Modorra crediticia
La aprobación de la reforma fiscal contribuyó a recuperar –con relativa celeridad– parte de la confianza de los inversionistas en el Ministerio de Hacienda. En el primer trimestre del 2019, la Tesorería captó ¢1,3 billones, suma impensable seis meses atrás.
Los consumidores, por otra parte, estamos reacios a “creer” y demandamos más señales para expandir el gasto y echar a andar nuevos proyectos de inversión, estímulos necesarios para que la economía camine con más ánimo.
Esta coyuntura hace que el crédito siga decaído, pero cuando los vientos soplen en otra dirección esta será una de las herramientas para traducir la mayor confianza en crecimiento, aunque viejas patologías limitan la velocidad y profundidad de la reactivación.
Según el Banco Central, el crecimiento de los préstamos en las entidades financieras cayó el año pasado, y todavía hoy la debilidad persiste. En febrero, el saldo de la cartera creció 3% anual, menos que un año atrás y por debajo de las proyecciones para el 2019.
Una de las razones coyunturales de esta modorra crediticia son las mayores tasas de interés. El Central señala que la tasa activa promedio en colones del sistema financiero pasó de 15,07%, en febrero del 2018, a 16,12%, un año después, y la de dólares ascendió de 9,81% a 10,86%, en ese mismo periodo.
Para que las tasas tengan margen de retroceder es necesario que Hacienda deje de presionarlas y esto, en el largo plazo, ocurrirá cuando se comiencen a equilibrar las finanzas públicas, aunque en el corto plazo también ayudaría una apropiada gestión de la deuda pública, donde el proyecto para colocar eurobonos es un ingrediente importante.
No obstante, aún con condiciones económicas y financieras propicias para la reducción en las tasas (baja inflación, tasas internacionales decrecientes, mayor equilibrio fiscal), persisten los famosos altos márgenes de intermediación financiera, consecuencia de la baja eficiencia operativa en la banca (en especial la pública), que ponen freno y límites a las posibles disminuciones.
De nuevo, un problema viejo, que pudo resolverse hace años, limitará el ajuste a la baja en los intereses, un cambio de rumbo tan necesario como urgente para incentivar el financiamiento, la recuperación económica y el empleo.