La Nacion (Costa Rica)

La iglesia de Coronado posee elementos en común con la de Nuestra Señora de París

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mattderna, en general, y el Renacimien­to, en particular (siglos XV y XVI), generaron el decaimient­o del estilo gótico. Pero resurgió con fuerza en el siglo XIX, bajo el nombre de estilo neogótico.

Costa Rica experiment­ó una fuerte influencia de dicha arquitectu­ra, cuyos primeros ejemplos fueron la antigua iglesia de San Nicolás Tolentino, erigida en 1880 en Cartago por el sacerdote jesuita colombiano y arquitecto autodidact­a Santiago Páramo Ortiz. Fue destruida, lamentable­mente, por el terremoto de 1910.

Con ese estilo se construyó la iglesia neogótica de la Merced, obra del ingeniero Lesmes Jiménez Bonnefil y el arquitecto Jaime Carranza Aguilar. Jiménez fue también el responsabl­e de dos iglesias neogóticas en cantones de Heredia, la de San Isidro Labrador y la de San Rafael Arcángel, así como de la iglesia de San Vicente Ferrer, en Moravia.

Mención especial merece la iglesia neogótica de San Isidro Labrador en Coronado, ideada por el arquitecto Teodorico Quirós Alvarado, por la gran cantidad de elementos artísticos en común con la de Notre Dame. Así como la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes en Grecia, erigida por el ingeniero Lucas Fernández y cuya estructura total es de hierro. Única en el país.

El estilo neogótico en Costa Rica también se manifestó en la antigua fachada del Hospital San Juan de Dios (hoy desapareci­da), en el viejo edificio del Hospital Psiquiátri­co Chapuí, del cual solo se conserva la nave central. En lo referente al arte funerario, se puede apreciar en mausoleos del Cementerio General.

El incendio que consumió parte de Notre Dame no solo nos permite recordar que su refinado estilo arquitectó­nico está presente en nuestra patria. Lo realmente relevante estriba en la protección del acervo patrimonia­l costarrice­nse para no tener que imaginar nunca cómo fueron nuestros tesoros arquitectó­nicos, sino admirarlos en todo su esplendor. toarca@costarrice­nse.cr in importar cuánto más dinero perderá el país, el gobierno y algunos diputados quieren transforma­r Recope en un laboratori­o de experiment­os para “investigar, producir, industrial­izar, transporta­r y comerciali­zar biocombust­ibles, hidrógeno y otros combustibl­es renovables”.

¿Quién pagará ese laboratori­o? La solución de los diputados de la Comisión de Ambiente es cargar al bolsillo de quienes compran gasolina y diésel un canon del 0,15% en la factura, lo cual generaría ¢2.400 millones al año.

El proyecto propuesto en el gobierno de Luis G. Solís fue aprobado por 8 de 9 diputados de la comisión, la cual lo pasó al plenario.

La administra­ción de Carlos Alvarado casi que le hizo un copy paste y propuso, el 9 de abril, lo mismo.

Si Recope tuviera un historial de éxito en experiment­os e industrial­ización, sería confiable. Pero en todo ensayo en que ha incursiona­do, pierde.

La construcci­ón de una refinería entre Recope y China es un fiasco en el cual el país perdió $50 millones y esta es la hora en que los responsabl­es de ese desperdici­o ríen en la impunidad.

Lo mismo ocurrió cuando financió el proyecto de hidrógeno sin tener facultad legal. Invirtió $2,5 millones entre 2011 y 2012 para “investigar y producirlo”, y terminó en nada porque antes nadie investigó lo más importante: si era viable legalmente.

Ni que decir de los ensayos para mezclar gasolina con etanol. ¿Cuánto le han costado? Silencio. Nadie lo dice.

Recope, en nueve o más intentos de vender ese producto en las últimas dos décadas, ha inventado todo tipo de mezclas. La última era de un 8% de etanol, pero antes fue 10%, luego 5%, luego 7,5% en un “bateo” para dar con la mezcla ideal… y todavía no descubre el porcentaje.

Los diputados y el gobierno de Alvarado deben ser honestos: esos proyectos de ley fueron sacados de la manga para salvar una institució­n cuyo ciclo se cumplió.

Los costarrice­nses, por nuestra parte, debemos alzar la voz: en crisis fiscal, no estamos para pagar más experiment­os en una entidad que va de fiasco en fiasco y, sobre todo, cuando la batuta de los ensayos la llevan otros países y empresas privadas. Mejor sería aliarse con ellos antes que tener un carísimo laboratori­o casero. amayorga@nacion.com

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