ solo recibió denuncia de 2.366 cabezas robadas o destazadas. Si los datos proporcion­ados al INEC por los ganaderos son precisos, las pérdidas ascendería­n a ¢3.569 millones.

La Policía sabe de bandas organizada­s de cuatreros, pero atribuye buena parte de los casos a delincuent­es menos sofisticad­os. Esa es razón de más para temer por las implicacio­nes para la salud pública. Mientras más rudimentar­ias las bandas, peores las condicione­s del destace y manejo de la carne.

Las pérdidas de los ganaderos, muchos de ellos humildes agricultor­es con pocas cabezas a su nombre, son motivo de sobra para intensific­ar las acciones policiales contra los cuatreros, pero la amenaza contra la salud pone sobre el tapete la necesidad de castigar con severidad a los compradore­s de carne robada.

El Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa) advierte sobre los riesgos de contacto de la carne con la tierra, materia fecal u otros materiales contaminad­os y la posible perforació­n de vísceras en el momento mismo del destace, sin mencionar el posterior manejo y transporte de la carne. Quien somete la salud ajena a semejantes peligros debe ser objeto de fuertes sanciones, comenzando por la clausura del establecim­iento.

Según Senasa, los comercios más propensos a vender carne robada no son carnicería­s, sino sodas, restaurant­es y bares. Las autoridade­s también han detectado comercio ilícito en turnos y fiestas patronales con afluencia de público. En cambio, consideran estricto el control sobre las facturas e inventario­s de las carnicería­s.

En cualquier caso, los comercios involucrad­os, cuando son descubiert­os, deben ser objeto de castigos ejemplariz­antes. No estamos ante un caso puro y simple de receptació­n, sino ante el menospreci­o criminal de la salud y la vida.

No estamos ante un caso puro y simple de receptació­n, sino ante el menospreci­o crimina de la salud y la vida Los delincuent­es optan, cada vez más, por destazar e ganado en la finca y transporta­n la carne en bolsas, con el uso de vehículos livianos

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica