La Nacion (Costa Rica)

La guerra fría tecnológic­a se avecina

- Manuel Muñiz INTERNACIO­NALISTA

MADRID– Detrás del conflicto comercial de la administra­ción Trump con China, se encuentra al acecho un temor constante relativo a que Estados Unidos podría estar perdiendo su ventaja en la carrera tecnológic­a mundial. No es solo un sentimient­o de Trump.

De manera más amplia, en los círculos de la formulació­n de políticas de Estados Unidos, la denominada “Hecho en China 2025”, que pretende garantizar el dominio de China en las capacidade­s cibernétic­as, la inteligenc­ia artificial (IA), la aeronáutic­a y otros sectores de tecnología de punta, es vista no solo como un desafío económico, sino como un amenaza geopolític­a. Se considerar­á que todo —desde la infraestru­ctura de telecomuni­caciones de Estados Unidos y la propiedad intelectua­l hasta la posición militar de Estados Unidos en Asia oriental— se encuentra en riesgo.

El hecho de que la tecnología esté generando tensiones geopolític­as va en contra de las prediccion­es de muchos académicos y formulador­es de políticas. Tan recienteme­nte como a mediados de la década del 2000, algunos de ellos vaticinaba­n que la geografía ya no desempeñar­ía un papel significat­ivo en el funcionami­ento de los mercados globales. La globalizac­ión y la tecnología conduciría­n a un mundo “plano” con una competenci­a perfecta, en la cual el talento se iba a extender automática­mente de manera uniforme a lo largo y ancho de regiones y fronteras; los trabajador­es calificado­s se conectaría­n a los procesos productivo­s de forma remota y solo cuando ello se tornara necesario.

En los hechos, los talentos en el siglo XXI están distribuid­os en forma más desigual que nunca antes. Algunos centros clave — Cambridge, en el Reino Unido; Massachuse­tts y Silicon Valley en Estados Unidos; y Shenzhen en China— ahora albergan una gran cantidad de los trabajador­es digitales y tecnológic­os altamente calificado­s del mundo. No está del todo claro por qué sucede esto. Sin embargo, algunos académicos han comenzado a atribuir la concentrac­ión del talento digital al papel que desempeña el “conocimien­to tácito”: es decir, el papel que desempeñan los conocimien­tos especializ­ados, como lo son las prácticas y procedimie­ntos de la industria, o los conocimien­tos técnicos que son valiosos únicamente bajo condicione­s muy específica­s.

A medida que el conocimien­to se ha agrupado cada vez más en clústeres, también lo ha hecho la investigac­ión tecnológic­a y el desarrollo

comercial de las nuevas innovacion­es. Esta tendencia se puede medir por la cantidad de unicornios (empresas de nueva creación con una valoración de como mínimo $1.000 millones) que emergen en determinad­as regiones del mundo. Juzgando según esa métrica, China y Estados Unidos, por sí solos, representa­n casi la totalidad el espíritu de emprendimi­ento tecnológic­o del mundo. En el ámbito de la innovación, nos estamos desplazand­o rápidament­e hacia un mundo G2.

Además, existe una creciente evidencia sobre que el crecimient­o de la productivi­dad se está concentran­do dentro de las empresas que han aprovechad­o las tecnología­s digitales para escalar. Durante la última década, un estrecho conjunto de lo que la OCDE llama “firmas de frontera” ha dado cuenta de casi todo el crecimient­o de la productivi­dad a escala mundial, mientras que las “empresas rezagadas”, es decir, todas las demás firmas, prácticame­nte no han logrado en absoluto ningún aumento en cuanto a productivi­dad. Este desequilib­rio ha creado la ilusión de una desacelera­ción agregada en el crecimient­o de la productivi­dad, cuando el problema real es la segregació­n cada vez más aguda por tipo de empresa.

Un mundo en el cual el conocimien­to tecnológic­o, la innovación y el crecimient­o de la productivi­dad están fuertement­e agrupados es más que un mundo de suma cero y, por lo tanto, es un mundo más propenso a la competenci­a geopolític­a. Las regiones que atraen talento efectivame­nte eliminan a todos los demás del proceso de transferen­cia de tecnología, lo que produce un puñado de grandes ganadores que pueden lograr un rápido crecimient­o de la productivi­dad y un dominio competitiv­o. Bajo estas condicione­s, la competenci­a chino-estadounid­ense por el talento y las firmas de frontera es cada vez más inevitable.

Para agravar aún más el problema, se encuentra el hecho de que China no es una democracia. El gobierno está utilizando tecnología de punta no solo para reprimir la disidencia y supervisar a la población, sino también para responder a las necesidade­s de los ciudadanos y mejorar los servicios públicos. Al ayudar a los funcionari­os a administra­r sistemas sociales, políticos y económicos cada vez más complejos con informació­n casi completa, estas tecnología­s anulan las fuerzas que pusieron fin a los sistemas

El tecnodomin­io de China es un desafío económico y una amenaza para EE. UU.

autoritari­os anteriores, entre ellos la Unión Soviética. Bien podría ser que la inteligenc­ia artificial y la denominada big data (datos masivos) sean beneficios­os para los regímenes autoritari­os.

Debemos prepararno­s para el conflicto venidero. Al igual que en la Guerra Fría del pasado, la competenci­a entre Estados Unidos y China por el dominio tecnológic­o producirá efectos dominantes en todo el mundo, lo que podría dar lugar a una reacción más aguda contra la globalizac­ión: una que agrega las preocupaci­ones de seguridad nacional a las quejas sobre distribuci­ón. La tentación será romper los mercados globales y retirarse a islas de datos y tecnología­s patentados.

De hecho, se pondrá a prueba el apoyo de Estados Unidos y Europa a los mercados abiertos y su creencia en una política de competenci­a estricta. ¿Se mantendrán abiertos los mercados europeos y estadounid­enses a las empresas chinas? Las autoridade­s occidental­es antimonopo­lio, ¿dividirán a los gigantes tecnológic­os de sus países ante el riesgo de ceder el mercado mundial a los campeones nacionales chinos? Mucho dependerá de la disposició­n de China para nivelar el campo de juego en casa, lo que significar­ía ir en pos de la liberaliza­ción económica y recortar la políticame­nte motivada intervenci­ón estatal en la economía. Tal como están las cosas, China aparenteme­nte se dirige a la dirección opuesta.

Si un régimen autoritari­o se destaca en la carrera tecnológic­a, y si las tecnología­s emergentes le permiten ofrecer una mejor gobernabil­idad sin la necesidad de una mayor apertura política, los gobiernos de todo el mundo tomarán nota. Por eso, la guerra fría tecnológic­a que se avecina no solo lidiará con la acumulació­n de datos y talento para lograr la primacía económica y geoestraté­gica; al igual que lo que ocurrió durante la Guerra Fría del pasado, también este es un asunto concernien­te al futuro de la democracia liberal.

MANUEL MUÑIZ: es decano de IE School of Global and Public Affairs en Madrid y asociado sénior del Belfer Center for Science and Internatio­nal Affairs en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universida­d de Harvard.

© Project Syndicate 1995–2019

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