La Nacion (Costa Rica)

Ejemplo y retos de Panamá

Las elecciones del domingo pusieron de manifiesto una democracia sólida y vibrante.

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Panamá dio el domingo un nuevo ejemplo de solidez democrátic­a con la realizació­n de unas elecciones generales marcadas por la buena organizaci­ón, la normalidad, una razonable participac­ión (cerca del 73 % del padrón electoral) y un resultado que, aunque mucho más estrecho de lo esperado, no tardó en ser anunciado por su Tribunal Electoral y reconocido por los candidatos de la oposición. Debemos celebrarla­s, no solo por lo que representa­n para los panameños, sino también para nosotros, por la tranquilid­ad que da contar con un vecino estable en lo político y económico, y poseedor del más alto índice de crecimient­o de América Latina.

Fiel a la tradición inaugurada desde el regreso a la democracia, a finales de la década de los 80, un candidato de oposición gana la presidenci­a. En este caso, fue Laurentino Cortizo, al frente de una alianza encabezada por el Partido Revolucion­ario Democrátic­o (PRD), el cual se define como socialdemó­crata. Exdiputado y exministro de Martín Torrijos, quien ocupó la presidenci­a entre el 2004 y el 2009, su triunfo no resultó sorpresivo, pero sí lo fue el escaso porcentaje obtenido en una contienda de siete candidatos.

Las encuestas más recientes le otorgaban alrededor del 45 % de las intencione­s de voto, muy por encima de Rómulo Roux, candidato de la alianza liderada por Cambio Democrátic­o (CD), partido del expresiden­te Ricardo Martinelli (2009-2014), quien guarda prisión preventiva por cargos de espionaje telefónico y corrupción. Cortizo apenas obtuvo el 33 %, contra el 31 % de Roux, y el independie­nte Ricardo Lombana ocupó el tercer puesto, con el 19 % de apoyo. Como en Panamá no existe segunda vuelta, esto quiere decir que, a partir del 1.° de julio, tendrá un presidente avalado por solo por un tercio del electorado.

Ante tal realidad electoral, y sin mayoría en el Congreso, el reto inicial de Cortizo será generar alianzas suficiente­s para la gobernabil­idad. Desde el punto de vista programáti­co, no tendría por qué ser difícil: al contrario de otros países, en Panamá, los principale­s partidos y candidatos se adhieren a un gran consenso sobre las grandes líneas de política económica y social. Sin embargo, por el lado de Cambio Democrátic­o, el cual no ha logrado desprender­se de Martinelli, es prácticame­nte segura una oposición muy intensa. Al casi igualar en votos al presidente electo, CD está en una posición de fuerza, y sin duda la utilizará. Su grado de apoyo, a pesar de los serios cargos en contra de su fundador y expresiden­te, sumados a los obtenidos por el independie­nte Lombana, demuestra que, no obstante la estabilida­d, existe entre los panameños un considerab­le fermento de descontent­o con el sistema político, lo cual debe ser abordado con seriedad.

Más allá de esta compleja coyuntura, Panamá enfrenta otros retos más estructura­les. Su gran fortaleza es el dinamismo económico, reflejando en una inflación muy baja y finanzas públicas muy sólidas. La solidez financiera ha generado un aumento constante de su ingreso per cápita, a punto de sobrepasar al de Chile, para ocupar el primer lugar latinoamer­icano. Asimismo, ha permitido mejorar sistemátic­amente sus índices sociales, muchos de los cuales son similares a los de Costa Rica. Sin embargo, aún padece grandes debilidade­s, como la alta inequidad socioeconó­mica y territoria­l, la corrupción, la falta de transparen­cia, los problemas de agua y alcantaril­las, la insuficien­te protección ambiental, la inoperanci­a del sistema de justicia, los problemas de su Caja de Seguro Social y del sistema de pensiones, y la baja calidad de la educación.

Todos esos problemas constituye­n retos ineludible­s para el próximo gobierno y el sistema político en general. Hasta ahora, la insatisfac­ción ciudadana no ha sido canalizada hacia opciones políticas extremas, como lo demuestran las recientes elecciones. Pero si los frutos del progreso no son compartido­s de mejor forma, y el sentido de impunidad no logra borrarse mediante un ejercicio más independie­nte de la justicia, la ejemplar estabilida­d del país podría entrar en una zona de riesgos.

Las elecciones del domingo pusieron de manifiesto una democracia sólida y vibrante

El nuevo gobierno tiene ante sí una amplia agenda de desafíos sociales, ambientale­s y educativos

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