Venezuela
El presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, así como las fuerzas de oposición intentaron poner fin a la usurpación del poder por parte de Nicolás Maduro, mediante un enfrentamiento cívico-militar denominado Operación Libertad.
Al momento de escribir la columna, el mismo Guaidó reconocía que la fractura del poder militar no había sido la esperada, por ello, Venezuela continuaba en un “punto muerto”, con un gobierno de transición sin capacidad de ejercer el poder y un gobierno ilegítimo sostenido por las fuerzas armadas y con un cada vez más disminuido músculo económico.
Petróleos de Venezuela (PDVSA), otrora la abultada billetera del régimen de Chávez y Maduro, ha perdido su fuerza ante la baja en los precios, el costo de dos décadas de ordeño, falta de inversión en infraestructura y el peso de las sanciones de Estados Unidos, el más grande comprador del crudo venezolano.
A escala internacional, ha habido relevantes cambios: Estados Unidos ha pasado de un discurso según el cual “todas las opciones estaban disponibles” a “no descartar la vía militar” y las fuerzas cubano–rusas han cerrado filas en favor de Maduro de manera categórica.
Este enfrentamiento e intervención entre poderes externos lejos de ayudar a Guaidó y a su gobierno de transición, más bien complica un arreglo mediante mecanismos jurídicos y constitucionales, que han sido la gran fortaleza y credibilidad del gobierno de transición. Como centroamericanos, no quisiéramos que Venezuela viva lo que nosotros en la década de los 80.
La gran víctima es el pueblo venezolano, inmerso en violencia ciudadana y política. Sin electricidad, agua, alimentos y medicinas, ve cómo la ayuda humanitaria no ingresa por cálculo político.
Organismos e iniciativas internacionales se han quedado cortos. Las reuniones extraordinarias de la Organización de Estados Americanos no han dado los frutos esperados y al Grupo de Lima le ha faltado eficacia, especialmente, en su reciente instancia a António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas.
Como costarricenses y demócratas, esperamos que los venezolanos, apoyados por la comunidad internacional, encuentren una hoja de ruta democrática, primer paso para una recuperación que les garantice seguridad y dignidad.