Paté Centeno le ‘pega baile’ al destino
Ingresé despacio, titubeando, entre expectante y nervioso, por el portón que da a lo desconocido detrás de aquella de tapia de latas.
Ingresé, aunque no personalmente, en la narración de nuestro compañero José Pablo Alfaro, de vuelta en la redacción después la inimaginable visita a Bajo Piuses, ahí donde un mocoso, de piel morena y talento innato, una vez soñó con jugar al fútbol como los grandes. Creció detrás de ese portón de latas, donde un callejón lleva otro, y ese otro a unos cuantos más. Después de cada portón aparecen las apretujadas casas. Después de las apretujadas casas es posible encontrar un portón más...
Lo imagino mientras escucho el relato, entonces a punto de convertirse en reportaje, bajo el riesgo de que algún lector interprete en él un intento de desprestigiar al hoy técnico de Saprissa, sin sospechar el asombro y admiración en las palabras de nuestro redactor. Ajenas a colores de camiseta, tan solo fluyen sin mezquindad para quien surgió desde abajo, donde muchos se hunden.
Paté Centeno “pegó” baile al destino. Ahí donde las dificultades económicas y sociales arrinconan cual feroz pressing, salió jugando.
Este domingo también lo intentará en la cancha, en una jornada impredecible, decisiva, posiblemente emocionante con un gol en un estadio y respuesta en el otro, obligando a actualizar la tabla de posiciones una y otra vez.
Permítame, en medio de tanta intensidad deportiva, darme un lujo: hoy, en esta columna, me importa un chumico si el equipo del Paté pierde la pelota en salida, si clasifica Herediano, Cartaginés o Grecia, si San Carlos sella su gran primera fase o si Pérez Zeledón da el golpe de la jornada. Es solo un juego.
Me quedo hoy con el cierre esperanzador de un reportaje sobre la vida más allá del fútbol (o quizás gracias a él): “El talento no conoce de clases sociales. No importa si se esconde en un callejón sin salida”.
Me quedo hoy con quienes vencen las adversidades, con la lucha recién iniciada por el presidente liguista Fernando Ocampo, diagnosticado con el síndrome de Guillain- Barré. No hay centenario ni mala racha futbolística significativa si un hombre de bien, como él, de esos que aportan a la sociedad, sigue en pie. Por fortuna, su callejón sí tiene salida.