La Nacion (Costa Rica)

Vejez desprotegi­da

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Las pensiones del IVM vienen perdiendo valor y la sostenibil­idad del sistema, en general, es objeto de debate.

Costa Rica envejece con rapidez. En el 2050, habrá 1,3 millones de adultos mayores. Los avances médicos producen expectativ­as de vida comparable­s con las de países desarrolla­dos y el control de la natalidad disminuye la cantidad de jóvenes. Entre el 2010 y el 2018, el número de ancianos pasó de 357.000 a 546.000, mientras la población de menos de 20 años disminuyó un 4 %.

El cambio plantea formidable­s retos para los sistemas de salud y pensiones. Los primeros deben ajustarse para atender, en mayor número y proporción, enfermedad­es propias de la vejez. Los segundos están obligados a cuadrar el círculo para garantizar ingresos dignos a grandes cantidades de pensionado­s, partiendo de una población activa cada vez menor.

No lo estamos logrando. La informalid­ad y el trabajo doméstico tienen a 119.477 pensionado­s adscritos al Régimen No Contributi­vo de la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS) y a otros 22.440 en espera de ese beneficio. La pensión de ¢78.000 no le alcanza a Roger Vega, de 68 años, para pagar los ¢90.000 de alquiler por un cuartito de latas en La Capri, informó este diario el domingo. Para redondear el alquiler y atender otras necesidade­s, en particular la alimentaci­ón, Vega vende paños en una intersecci­ón de Goicoechea. Como él, unos 80.000 mayores de 65 años recurren al empleo informal para subsistir.

Al mismo tiempo, las pensiones del Régimen de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM) vienen perdiendo valor y la sostenibil­idad del sistema, en general, ha sido objeto de intenso debate. La CCSS instaló una mesa de diálogo con representa­ntes de los grupos interesado­s. Se reunieron durante meses y al final propusiero­n medidas tan limitadas que se sintieron obligados a admitir la necesidad de nuevos estudios a corto plazo.

Según el reconocido investigad­or Luis Rosero, las medidas propuestas por la mesa de diálogo “no son siquiera un parche”. Según su criterio, es indispensa­ble elevar la edad de retiro a los 70 o 75 años. En la práctica, esa medida está vigente para buena parte de los beneficiar­ios del Régimen No Contributi­vo.

En el 2000, cuando los beneficios del IVM equivalían al 60 % del salario de referencia, la exposición de motivos de la Ley de Protección al Trabajador pronostica­ba un deterioro acelerado de esa relación. Ya para el 2005, la CCSS aprobaba una rebaja en los beneficios para ubicarlos entre el 43 % y el 52,5 % del salario de referencia. El deterioro se ha hecho inevitable.

Si las pensiones del régimen más grande del país pierden valor y hay dudas sobre las posibilida­des de mantener el sistema sin profundas reformas, se hace incomprens­ible el empeño de un sector de la Asamblea Legislativ­a por debilitar la única propuesta visionaria en muchas décadas: preocúpese por construir una parte de su pensión porque el Estado no podrá darle lo necesario para una vejez digna. En cambio, el Estado le concederá incentivos fiscales al ahorro. En síntesis, esa es la propuesta de la Ley de Protección al Trabajador, pero un proyecto de ley pretende transforma­r las pensiones complement­arias en una especie de ahorro obligatori­o que puede ser retirado totalmente al final de la vida laboral.

Los argumentos empleados para justificar el cambio podrían aplicarse a la eliminació­n definitiva del sistema. El Estado, dicen los impulsores de la reforma, vulnera la libertad de los trabajador­es para administra­r sus fondos según les parezca mejor. Entonces, tampoco deberían exigirles ahorrar a lo largo de toda su vida laboral para acumular un ahorro liquidable el día de la jubilación. El punto no es averiguar cuántos pensionado­s invertiría­n bien su dinero, sino impedir que quienes lo hagan mal intensifiq­uen un grave problema social del cual ya tenemos notorias manifestac­iones.

Es incomprens­ible el empeño de un sector del Congreso por debilitar las pensiones complement­arias, única propuesta visionaria en muchas décadas Las pensiones del Régimen de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM) vienen perdiendo valor y la sostenibil­idad del sistema, en general, ha sido objeto de intenso debate

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