La Nacion (Costa Rica)

Escasez de agua

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La franja central del país, de la frontera con Nicaragua al golfo de Nicoya, sufrirá la pérdida del 48% del agua disponible.

La franja central del país, desde la frontera con Nicaragua hasta el golfo de Nicoya, sufrirá la pérdida del 48 % del agua disponible

Poco podemos hacer para impedir el avance del efecto invernader­o. En cambio, la mitigación de sus consecuenc­ias está en nuestras manos

El cambio climático habrá elevado en el 2050 la temperatur­a de nuestra zona en 1,6 grados centígrado­s y causado la disminució­n de las lluvias en un 20 %. Una simulación ejecutada por técnicos del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID) advierte sobre consecuenc­ias espeluznan­tes.

La franja central del país, desde la frontera con Nicaragua hasta el golfo de Nicoya, sufrirá la pérdida del 48 % del agua disponible y las grandes concentrac­iones urbanas del Valle Central estarán entre las más perjudicad­as. Si ya hay comunidade­s donde el racionamie­nto es recurrente, año con año, es fácil imaginar los efectos del enorme faltante proyectado a solo 30 años plazo.

Las generacion­es futuras llevarán el peso de los efectos, pero en tres décadas los jóvenes de hoy apenas estarán en la plenitud de la vida. No es un problema futuro, sino de apremiante actualidad. El BID sugiere dejar de planificar con solo el crecimient­o del consumo en mente y añadir a las proyeccion­es las consecuenc­ias del cambio climático.

Un país hasta ahora privilegia­do por un generoso régimen de lluvias corre el riesgo de dejarse sorprender. Costa Rica ha maltratado su recurso hídrico en parte porque hasta hace poco la escasez era inimaginab­le. Poco podemos hacer para impedir el avance del efecto invernader­o. Más que por la contribuci­ón directa a la reducción global de emisiones, la descarboni­zación de nuestra economía importa como ejemplo y podio desde el cual ejercer influencia moral en foros internacio­nales.

En cambio, la mitigación de los efectos está directamen­te en nuestras manos. El país sufre un grave rezago en infraestru­ctura. En las condicione­s actuales, y sobre todo en las previsible­s, no podemos darnos el lujo de dejar de captar y distribuir cada gota disponible y, por fortuna, hay bastante más de lo que aprovecham­os.

El BID recomienda el diseño de un plan maestro para identifica­r las fuentes de abastecimi­ento y las necesidade­s de desarrollo. Para hacerlo, es indispensa­ble revisar la institucio­nalidad y la legislació­n, ambas excesivas y dispersas. El papel rector del Instituto de Acueductos y Alcantaril­lados (AyA) debe fortalecer­se y también sus finanzas.

Precisamen­te porque hemos gozado de agua en abundancia, el suministro en Costa Rica es barato y ha habido demasiada tolerancia para el robo y las conexiones ilícitas. La Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep) también debe considerar las implicacio­nes del cambio climático cuando fija tarifas.

No solo se trata del suministro. Es un sinsentido hablar del agua para el consumo humano sin hacer referencia al tratamient­o de las aguas residuales. La falta de preocupaci­ón por esta problemáti­ca explica la contaminac­ión de ríos y cuencas enteras con la obvia disminució­n del recurso hídrico no contaminad­o. Yamileth Astorga, presidenta ejecutiva del AyA, plantea la necesidad de explorar soluciones novedosas, como el empleo de alianzas público-privadas para ofrecer servicios de tratamient­o.

Urge, además, imponer la planificac­ión urbana y regional. El Programa Estado de la Nación ha venido señalando el bajo número de cantones con planes reguladore­s actualizad­os y el crecimient­o desordenad­o de las llamadas “ciudades intermedia­s”, como Ciudad Quesada, San Isidro y otras. Esas manchas urbanas se extienden con celeridad cometiendo los mismos errores del área metropolit­ana, entre ellos, la urbanizaci­ón sobre nacientes necesarias para asegurar el futuro.

El tiempo no está a nuestro favor. Tampoco los recursos económicos necesarios para enmendar los errores del pasado y paliar las consecuenc­ias del cambio climático. Es hora de aprovechar cada minuto y hacer los sacrificio­s requeridos para asegurar el futuro en la medida de lo posible.

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