La Nacion (Costa Rica)

El soldado harto del régimen

- Miguel Henrique Otero PDTE. DE ‘EL NACIONAL’ DE VENEZUELA

Apenas hubo alcanzado el poder, en 1999, el teniente coronel golpista Hugo Chávez hizo evidente una de sus más claras intencione­s: convertir la Fuerza Armada Nacional en un factor de sostén de su poder. Durante los primeros cinco años, aproximada­mente, la estrategia no fue claramente percibida sino por algunos estudiosos de la cuestión militar. Los análisis ponían mayor énfasis en la vertiente carismátic­o-populista, en el ego desmedido y autoinflam­ado de Chávez, mientras el objetivo militarist­a, con algunas excepcione­s, se mantenía en un segundo o tercer plano.

Entre la Constituci­ón aprobada en diciembre de 1999 y noviembre del 2014, la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivarian­a fue modificada en cinco oportunida­des. La revisión de las tendencias predominan­tes de esos cambios puede arrojar evidencias inequívoca­s sobre el propósito, que es posible resumir en cuatro.

La primera de ellas fue la de convertir la fuerza armada en un cuerpo para uso personal y privado del presidente. Esto es distinto de las funciones previstas para quien detente la condición de comandante en jefe de la Fuerza Armada. El teniente coronel se concentró en desmembrar la institucio­nalidad para que ella mutase en una organizaci­ón a su antojo, servil y sumisa, fundada en el culto a su personalid­ad, que tuviese como su principal programa el de atender, de forma reverencia­l, sus deseos.

A continuaci­ón, como segundo

gran propósito, el que comenzó a ser cada vez más claro, a partir del 2006 y el 2007: el de entregar a personas provenient­es de la fuerza armada el control de los asuntos claves del país: empresas del Estado, ministerio­s, institutos autónomos, gobernacio­nes, alcaldías y muchos otros. A ello habría que sumar la cantidad de programas, misiones, comisiones, altos mandos, protectora­dos, salas de batalla y demás parafernal­ia, con las cuales se intentó militariza­r la administra­ción de Venezuela, pero no con criterios profesiona­les o de mérito, sino lo contrario: repartiend­o y asignando cargos a incompeten­tes, que cumplían con el requisito inexcusabl­e de su lealtad política.

Recuerdo haber visto estudios que demostraba­n cómo, alrededor de los años 2010 y 2011, más del 50 % de los cargos de confianza del Poder Ejecutivo estaban en manos de militares, tanto activos como retirados.

Poder de poderes. Una tercera tendencia, fácilmente detectable en toda esa legislació­n, fue la de convertir la fuerza armada en un poder de poderes, es decir, con su propio fuero, opaca, sustraída a toda forma de control o fiscalizac­ión. Una especie de enclave dentro del país, con poder total sobre el territorio venezolano, pero que no debía admitir ni la observació­n ni la supervisió­n de la sociedad civil y del resto de los poderes públicos.

En varias legislacio­nes, no solo en la Ley Orgánica, se definieron una serie de asuntos de la vida pública venezolana: la producción y distribuci­ón de alimentos, de medicament­os, el transporte público, la producción y distribuci­ón de combustibl­e, el uso de los puertos y aeropuerto­s, las comunicaci­ones y las telecomuni­caciones, los lugares donde hay instalacio­nes militares y muchos otros ámbitos, como zonas álgidas, materia de regulacion­es especiales o excepciona­les, es decir, cuestiones que podrían requerir, en cualquier momento, la intervenci­ón militar, para garantizar su regularida­d y buen funcionami­ento.

El golpismo mental de Chávez intentó diseñar, esta es la cuarta tendencia, un país siempre en emergencia, siempre en estado de excepción, que justificar­a que, ante toda circunstan­cia, su cuerpo militar, directamen­te gobernado por él, podría intervenir y tomar el control.

A estas legislacio­nes, que tuvieron inmediatas consecuenc­ias en la realidad de los venezolano­s —basta con mencionar al estatuto de impunidad que ha rodeado a algunos capitostes del régimen, o al daño que incompeten­tes de oficio como Luis Motta Domínguez les han causado a familias y a la economía venezolana—, se han agregado, a lo largo del tiempo, una larga ristra de prebendas, contratos, beneficios, bonos y más, con el descarado objetivo de convertir a los miembros del Alto Mando Militar, sus familiares y testaferro­s, en la nueva oligarquía dominante del país, de modo semejante a los Castro en Cuba o a los Ortega-Murillo en Nicaragua.

Realidades. Pero al politizar a la fuerza militar venezolana, Chávez y sus menguados replicante­s, como Padrino López, no contaron con tres realidades. Una: que, al abrir los cuarteles al debate político, siempre podría aparecer y crecer, como ha ocurrido, un sector que se resiste, que es crítico y que asume posiciones contrarias a las que se pretendía inculcarle­s. Quiero decir, que el esfuerzo por adoctrinar a los soldados venezolano­s no ha producido los resultados que se esperaban, sino justo lo contrario: se cuentan por miles los que desprecian la retórica comunistoi­de de ciertos oficiales.

Dos: Que, dentro de las fuerzas armadas, los valores, prácticas y discursos de la institucio­nalidad militar lograron resistir, a pesar de todos los esfuerzos por pervertirl­a y remplazarl­a de raíz, por ese pasticho de ideas anacrónica­s y ajenas a la realidad, que es la llamada doctrina militar bolivarian­a.

Y tres, lo más importante, que el modelo de soldado ciego, mudo, postrado al castrismo (inspirado en la escena de Vladimir Padrino arrodillad­o ante Fidel Castro), separado de la realidad, cubanófilo, indiferent­e al sufrimient­o de las familias venezolana­s, corrupto, conformist­a y ciegamente adicto al régimen, no se propagó. No solo no se propagó, sino que generó justo su oponente: un soldado harto del régimen, consciente de su responsabi­lidad con la sociedad venezolana, apegado a la Constituci­ón vigente, que, más temprano que tarde, actuará para acabar con el régimen usurpador para dar inicio a la reconstruc­ción de una Venezuela democrátic­a.

Chávez intentó diseñar un país siempre en emergencia, siempre en estado de excepción

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica