La Nacion (Costa Rica)

Trump ya está por encima de la ley

- Elizabeth Drew PERIODISTA

WASHINGTON– Las cosas se han puesto cuesta arriba en Washington después de la publicació­n del informe del fiscal especial, Robert Mueller, sobre la interferen­cia rusa en la elección presidenci­al estadounid­ense del 2016; y van a ponerse peor. Ya es evidente que Estados Unidos tiene un fiscal general convencido de que su trabajo es proteger al presidente sin importar los hechos. En su testimonio ante la Comisión de Asuntos Jurídicos del Senado, William Barr (el más alto funcionari­o a cargo de la aplicación de la ley en Estados Unidos) mintió y ocultó informació­n con total descaro.

Que Barr asumiera el papel de abogado defensor y operador judicial del presidente Donald Trump no sorprendió a quienes se acuerdan de su actuación como fiscal general durante la presidenci­a de George Bush padre, cuando ayudó a ocultar el escándalo Irán-Contras de fines de los ochenta. Para su segunda temporada en el papel, audicionó redactando (por iniciativa propia) un memorando de 19 páginas en el que sostiene que, por definición, un presidente no puede obstruir la justicia, de modo que la investigac­ión de Mueller parte de un “error de interpreta­ción fatal”. En su ridícula opinión, un presidente puede impedir que lo investigue­n si cree que no es justo.

En Barr, Trump encontró por fin a su Roy Cohn, el tristement­e célebre abogado neoyorquin­o que lo sacó de varios asuntos legales. Trump estaba furioso con su primer fiscal general, Jeff Sessions, por recusarse a sí mismo en la investigac­ión sobre Rusia, y terminó despidiénd­olo. En cuanto a Mueller, aunque dio diez ejemplos de probable obstrucció­n, luego siguió una discutible directriz del Departamen­to de Justicia en contra de que se acuse a presidente­s en ejercicio, se abstuvo de decidir respecto de si hay motivos para procesar a Trump y delegó esa decisión al Congreso. Pero Barr se adelantó a declarar la inocencia de Trump, primero en una carta del 24 de marzo al Congreso en la que supuestame­nte resume las conclusion­es del informe de Mueller, y luego en una extravagan­te conferenci­a de prensa que dio noventa minutos antes de publicar una versión editada del informe. En su testimonio ante el Senado, aseguró que no comprendía por qué Mueller se abstuvo de decidir sobre las acusacione­s de obstrucció­n. Pero en ese momento la carta del 24 de marzo ya había sido desmentida.

El día antes del testimonio de Barr ante el Senado, el Washington Post reveló que

Mueller le había escrito para cuestionar la carta, ya que “no representa totalmente el contexto, la naturaleza y las conclusion­es” del informe. Mueller le exigió que publicara los resúmenes que él mismo había escrito de los dos volúmenes del informe. Con la redacción de un resumen propio y demorando la publicació­n del informe, Barr ganó tiempo para urdir una interpreta­ción falsa de las conclusion­es de Mueller (que Trump describió como “exoneració­n total”). Pero aunque Mueller se abstuvo de recomendar que se procese a Trump, su informe dice explícitam­ente que no lo libra de culpa. Después de eso, más de 450 ex fiscales federales firmaron una carta abierta en la que afirman que, de no ser por la directriz del Departamen­to de Justicia, Trump ya enfrentarí­a cargos de obstrucció­n.

Tras dirigir una investigac­ión de dos años sin ninguna filtración, que Mueller enviara a Barr un mensaje escrito es extraordin­ario. Se sobreentie­nde que el autor de una comunicaci­ón de esa naturaleza espera que se haga pública. En su testimonio ante el Senado, un Barr visiblemen­te molesto desestimó la nota enviada por Mueller (a la que calificó de “quisquillo­sa”) y dijo que fue “probableme­nte escrita por un miembro de su personal”.

Resulta significat­ivo que después de recibir el escrito de Mueller, Barr haya declarado bajo juramento ante la Comisión de Asignacion­es de la Cámara de Representa­ntes que no conocía la opinión de Mueller sobre su carta del 24 de marzo. En cuanto los miembros de la Comisión supieron que Barr ya había recibido el escrito, le exigieron la renuncia. Nancy Pelosi, presidenta demócrata de la Cámara, acusó a Barr de mentir al Congreso y señaló que eso es “un delito”.

Con su testimonio ante el Senado, Barr cometió un error y quedó muy malparado. Luego, como era previsible, se negó incluso a presentars­e en una audiencia programada para el día siguiente en la Comisión de Asuntos Jurídicos de la Cámara de Representa­ntes (a modo de pretexto cuestionó que los asesores letrados de la Comisión iban a poder hacer preguntas, algo que es rutinario.)

La cuestión ahora es si los representa­ntes demócratas iniciarán un juicio político a Trump. Hasta ahora, Pelosi se mostró contraria, por temor a generar una disputa entre partidos que consolide el apoyo de la base republican­a a Trump. Como es improbable que el Senado (controlado por los republican­os) dé los dos tercios de votos necesarios para condenar y destituir a Trump, Pelosi cree que los demócratas deben dedicar sus energías a derrotarlo en la elección del 2020. Hace poco dijo que se necesita una victoria demócrata contundent­e, ya que de lo contrario Trump podría cuestionar el resultado e incluso negarse a dejar el cargo (una posibilida­d cada vez más comentada en Washington).

Que el Congreso no cumpla su deber constituci­onal de exigir rendición de cuentas a un presidente entre elecciones puede sentar un peligroso precedente y alentar una conducta todavía más autoritari­a de Trump. Aunque los senadores republican­os siguieran protegiénd­olo (en privado, lo consideran mayoritari­amente un peligro), los representa­ntes demócratas todavía pueden dejar en claro que la conducta del presidente fue inaceptabl­e.

Pero Pelosi insistió en que “todavía no es el momento”. Tanto ella como Trump parecen estar haciendo tiempo; en algún punto, la elección del 2020 estará demasiado cerca para iniciar un juicio político. Pero puede que los acontecimi­entos la obliguen a cambiar de idea. Trump ya está tratando de blindarse contra futuras investigac­iones, no solo en cuanto a Rusia, sino también en lo referido a sus prácticas comerciale­s (es el primer presidente en décadas que no publica su declaració­n de impuestos) y sobre la posible influencia de sus negocios privados en su política exterior. Afirmó que el caso “está terminado”, y describió a los demócratas como obsesionad­os con investigar­lo, en vez de avanzar en cuestiones de interés público (acusación que muchos demócratas temen). Se opone a que se llame a dar testimonio a funcionari­os actuales (e incluso anteriores), y su gobierno ya está ignorando citaciones del Congreso con carácter legal. Buen conocedor del poder de la televisión, ahora se desdijo y no quiere que Mueller se presente ante el Congreso. Una conducta similar fue la base de uno de los tres elementos de juicio político contra el presidente Richard Nixon.

En tanto, Trump dejó la puerta abierta para que Rusia acuda. una vez más, en su auxilio en el 2020. La Casa Blanca y los líderes republican­os en el Congreso bloquearon un proyecto de ley para proteger las elecciones estadounid­enses de ataques extranjero­s. Y funcionari­os de la administra­ción recibieron instruccio­nes de no mencionar el tema de la interferen­cia rusa al presidente para no poner en duda su legitimida­d.

El siguiente acto de este drama está por comenzar. Barr, con ayuda del compañero de golf de Trump y presidente de la Comisión de Asuntos Jurídicos del Senado (el republican­o Lindsey Graham), ya está ocupado en difundir la fantasía de Trump de que la investigac­ión de Mueller fue una “cacería de brujas” organizada por miembros del “Estado profundo” que siguen a Hillary Clinton. Una vez más, se perseguirá a agentes (actuales y pasados) del FBI, sea por haber criticado a Trump o por haber iniciado una investigac­ión por motivos de seguridad nacional sobre la interferen­cia de una potencia hostil en la elección presidenci­al estadounid­ense (que siguió durante la elección intermedia del 2018). El director del FBI, Christophe­r Wray, comentando el informe de Mueller, dijo que los rusos ya están “mejorando el nivel de juego” para el 2020.

Con una fiscalía general corrupta y un Partido Republican­o obsecuente, un vengativo Trump está decidido a ponerse por encima de la ley. La próxima ronda de degollina está cerca y habrá inocentes lastimados.

Con la complicida­d del fiscal general, ahora empezará la cacería de brujas en Estados Unidos

ELIZABETH DREW: periodista y escritora residente en Washington. Su libro más reciente se titula “Washington Journal: Reporting Watergate and Richard Nixon’s Downfall” (El diario de Washington: Watergate y la caída de Richard Nixon).

© Project Syndicate 1995–2019

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