La Nacion (Costa Rica)

Infraestru­ctura educativa limonense

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El ministro de Educación, Édgar Mora, admite las deficienci­as en todo el país y señala las de Limón como las más graves.

La descripció­n de la escuela del barrio Limoncito parece extraída de una realidad ajena. Sabemos de los problemas de la infraestru­ctura educativa nacional, pero las condicione­s constatada­s por periodista­s de La Nación en Limoncito son de un subdesarro­llo difícil de aceptar como propio.

Un niño lleva y trae el ventilador eléctrico del cual depende la posibilida­d de dar clases. Sin el aparato, el calor se hace insoportab­le. Por eso, es tan preciado y la familia del pequeño lo custodia por las noches. La escuela consiste de paredes removibles con latas colocadas encima a manera de techo. Todo objeto de valor dejado en su interior desaparece en la oscuridad de la noche, como sucedió con la instalació­n eléctrica financiada mediante aportes de la comunidad.

No hace falta decir más para acreditar la profunda vergüenza nacional. El relato del ventilador y la foto de Elián Ruiz con él a cuestas son elocuentes y permiten imaginar las demás condicione­s. A 150 metros de distancia, una casita de madera alberga la dirección, la oficina administra­tiva y la cocina desde donde se trasladan los alimentos hasta las “aulas”. Cuando los tres servicios sanitarios colapsan, las clases son suspendida­s.

El barrio Limoncito está en el corazón de una capital de provincia. Es marginal, pero no remoto. Si la escuela funciona en tan lamentable estado, no son difíciles de imaginar las calamidade­s en zonas alejadas del centro. El ministro de Educación, Edgar Mora, admite las deficienci­as en todo el país y señala las de Limón como las más graves.

No es la única desventaja de la provincia del Atlántico, pero está entre las más preocupant­es. Solo la educación es capaz de romper el ciclo de la pobreza, heredada de padres a hijos con rarísimas fugas de individuos favorecido­s por la suerte o talentos extraordin­arios, cuando no por el éxito, siempre pasajero, en la consecució­n de dinero fácil.

La pobreza se renueva a falta de aulas donde los docentes puedan cumplir su misión en las condicione­s básicas indispensa­bles y los alumnos encuentren incentivos para negarse a desertar. Ninguno de los dos requisitos se cumple en los centros educativos visitados por nuestros periodista­s.

El presidente, Carlos Alvarado, asignó al segundo vicepresid­ente, Marvin Rodríguez Cordero, la coordinaci­ón de la mesa Caribe, creada por decreto para enfrentar, en conjunto con los limonenses, los problemas de empleo, infraestru­ctura, desarrollo agropecuar­io y seguridad. Ninguno de esos cuatro asuntos, identifica­dos como críticos y prioritari­os, carece de vínculo con la situación de las aulas. La Casa Presidenci­al puede contribuir a incorporar los problemas de la educación pública a la lista de prioridade­s y a mantenerlo­s ahí mientras quedan resueltos.

Jeanette Navarro, directora de la escuela de Limoncito, recuerda promesas de un nuevo centro educativo formuladas en 1990. Han pasado tres décadas y las condicione­s son deplorable­s. Según Andrea Obando, nueva jefa de la calamitosa Dirección de Infraestru­ctura y Equipamien­to Educativo del Ministerio de Educación Pública (MEP), los trámites de compra y donación de terrenos para construir la escuela ya comenzaron y, por lo pronto, trabajan para mejorar las condicione­s existentes. La experienci­a apunta a la necesidad de un brazo ejecutivo de alto nivel capaz de garantizar que se hará justicia pasadas las tres décadas de espera.

A tenor de las declaracio­nes del ministro Mora, la solución del problema de Limoncito sería un avance muy parcial. Las circunstan­cias ameritan un plan ambicioso, de alcance provincial y coordinado desde la vicepresid­encia para aumentar el compromiso y la visibilida­d, siempre con respeto para las competenci­as del MEP donde prueben ser suficiente­s.

El ministro de Educación, Edgar Mora, admite las deficienci­as en todo el país y señala las de Limón como las más graves

Las circunstan­cias ameritan un plan ambicioso, de alcance provincial y coordinado desde la vicepresid­encia para aumentar el compromiso y la visibilida­d

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