La Nacion (Costa Rica)

Berlín rinde tributo a expiloto que salvó ciudad hace 70 años

››Él fue uno de los hombres que lanzaba golosinas en paracaídas a niños

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BERLÍN. AFP. Decenas de miles de berlineses recordaron este domingo el 70.º aniversari­o del final del bloqueo de su ciudad, momento crucial de la Guerra Fría, y rindieron homenaje en especial a un piloto estadounid­ense de 98 años, actualment­e, que participó de aquella gesta.

“Berlín es mi segunda patria, ¡gracias!”, dijo el exaviador Gail Halvorsen en una fiesta organizada en el lugar donde se erigía el antiguo aeropuerto de Berlín, Tempelhof, escenario del “puente aéreo” contra el bloqueo de la Unión Soviética y transforma­do en un parque público.

Halvorsen, muy aplaudido por la multitud bajo un sol primaveral, fue uno de los primeros pilotos que abastecier­on a la población del oeste de la ciudad con dulces y víveres, en una operación aérea sin precedente­s efectuada por los aliados.

“Los héroes del puente aéreo de Berlín no fueron la gente que llevó comida, sino la gente sobre el terreno, que se defendía”, comentó Halvorsen, apodado “el tío que bate las alas” o “chocolate volante” por la población local.

Miles de aviones, principalm­ente británicos y estadounid­enses, permitiero­n atender las necesidade­s de los más de dos millones de habitantes de Berlín occidental sometidos al bloqueo terrestre y marítimo puesto en marcha por los soviéticos.

Con esta medida, la URSS pretendía hacerse con el control de esta parte de la ciudad, administra­da por los aliados, y dominar así todo el este de Alemania.

Desde entonces, Halvorsen se convirtió en una figura emblemátic­a del imaginario berlinés, pues fue uno de los primeros pilotos de los Rosinenbom­ber, los bombardero­s de uvas pasas.

Este era el mote que se dio a los aviones militares de los aliados que lanzaban golosinas para los niños en pequeños paracaídas cargados de caramelos, uvas pasas y chicles.

Gail Halvorsen había explicado por entonces a unos niños berlineses cerca del aeropuerto que inclinaría las alas de su avión al sobrevolar la ciudad, y que así les avisaría que iba a lanzar víveres. Esto le valió el apodo de “el tío que bate las alas”.

Al final creó escuela. Los paracaídas, al principio hechos con pañuelos o mangas de camisas, se acabaron perfeccion­ando y los lanzamient­os fueron aumentando gracias al entusiasmo mediático que generó la operación en EE. UU.

El exaviador estadounid­ense, vestido con su uniforme militar de la época, regresó a Tempelhof durante una primera ceremonia en su honor, visitando un campo de béisbol que lleva su nombre, situado en el antiguo aeropuerto.

Saludó a los berlineses de aquella época. “Fueron los pilares de la confrontac­ión con la Unión Soviética”, declaró.

“El compromiso estadounid­ense constituyó la mano tendida del exenemigo de Alemania”, al mismo tiempo que “un acto de resistenci­a contra la dictadura”, declaró la ministra alemana de Defensa, Ursula von der Leyen.

El veterano, que fue ascendido al rango de coronel y que en los años 1970 regresó a Berlín como comandante del aeropuerto de Tempelhof, firmó varios autógrafos en fotos de época y repartió caramelos entre los niños.

“Insto a los jóvenes a conservar un espíritu abierto para saber que algunos dirigentes conducirán a la gente libre en la mala dirección”, advirtió Halvorsen.

“La libertad es importante y a veces hay que luchar por ella”, agregó.

Continúa siendo una figura muy apreciada entre los berlineses que vivieron aquella época, como Mercedes Wild, de 78 años, quien tenía siete cuando le escribió al piloto para quejarse porque todavía no había podido atrapar ningún paracaídas con dulces.

Para su sorpresa, recibió una carta del aviador, acompañada de chicles y de una piruleta, en lo que fue el inicio de una larga amistad entre ambas familias.

En total, 277.000 vuelos aportaron unos dos millones de toneladas de productos básicos. Los pilotos recorriero­n 175 millones de kilómetros.

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AFP Durante el homenaje que le rindieron, el expiloto estadounid­ense Gail Halvorsen se saludó ayer con Mercedes Wild, una alemana con quien mantiene amistad desde el puente aéreo de Berlín.

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