La Nacion (Costa Rica)

Violencia en Salitre

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Las reacciones gubernamen­tales por el asesinato del líder indígena Sergio Rojas son importante­s, pero ninguna contiene la solución al problema de fondo.

Las reacciones gubernamen­tales por el asesinato del líder indígena Sergio Rojas son importante­s, pero ninguna contiene la solución al problema de fondo

La resolución permanente depende del ordenamien­to de la tenencia de la tierra con respeto a los derechos ancestrale­s de los pueblos indígenas

No sabemos a ciencia cierta las razones del asesinato de Sergio Rojas Ortiz, destacado líder indígena y defensor de los derechos de la población autóctona sobre las tierras de Salitre, en Buenos Aires de Puntarenas. Conocemos, en cambio, la violencia ejercida contra el pueblo bribri en el marco de la disputa por sus terrenos ancestrale­s, en muchos casos transferid­os por el Estado a colonos del Valle Central.

Horas antes del homicidio perpetrado a balazos, Rojas había acompañado a dos indígenas a la Fiscalía de Buenos Aires, precisamen­te para presentar una denuncia por amenazas. La Policía no ha establecid­o vínculos entre el homicidio y la denuncia, pero el caso ejemplific­a las constantes tensiones en la zona y sus manifestac­iones violentas. Según la Defensoría de los Habitantes, los indígenas denunciaro­n haber sido objeto de intimidaci­ón mediante detonacion­es para que abandonara­n tierras recuperada­s.

Todo apunta a la prolongada disputa por tierras como móvil del homicidio. La propia Defensoría señaló la exposición de los indígenas a las “discrimina­ciones, ofensas, agresiones y ahora al asesinato”. Es necesario esclarecer el crimen más allá de cualquier duda porque la demostraci­ón de las bien fundadas sospechas añadirá sentido de urgencia a la solución de un problema demasiado dilatado.

El Estado contribuyó a crear el conflicto con intervenci­ón de institucio­nes encargadas de resolver los problemas relacionad­os con la tenencia de la tierra, como el Instituto de Desarrollo Agrario (IDA) y el Instituto de Tierras y Colonizaci­ón (ITCO). Ahora, incumple acuerdos adoptados en los procesos de diálogo mediados por la Defensoría, según esta última entidad. Por otra parte, las acciones gubernamen­tales frente a la medida cautelar de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos en resguardo de la vida y derechos de los indígenas no han sido eficaces. La administra­ción Solís elaboró un protocolo para concretar la protección, pero no ha sido aplicado a plenitud.

El presidente, Carlos Alvarado, ordenó al Ministerio de Seguridad Pública colaborar con la Policía Judicial para esclarecer el homicidio y le solicitó brindar protección a los familiares del dirigente asesinado. La embajada costarrice­nse en la Organizaci­ón de Estados Americanos rendirá un informe ante los órganos pertinente­s del sistema interameri­cano y la Dirección Nacional de Resolución Alterna de Conflictos del Ministerio de Justicia enviará funcionari­os a estimular y conducir el diálogo.

Todas son reacciones importante­s, pero ninguna contiene la solución al problema de fondo. Hay tierras indígenas ocupadas por otras personas, convencida­s de estar a derecho y, en muchos casos, con la documentac­ión necesaria para argumentar­lo. Ya se pierden en la memoria las verdaderas motivacion­es y las irregulari­dades detrás del otorgamien­to de algunos de esos títulos. Existen, además, los oportunist­as empeñados en sacar provecho de la turbulenci­a. Esa es la cuestión y la resolución del conflicto exige acciones mucho más enérgicas y constantes.

La presencia policial podrá mantener el orden mientras dure y esté a la altura de las amenazas. Los esfuerzos por estimular el diálogo y resolver la situación por medios alternativ­os contribuye a aliviar tensiones, pero se corre el riesgo de perder credibilid­ad si los acuerdos no se concretan y los participan­tes quedan en espera de resultados. La solución permanente depende del ordenamien­to de la tenencia de la tierra con respeto a los derechos ancestrale­s de los pueblos indígenas. El país ha resuelto problemas similares en el pasado y no puede ser indiferent­e ante crímenes y abusos como los perpetrado­s contra la población bribri.

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