La Nacion (Costa Rica)

Paté esperó 7 años por su final

- Daniel Jiménez daniel.jimenez@nacion.com

“Esperé siete años para sentarme aquí”. Lo dijo Wálter Centeno el 4 de febrero en la sala de prensa del Ricardo Saprissa. Vestía un traje entero negro con camiseta blanca. Lo decía con ilusión. Eso se le veía en sus ojos.

Hoy, más de tres meses después, Paté guio al equipo a su primera final tras superar su primera crisis en el banquillo del Monstruo.

Terco, sí, aunque mantener su idea lo llevó a su primera final al borde de la línea de cal con la institució­n de sus amores.

Centeno asegura que es otra persona. Atrás quedó el afán en su vida y el ego que tuvo en su etapa como jugador profesiona­l. Dice ser otro, sin afanes ni vanidades, viviendo el día a día.

Afirma ver las cosas distintas, haber madurado en Grecia y matar la ansiedad antes de partidos importante­s inmerso en la lectura.

“A como puedo estar aquí, puedo estar en otra situación, como antes con Grecia; ahora me toca darle gracias a Dios y esperar la oportunida­d de jugar una final”, expresó.

Dice que, años atrás, el dejar los tacos le costó, pero le dejó muchas enseñanzas para la vida. Esa etapa entre el reconocers­e como exjugador de fútbol y una persona “normal” en el día a día. Sin ningún chineo como los jugadores.

“Cuando uno está en el mundo del fútbol como jugador, vive en una burbuja, nos rodeamos de muchos egos. El camerino se llena de egos por buscar el éxito, no es malo, es bueno a veces, para buscar ser mejor, pero uno no escucha hasta que se lleva un sopapo en la cabeza y empiezas a darte cuenta de que la vida después del fútbol cambia en muchos aspectos”, confiesa el estratega morado.

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