La Nacion (Costa Rica)

¿Adónde va la Corte Plena?

- Luis Antonio González INTERNACIO­NALISTA luisantoni­o.gonzalezji­menez@gmail.com

En setiembre de 2017, en el marco de una de las mayores crisis de su legitimida­d, la Corte Plena anunció la creación de 10 grupos de trabajo cuyo objetivo sería fortalecer la confianza en el Poder Judicial y propiciar cambios urgentes en áreas fundamenta­les del quehacer institucio­nal.

El primero de estos grupos se enfocaba en un asunto sobre el cual mucha tinta se ha derramado y cuya importanci­a trasciende todo esfuerzo coyuntural: el nombramien­to de los magistrado­s.

El proceso encargado constituci­onalmente a la Asamblea Legislativ­a ha demostrado históricas debilidade­s que se traducen en un menoscabo a la tan maltratada independen­cia judicial. Desde la discrecion­alidad de

la comisión de nombramien­tos para establecer el mecanismo de selección previa hasta la posibilida­d de que el plenario escoja a una persona que ni siquiera participó en la terna.

Esas debilidade­s han sido señaladas consistent­emente por ciudadanos que, de manera objetiva e independie­nte, han analizado cada fase del procedimie­nto. Tanto el primero como el segundo panel independie­ntes para la elección de magistratu­ras coinciden al señalar que estas falencias son una amenaza para nuestra democracia porque dejan abiertos portillos para que la elección no solo recaiga en una persona sin idoneidad para el cargo, sino que permite que intereses político-partidario­s, gremiales o sectoriale­s, empañen y debiliten nuestro Poder Judicial.

Frente a esta situación, la iniciativa de la Corte Plena fue un refrescant­e rayo de esperanza que nos recordó que, incluso en los momentos más oscuros, nuestra institucio­nalidad tiene la madurez necesaria para salir de su enfrascami­ento y avanzar con decisión hacia la reforma que la sociedad viene clamando con urgencia.

No obstante, y a pesar de la precarieda­d de la situación, algunas voces dentro del Poder Judicial insisten en vendarse los ojos y pretenden volver a la época del oscurantis­mo y el secretismo. Esas voces, que siempre han estado allí, desean que este esfuerzo, insuficien­te aún, pero genuino en sus intencione­s, sea desechado para permanecer en la peligrosa comodidad del statu quo.

Este es el momento propicio para que la Corte Plena, en congruenci­a con los esfuerzos por una justicia abierta, nos envíe una señal sobre la voluntad real de reformarse, y proceda a conocer y dictaminar su visión sobre este proceso. No será la primera y única versión de la reforma, pero sin duda es fundamenta­l que el Poder Judicial revele a la sociedad y al resto del sistema político su criterio al respecto. ¿Y qué tema más urgente que la fuente original del deterioro de la independen­cia judicial que el proceso de nombramien­to de los magistrado­s?

El más reciente intento de conocer los insumos elaborados en el seno de la Corte fue presa de una votación empatada (11-11), lo cual evitó entrar en la discusión. Aunado a esto, los productos elaborados por los otros ocho grupos (ya fue dado a conocer el proyecto de ley de carrera fiscal) duermen el sueño de los justos, con posibilida­des de no ver nunca la luz. El costo de echar marcha atrás trasciende por mucho las consecuenc­ias de algunos titulares negativos: hoy, igual que hace año y medio, nos jugamos la legitimida­d del pilar de nuestra democracia.

La forma de elegir a los magistrado­s sigue en espera, pese a la propuesta del 2017

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