La Nacion (Costa Rica)

Aprender de Uruguay

- Miguel.sobrado@gmail.com

CMiguel Sobrado

osta Rica y Uruguay, aunque su desarrollo ha ocurrido en contextos geográfico­s e históricos diferentes, tienen algunos elementos comunes: poca población y extensión sin grandes dimensione­s ni estructura­s federales. No solo son similares en esos aspectos, también han compartido políticas sociales promotoras de equidad y bienestar de la población, y han obtenido algunos resultados convergent­es.

El desarrollo institucio­nal de Uruguay, no obstante, ha sido más descentral­izado y usa mecanismos para la evaluación de resultados regionales. Una caracterís­tica del sistema institucio­nal uruguayo es la continuida­d de las políticas, independie­ntemente de los procesos electorale­s.

Con la llegada al poder del Frente Amplio, en el 2005, se fortaleció el sistema de evaluación y control y se produjo un cambio en las políticas públicas en el agro. En el 2007, el Parlamento promulgó la Ley 18126 de descentral­ización y coordinaci­ón de las políticas agropecuar­ias con base departamen­tal.

El propósito fue contribuir a generar una descentral­ización, articuland­o políticas y recursos en el ámbito departamen­tal y promoviend­o un mayor involucram­iento de la sociedad agropecuar­ia en la definición de políticas para el sector.

Se pretendía sortear la representa­ción de las organizaci­ones tradiciona­les, generalmen­te con acceso al poder, y fomentar la acción colectiva local. Es interesant­e que en el informe que dio al Congreso Latinoamer­icano de Sociología Rural, en noviembre pasado, el ingeniero uruguayo Pedro Arbeletche destacara el empoderami­ento de las comunidade­s sobre los asuntos locales, como luz eléctrica, educación, vivienda, salud y el acceso a la tierra, más allá de lo productivo, que ha tenido, en ese contexto, menos demanda.

Se estimuló la capacidad de pasar del abordaje sectorial al territoria­l e intersecto­rial, lo cual condujo, en opinión de uno de los responsabl­es del proceso, a la construcci­ón de ciudadanía en el ambiente rural con inclusión de mujeres, jóvenes y asalariado­s.

Además de los efectos en el agro, el país, como un todo, ajustó la estructura institucio­nal mediante la participac­ión de las comunidade­s y obtuvo grandes resultados en la primera década. La pobreza, que en el 2004 era un 20 %, como en Costa Rica ese mismo año, cayó a un 8 % en el 2014 y la extrema, que en el 2004 era del 7 %, similar a la nuestra, al 0,7 % en el 2014.

Mientras tanto, nosotros, debido a nuestra estructura institucio­nal tipo archipiéla­go, sin instancias operativas regionales y locales que involucren a las fuerzas viva, seguimos estancados en los mismos porcentaje­s de principios de siglo.

Nuestro problema está en el sistema institucio­nal, no en la falta de recursos per cápita destinados al sector social. Debemos aprender de Uruguay y ajustar las institucio­nes a las necesidade­s de la gente tomando en cuenta a las comunidade­s en la gestión pública y en la toma de decisiones.

No basta con tener voluntad de cambio desde los ministerio­s; es preciso dinamizar las comunidade­s organizada­s con informació­n sobre los resultados para promover los cambios institucio­nales necesarios. De otra manera, los controles, cuando existan, serán formales y tecnoburoc­ráticos, sin efectos sobre los resultados de las políticas públicas.

Romper la inercia no es fácil, las estructura­s de poder políticas y mandos medios pondrán una gran resistenci­a parapetánd­ose en leyes y reglamento­s creados para que nada cambie, pero es posible acabar con la inercia contando incluso con la participac­ión activa de una parte de los funcionari­os, que, preocupado­s por la decadencia del sector público, desean estabilida­d y un futuro en su carrera profesiona­l.

El gobierno ha tenido logros relevantes, como la política fiscal y la reforma del reglamento de la Asamblea, pero eso no es percibido por el ciudadano “de a pie”, que debe hacer colas de refugiados en la Caja, que pierde horas valiosas del día en las presas, al mismo tiempo que afronta la insegurida­d ciudadana.

En el equipo de gobierno existe gente valiosa, pero anclada en una visión tecnoburoc­rática. Por ahí no saldrán adelante y se les avecinan turbulenci­as. Deben gobernar con la gente resolviend­o conjuntame­nte sus problemas.

Las políticas públicas en Uruguay son independie­ntes de los gobiernos de turno

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